Tal vez este sea el último escrito que haga en relación al hostigamiento que he sufrido en la aldea Víctor M. Turmero de Quinta Crespo, por parte del coordinador de la misma y sus huestes escuálidas. Quizá el próximo salga de una cárcel, a donde amenazaron con enviarme, por medio de una demanda por difamación, por las denuncias que hice, todas veraces al igual que esta. Pero lo peor no es eso, sino lo siguiente:
LOS VENADOS LE DISPARAN A LAS ESCOPETAS
Denuncié al coordinador y dos de sus más feroces escuálidos, ya identificados en otro artículo, por acoso. Gritos, insultos, denuestos, amenazas con sacarme de la aldea impidiéndome ejercer mi derecho al estudio, y en fin, hacerme la vida imposible para que me vaya, o simplemente expulsarme. Los denuncié por ante una oficina de “defensa de la mujer” que opera en la salida del metro de El Calvario. Ayer fue la última cita, porque en la anterior, dos de los denunciados se negaron a asistir. Ayer estaban todos los escuálidos, junto con el coordinador, que los dirige. Cada uno había hecho un papel denunciándome, según los cuales, LA AGRESORA SOY YO.
La verdad es que por un tiempo temí por mi vida, porque la mafia que gobierna ahí parece ser tan poderosa que algunos compañeros ni siquiera se atrevían a hablarme en público por temor a represalias, y algunos de ellos me dijeron que habían firmado una de las denuncias contra mí porque el profesor les había dicho: “De aquí nadie sale sin firmar”, inmediatamente después de terminar un examen, que por cierto fue logrado por la lucha de los compañeros y su vocero, después de una protesta porque ese profesor había raspado a todo el mundo (pero a mí me distinguió con un cero uno por defender la memoria de nuestro Mártir Jorge Rodríguez). La protesta fue la inasistencia a la clase de ese profesor, en la cual sólo estuvieron los “escuálidos” (¿En Misión Sucre? ¡sí!).
LA “DEFENSORA”, CONTRA LA MUJER REVOLUCIONARIA
En la cita de ayer, decía, asistieron todos los escuálidos, con sus papeles firmados por ellos mismos y la lista de firmas, sin encabezamiento, al estilo adeco, que fue sacada a los compañeros bajo coacción. Resulta que la abogada que allí atiende, fue graduada en la misma universidad en que estuvo el escuálido de los cero uno, y ella lo repetía constantemente. Parecía la justificación a una doble traición: la traición al género y el incumplimiento de su misión de defender a la mujer. Uno de los escuálidos le dijo, señalándome con un dedo:
_”Ella se paró en el centro del salón y gritó “¡Patria, socialismo o muerte”. -Seguidamente le dijo que “ella y su grupito” (señalándome) habíamos protestado al profesor que raspó a todo el mundo y habíamos solicitado un nuevo examen. La abogada abrió los ojos tan grandes como platos y dijo:
_”¡No puede ser! -En la Santa María no era así. Los estudiantes tienen que aceptar todo lo que diga el profesor. Qué falta de respeto es esa de ponerse con dimes y diretes con un profesor!”
_Es verdad -intervino un individuo que estaba presente, quien dice ser el esposo de la abogada- Yo soy profesor y si yo digo usted no entra a clases, no entra. El profesor es autónomo”.
Señalándome con su dedo adornado con una hermosa uña acrílica, la abogada ordenó a los escuálidos:
_”¡Procedan administrativamente contra ella!”
La abogada vio los artículos publicados en este mismo portal, incluso aquél donde Carlos Zambrano me ataca de manera denigrante. En tanto justificó a Zambrano, diciendo que él no me estaba atacando a mí (aunque mi nombre está en el título del artículo, cualquiera puede verlo) me miró con odio y me dijo:
_”¡Tiene que dejar de difamar a estos señores! ¡Usted no puede escribir esto por Internet, qué horror!” -Y dirigiéndose a ellos les dijo, señalándome con su largo dedo:
_¡Procedan civilmente contra ella!
Yo no podía entender eso. Cito a los agresores porque me están haciendo la vida imposible, ella misma reconoce que lo que me hacen es acoso psicológico, se extiende la citación, se hace la reunión, pero la abogada, SE PONE DE PARTE DE LOS AGRESORES Y LOS APOYA.
Al final de la larga entrevista, todo era carcajadas y miradas cómplices entre la abogada y los derechistas, encabezados por Larry Mora, el coordinador de la aldea, quien, como siempre, se camuflaba con la cara de nuestro inolvidable guerrillero heróico, sobre su panza escuálida. Antes de retirarme, oí que una de las escuálidas que habían ido a defender a los agresores, le decía a la abogada:
_”Déme uno de esos afichitos para ponerlos en la oficina”
_”Claro -dije yo- Ponemos un afichito en la pared, pero defendemos a los agresores”.
La abogada elaboró una caución de compromiso de no agredirse mutuamente que, hasta ese mismo momento, los agresores se negaron a suscribir y sólo yo firmé, pero no me dio una copia, pese a que se la solicité. Me salí de ahí dejándolos juntos, maquinando cómo me iban a terminar de derrotar.
LA VERDAD REAL VS LA VERDAD PROCESAL
A partir de este momento, espero las demandas, tanto de la venal “defensora de la mujer”, como de la pandilla de escuálidos comandados por el infiltrado Larry Mora. No me voy a defender, porque el sistema judicial tiene demasiada escualidez en su misma base y origen, y voy a perder, porque no es mi terreno. Ellos son abogados y conocen las triquiñuelas. Yo sólo soy una mujer del pueblo que todavía cree que otro mundo es posible, que es necesario actuar con honestidad y que el pueblo debe tomar el poder. Y en mi corazón revolucionario no caben las trampas y caminos alternos encharcados que caracterizan al Derecho burgués.
Al sistema judicial venezolano no ha llegado la revolución, ni siquiera al grado de “progresista”, y los camaradas honestos y revolucionarios que allí sobreviven tienen que estar cuidándose permanentemente las espaldas porque están rodeados de enemigos que afirman que las leyes bolivarianas “no valen nada”.
NO ME VOY A DEFENDER, y espero que los lectores que estén de acuerdo con mis denuncias, me manden buenos libros para leer en la cárcel, preferiblemente literatura.
andrea.coa@gmail.com