El Manifiesto de Cartagena 210 años después

Dicen, quienes lo vieron caminar por las empedradas calles de "la Sultana del Ávila", que andaba triste, a paso lento, como si todo lo hubiera perdido. Cuentan, quienes lo conocieron desde niño, que ni cuando la partida de sus padres, ni cuando María Teresa se le marchó, se le vio en igual situación.

No era para menos. Había recibido de manos de Domingo de Monteverde el pasaporte para que se marchara de la patria, de su amada patria, a la que tanto soñaba ver libre.

La Venezuela que tantos infortunios le había deparado, pero que, de igual manera, le había dado enormes satisfacciones desde niño, en sus correrías infantiles entre los cacaotales barloventeños que, según dicen los habitantes de Capaya, Panaquire y El Café, fue donde por vez primera vio la luz de la luna y sintió el calor de los rayos del sol.

Nada podía deprimirlo más que el destierro, jamás imaginó la posibilidad de sentirse un desarraigado, ya que el sentido de pertenencia estaba muy internalizado en él.

Simón Bolívar, a diferencia del trashumante Hidalgo Caballero de La Mancha, no contó con un escudero, no tuvo su "Rocinante"; ni siquiera había nacido su "Palomo", que tantas buenaventuras habría de depararle en su peregrinar por las escarpadas laderas de los Andes suramericanos.

El 12 de agosto de 1812 se subió al velero "Jesús, María y José" y emprendió su exilio rumbo a Curazao. Las lágrimas brotaron de sus ojos y recorrieron sus mejillas, cuando oyó que el Capitán de la nave ordenó alzar velas y ésta se hizo a la mar.

Conteniendo su inmenso dolor por la derrota sufrida en Puerto Cabello, recordó su juramento en el Monte Sacro de 1805; en voz baja se lo repitió una y otra vez, buscó en él las fuerzas que le demostraran que no todo estaba perdido. Recordó, igualmente, su encendido discurso de aquel 4 de julio de 1811, en la Sociedad Patriótica, en el cual se preguntó, y le preguntó a sus miembros, si más de trescientos años de dominación imperial no bastaban para emprender la lucha por la emancipación de la patria.

Con la capitulación de Francisco de Miranda se había perdido la Primera República, los sueños se vinieron abajo. Simón Bolívar, por mucho dolor que sintiera ante aquel hecho, no se dio por vencido.

Como buen "trotamundos", se planteó la posibilidad de regresar a la Europa de sus recuerdos; sin embargo, su pensamiento y su corazón estaban aguijoneados por la derrota sufrida. En su meditación no se planteaba otra cosa sino la recuperación de la Caracas de sus tormentos. Empresa que se le presentaba difícil, pero no imposible.

Fue entonces cuando en alta mar miro a su espalda y se dijo: "¡La Nueva Granada! Sí, ¡La Nueva Granada!". Y a su llegada a Curazao, sin pensarlo dos veces, se fue a Cartagena de Indias.

El 15 de diciembre de 1812, Bolívar da a conocer su Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, proclama conocida como el Manifiesto de Cartagena. En ella, hace un análisis pormenorizado de las causas que determinaron la pérdida de la Primera República en su amada patria; a la vez que invita a los neogranadinos a evitar que ellos corrieran la misma suerte de Venezuela.

Convencidos de que dicho manifiesto constituye el primer documento en el cual Bolívar expone, de manera clara y precisa, sus pareceres acerca de lo que habría de ser el proceso independentista de América, consideramos que bien vale la pena detenernos en algunas ideas expuestas en él.

Inicia Bolívar su memoria solicitando a los neogranadinos que le permitan dirigirse a ellos, "… para indicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción; lisonjeándome que las terribles, y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida república, persuadan a la América, a mejorar de conducta, corrigiendo los vicios de unidad, solidez y energía que se notan en sus gobiernos".

Por lo que, los pueblos de América deberían definir el tipo de gobierno que habrían de darse, lo cual constituía un prerrequisito fundamental para alcanzar la unidad de los sectores independentistas. En tal sentido, la adopción que hizo la naciente República de Venezuela de un sistema político, caracterizado por la excesiva tolerancia, el cual era "débil e ineficaz", constituyó una clara demostración de la adopción de un "humanismo mal entendido", lo cual fue posible ya que, "… tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada".

Y, luego afirma que:

"De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos, los españoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en nuestro país para tenerlo incesantemente inquieto y promover cuantas conjuraciones les permitían formar nuestros jueces perdonándolos siempre, aun cuando sus atentados eran tan enormes que se dirigían contra la salud pública… Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar, porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido!".

Visión política que, a nuestro entender, impidió definir con claridad las razones que determinaban la necesidad de romper los vínculos que nos ataban al decadente poder imperial español.

No se quiso entender que la posibilidad de consolidar la naciente república estaba determinada por la conformación de un gobierno sólido, fuerte; que la independencia, más que una separación era una ruptura, era la emancipación de un pueblo para construir su propio destino. Y ello, donde más nos golpeó fue en el impedimento para la conformación de un ejército nacional que fuese capaz de defender los logros alcanzados y avanzar en la construcción de la patria.

