Aunque les moleste a algunos amigos chavecistas, estoy muy contento con los resultados obtenidos en el proceso electoral ucevista. Es claro, para quien no es fanático, que las elecciones, habiendo tenido tropiezos importantes, sobre todo en sus inicios, por incapacidad de la Comisión Electoral, fue un proceso que se desarrolló limpiamente, con retardos en la entrega de los resultados, pero sin actuaciones fraudulentas y sin trampas, ni ventajismos, ni enfrentamientos entre los universitarios votantes, en un clima de competencia, pero sin canibalismo entre los participantes. Nada que ver con las elecciones nacionales, regionales ni municipales. Teníamos 12 años sin realizar elecciones y se efectuaron en una universidad maltrecha y con un electorado fuertemente golpeado.
Me he dado cuenta, en las discusiones con los amigos referidos, que su principal problema es que perdieron, y perdieron por paliza, cosa que ya los universitarios sabíamos que iba a ocurrir. Los únicos que no lo sabían eran ellos. Están tan acostumbrados a ganar en el país, que se les olvidó cómo es la derrota. Y la derrota se la dimos en la UCV, cosa que, les repito, aunque sigan sufriendo, me tiene muy alegre. Además, ya se les había advertido, sus propios militantes y amigos lo habían hecho, no podían ganar, y con el candidato que escogieron mucho menos. Pero, como siempre, la soberbia los arropó e insistieron en una decisión totalmente equivocada y ahora pretenden descalificar el proceso.
A quienes de ellos hablan de fraude, algo que ni su candidato se atrevió a decir, les recuerdo que en estas elecciones no hubo puntos rojos al lado de los sitios de votación, ni colectivos violentos merodeando, ni amenazas de quitarles a los votantes la vivienda, los bonos del sistema Patria o la bolsa CLAP; ni cierres tardíos de las mesas electorales, en espera de votantes acarreados por alguna plancha. Tampoco vimos ventajismo audiovisual ni propagandístico por parte de quienes se desempeñan como autoridades universitarias, a diferencia de lo que hace siempre el gobierno en las elecciones nacionales. Nada de militares con armas largas infundiendo temor en los votantes e impidiendo la presencia de los testigos de los candidatos. Fueron unas elecciones limpias.
No estoy diciendo que todo lo sucedido fue color de rosa, ni que no haya habido desacuerdos ni desagrados por parte de los participantes. Pero el ambiente ha sido de fiesta, de alegría, de reencuentro con la institución, de esperanza, de normalización, y los resultados de la primera vuelta nos dejaron: dos académicos clasificados al rectorado, ambos del más alto escalafón, con trabajos de investigación numerosos, con una hoja docente impecable, autonomistas, luchadores de siempre por la UCV, honestos y dedicados. Vamos a una segunda vuelta con absoluta tranquilidad, pues ambos candidatos pueden ser buenos rectores. Personalmente, votaré por la fórmula de Víctor Rago, pues lo considero con mayor experiencia y porque desde un inicio, hace muchos meses, estuve entre quienes sugirieron ese nombre.
Hubo algunos elementos de lo que conocemos como guerra sucia, pero nunca nada comparable con las elecciones nacionales, regionales y locales. A Rago se lo trató de descalificar por anciano, como si se tratara de alguien decrépito. Bastó, sin embargo, verlo activo recorriendo la universidad y oír sus disertaciones para hacer desaparecer esa campaña. A Rojas lo acusaron de estar cercano al gobierno, pues fue miembro de la comisión de la AN, que participó en la escogencia del actual CNE y lo hizo en representación de la Asamblea de Educación. Y luego, lo acusaron de lo contrario, de extremista opositor como miembro de Bandera Roja y últimamente de estar apoyado por la actual rectora, todas acusaciones falsas y sin ningún sostén. Campañas que estoy seguro no provienen de ninguno de los dos candidatos, quienes hasta hace muy poco formaban parte del mismo grupo y son compañeros y amigos.
En algunas facultades las campañas fueron duras, como en la Facultad de Ciencias, en la que todos sabían y la mayoría quería a quien fuera el ganador. Éste debió soportar estoicamente descalificaciones y un trato poco cortés, por decirlo suavemente, de sus oponentes. Al final triunfó por su bonhomía, calidad académica y como administrador y seguridad en sí mismo, y mantuvo su llamado amplio, unitario y participativo a toda la comunidad de su facultad.
También fueron derrotadas las autoridades universitarias, a quienes se las recordará como quienes no se ocuparon de la universidad, sino se dedicaron a otros menesteres, menos académicos, pero más provechosos personalmente.