Miguel Bosé (izq.), Ingrid Betancourt y Juanes en un concierto reciente (Archivo) |
Van cerca de 300 niños y niñas asesinados producto del genocidio que el
"ente sionista de Israel" comete en contra de la población civil de
Palestina.
Israel no le dio tiempo al pueblo de Canaán de despedir en paz el
año 2008, ni siquiera a los árabes cristianos de terminar de saborear
la navidad, cuando les atacó de manera indiscriminada. Hasta el momento
por lo menos 5 mil personas han resultado heridas, también la mayoría
mujeres, niños y niñas.
El plan de exterminio y limpieza étnica que lleva a cabo Israel no
tiene justificación alguna. No hay razón posible que excuse el uso de
la bomba de fósforo, que afecta principalmente a la población infantil,
que representa la mayoría en Gaza, un espacio convertido más que un
Ghetto, en un campo de exterminio masivo.
Los efectos de la bomba de fósforo que utiliza la fuerza de
ocupación israelí en Palestina son terribles. Produce quemaduras de
segundo y tercer grado; el fósforo daña el corazón, el hígado, el
riñón, entre otros órganos principales. Está prohibido su uso en zonas
civiles. Pero Israel califica a la población civil como "objetivos
militares" y luego de muertos como "daños colaterales".
El estado forajido, delincuente, genocida, terrorista e inmoral de
Israel no es la primera vez que usa fósforo. En 1982, esta arma
mortífera, creada por Estados Unidos, fue experimentada en contra de la
población del sur del Libano. Tel Aviv, receptor de incalculables
cifras de dinero, provenientes de las corporaciones sionistas,
trasnacionales que manejan el capital mundial, los invierte en acabar
con el pueblo de Palestina.
Y nos preguntamos: ¿dónde están Juanes, Bosé, Montaner, Vives y
tantos otros hipócritas que pregonan la paz de los sepulcros?
Seguramente preparando un jugoso y lucrativo concierto, patrocinado por
el lobby sionista judío. Además cuidando que ese dinero, lavado con la
sangre de los niños y niñas de Palestina, siga alimentando sus cuentas
bancarias.
Juanes, entonces ¡tu paz, sí tiene fronteras!
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