Al respecto, Bolívar, haciendo referencia a algunas naciones europeas, señaló en el Manifiesto de Cartagena que: "Las repúblicas –decían nuestros estadistas– no ha menester de hombres pagados para mantener su libertad. Todos los ciudadanos serán soldados cuando nos ataque el enemigo… Con estos antipolíticos e inexactos raciocinios, fascinaban a los simples, pero no convencían a los prudentes, que conocían bien la inmensa diferencia que hay entre los pueblos, los tiempos, y las costumbres de aquellas repúblicas y las nuestras".

Visión que nos costó la Primera República, ya que: "El resultado probó severamente a Venezuela el error de su cálculo, pues los milicianos que salieron al encuentro del enemigo, ignorando hasta el manejo del arma, y no estando habituados a la disciplina y obediencia, fueron arrollados al comenzar la última campaña, a pesar de los heroicos y extraordinarios esfuerzos que hicieron sus jefes por llevarlos a la victoria. Lo que causó un desaliento general en soldados y oficiales; porque es una verdad militar que sólo ejércitos aguerridos son capaces de sobreponerse a los primeros infaustos sucesos de una campaña. El soldado bisoño lo cree todo perdido, desde que es derrotado una vez; porque la experiencia no le ha probado que el valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna".

Error que, unido al sistema político federal que se adoptó, constituyeron las causas fundamentales de la pérdida de la Primera República.

Al respecto, Bolívar señala que:

"El sistema federal bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros nacientes Estados. Generalmente hablando, todavía nuestros conciudadanos no se hallan en aptitud de ejercer por sí mismos y ampliamente sus derechos; porque carecen de las virtudes políticas que caracterizan al verdadero republicano: virtudes que no se adquieren en los gobiernos absolutos, en donde se desconocen los derechos y los deberes del ciudadano".

Por tanto, se preguntaba:

"¿Qué país del mundo por morigerado y republicano que sea, podrá, en medio de las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno tan complicado y débil como el federal? No, no es posible conservarlo en el tumulto de los combates y de los partidos. Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si estos son prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarse terrible, y armarse de una firmeza igual a los peligros, sin atender a leyes ni constituciones, ínterin no se restablecen la felicidad y la paz".

Y ésa era la realidad política de la Venezuela de entonces. Conocerla e interpretarla con el propósito de formular un modelo de nación, correspondiente con la misma, era el reto que se tenía. Por ello, Bolívar dijo: "Yo soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas; seremos indefectiblemente envueltos en los horrores de las disensiones civiles, y conquistados vilipendiosamente por ese puñado de bandidos que infestan nuestras comarcas".

Como puede verse, fueron razones políticas las que dieron al traste con la Primera República. Por lo que, "… entre las causas que han producido la caída de Venezuela, debe colocarse en primer lugar la naturaleza de su Constitución; que repito, era tan contraria a sus intereses, como favorable a los de sus contrarios. En segundo, el espíritu de misantropía que se apoderó de nuestros gobernantes. Tercero, la oposición al establecimiento de un cuerpo militar que salvase la República y repeliese los choques que le daban los españoles. Cuarto, el terremoto acompañado del fanatismo que logró sacar de este fenómeno los más importantes resultados; y últimamente, las facciones internas que en realidad fueron el mortal veneno que hicieron descender la patria al sepulcro".

Razones estas que nos llevan a afirmar que el Manifiesto de Cartagena debe ser considerado como el primer documento en el que se plasma una concepción de la independencia que la coloca como un proceso de transformación radical, que le otorga un carácter emancipador. Por lo que, para alcanzar dicho objetivo, la dimensión militar adquiere un lugar de primer orden; éste tiene que ser percibido, junto a la visión política del proceso, como parte fundamental de la estrategia trazada para alcanzarla.

A la estrategia militar se le dota, entonces, de un alto contenido político; y a la filosofía política de la independencia, se le incorpora el elemento militar como un momento práctico a través del cual se haga posible alcanzar dicho objetivo.

Pues bien, Bolívar en el Manifiesto de Cartagena plasmó una nueva visión de la independencia. La concibió como un proceso, a partir del cual debería comenzar a fraguarse un proyecto de nación. Al estudiar y analizar los sucesos precedentes del 19 de abril de 1810 y del 5 de julio de 1811, que condujeron a la deposición de Vicente Emparan como capitán general de Venezuela, a la conformación de la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, a la formulación del primer texto constitucional y, por ende, al establecimiento de la Primera República, se planteó la necesidad de construir una nueva visión sobre la independencia.

Por lo que las ideas plasmadas en el Manifiesto de Cartagena son el resultado de una reflexión dialéctica sobre las alternativas que se habían planteado con antelación, lo cual lo lleva a concebir la lucha por la independencia como un proceso emancipador, de construcción de la identidad americana y de la Patria Grande: Nuestra América.

 

*Este artículo forma parte de un ensayo titulado: De Cúcuta a Niquitao: La Mancha de "El Quijote americano". publicado en el libro, Trujillo: Entre neblina, pólvora y colinas, de nuestra autoría.



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Nelson Pineda Prada

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.

 npinedaprada@gmail.com

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