Existía una modalidad provinciana para aumentar la ocupación en los
cines durante las horas menos productivas que dieron por llamar "cine
continuado". La modalidad en cuestión le permitía al comprador del boleto
entrar y salir cuantas veces quisiera durante la exhibición de una tanda
doble de películas.
El mismo sistema parece haber sido adaptado a otras situaciones
vernáculas y es utilizado sin ningún inconveniente por diversas
instituciones. En el caso de algunos partidos políticos hay militantes y
hasta dirigentes que entran y salen conforme se desarrollen los
acontecimientos. De repente se retiran, se afilian a otra tolda, fracasan y
luego regresan al partido original, como quien no ha roto un plato.
La última moda, sin embargo, consiste en valerse de dicho
procedimiento para atentar contra el régimen constitucional. Ello ocurre
porque en Venezuela, el gobierno, que en este caso es el taquillero del
teatro, permite que entren y salgan, como Pedro Carmona por su casa, los
mismos golpistas que fracasaron hace cinco años.
De paso vale la pena acotar que ningún gobierno colombiano podría
darse el lujo de proteger a los golpistas criollos si las autoridades de
Venezuela aplicaran medidas retaliativas sin compasión ni culipandeos.
En fin, cualquier observador calificado, entre ellos el perspicaz
José Vicente Rangel y (sin las mismas pretensiones) este humilde servidor,
puede constatar que la línea insurreccional de la gran prensa capitalina,
incluyendo televisoras privadas, radioemisoras y diarios nacionales, no ha
cambiado un ápice desde hace un lustro.
"La Carmonada" o golpe de Estado de abril de 2002 utilizó como
punta de lanza o instrumento principal, casi exclusivo, la conspiración
mediática. El gobierno no tuvo, no tiene y parece que no tendrá una política
comunicacional para hacerle frente a dicha amenaza y se empeña en adoptar
medidas improvisadas o circunstanciales.
Los golpistas seguirán como en un cine continuado, entrando y
saliendo de conspiración en conspiración, hasta que logren su objetivo o se
mueran de fastidio. Ese, por lo visto, será el castigo más severo que les
corresponda.
augusther@cantv.net