Las expectativas en el país son de seguir en una condición de reprimidos. Ahora, nadie tiene arreglada su vida y surge en cada ciudadano una condición de resignación. Lo que implica que nuestras actividades mentales se encuentran muy limitadas. Uno se sorprende, por el aislamiento social y, observamos que los niños ya no quieren ir a las escuelas públicas por lo que se oye y observamos. Es un tranvía de simbolizaciones que rompe con nuestros sueños, ahora, nuestras escuelas son cochineras y por esto, hay enojos. Al igual, los CDI es una llegadera de personas que nada tienen que ver lo sanitario. Solo, esperan que pasen al olvido para adueñarse de sus terrenos y casas. Tal como ocurrió con las casetas fabricadas por La CANTV para colocar teléfonos, dar empleo y que, el usuario se sienta en confianza para comunicarse, las mismas fueron tomadas por personas para instalar sus negocios o, residenciarse.
Lo más insólito de este tiempo, es tener cochineras en los liceos y centros urbanos, tal como sucede en La Casa de Misiones en Parque Valencia y, este lugar es un plantel para niños especiales que no fue entregado en los lapsos correspondientes y, como el gobierno o funcionarios públicos no supervisan junto al ayuntamiento, todo se hace fácil.
Jamás un CDI puede funcionar en una institución escolar, por los materiales didácticos que prevalecen en el lugar. Y esto, da lugar que personas ajenas a la institución oficial entre al recinto para visualizar las personas que permanecen de una u otra forma en el lugar.
En Buenaventura, Guigue, hace años atrás, una persona sin oficio definido y hogar, dormía en la sala de odontología y dos personas de la Tercera Edad de sexo femenino corrían a quienes iban por las lentejuelas y examinarse la vista, cuando el deposito estaba full de cristales y lentes, estas personas manifestaban que no había nada. Tuve que correrlas, sin ser médico a éstas tres personas, eso sí trabajaba como docente en La Misión Sucre.
Es muy lamentable lo que sucede en el país. Hay poca empatía hacia las construcciones ya definidas del Estado Bolivariano de Venezuela, lo que da una pésima impresión.
¿Qué podemos hacer? Hay que romper el miedo, y hacer caer los conceptos metafísicos o idealisticos que algunas veces ponen obstáculos ante cualquier análisis. el mundo está construido sobre fundamentos y algunos se arraigan en algunos personajes que desean aferrarse a sus cargos. De modo que buscan que los actos sean libres y la cultura pueda desarrollarse. Entonces nuestra conducta debe ser moldeada a las condiciones originarias y a los fenómenos ideológicos del momento. Somos parte de una evolución primaria misma.
Así que la mentalidad de aquellos de introducir cochineras en los centros urbanos y liceos, es el resultado de una adaptación pasiva inherente a la naturaleza humana y, por violentar la ley, deben ser sancionados. Ya la población venezolana no puede estar buscándose nuevas angustias, somos seres integrados a una sociedad de principios éticos que no desea un aislamiento, buscamos un suelo fértil para forjar la Gran Venezuela.