Hablar de la interdisciplinariedad desde el campo de la pedagogía sigue siendo algo “mágico”, poco usual o simplemente un modismo. Con ello no se pretende desechar o soslayar los demás enfoques tanto teóricos como conceptuales o metodológicos; tampoco se pretende revelar como el último paradigma teórico ni como la panacea que ha de resolver el problema que desde siempre ha significado la educación; tampoco es menos cierto que como educadores, quizás unos más comprometidos que otros con los necesarios cambios en la educación, estamos en el deber de avanzar y profundizar en el estudio, análisis, construcción polémica en una praxis educativa que vaya más allá del aula de clase. Tal vez pensar en ello para algunos sigue siendo una utopía, pero si esta se asume como la construcción de lo posible que nos permite avanzar en medio de las contradicciones que acrecienta la superación de la creación humana, podemos lograrla la meta establecida; parafraseando a Einstein, se puede afirmar que la educación es como la bicicleta, si no avanza se corre el riesgo de caer, y es el colectivo de educadores de este momento a quien le corresponde construir las bases que habrán de sostener en el devenir el nuevo paradigma educativo en la educación media.
La educación como un hecho socio histórico siempre ha estado vinculada a los modelos económicos que insurgen en cada momento de acuerdo a la necesidades y avances de los mismos; es así como a finales del siglo XIX, la educación pasa a supeditarse a los objetivos del mercado de trabajo industrial y a partir de 1890 se establece un método de gerencialismo científico de la educación que junto al modelo taylorista de la división social del trabajo sirven de base para los sistemas educativos montados para la reproducción acritica del conocimiento sobre una cultura escolar excluyente.
Se hace necesario entender que ese sistema educativo se fundamenta en el currículo por disciplinas y que este, lejos de ser un simple problema epistemológico, pedagógico, es principalmente un problema político que requiere ser abordado por el docente, que al superarlo permite el avance hacia la transformación de la educación y la sociedad.
Precisamente, es el modelo taylorista de la educación el que aún continua presente en el sistema educativo venezolano “separando el saber del hacer”, “separa al que diseña el currículo de quien lo ejecuta en le aula” (permítame pensar por usted), llevando a la separación escuela –comunidad, separación profesor-alumno, establece un monopolio y jearaquia del saber en manos de directivos y supervisores. Tales contradicciones impregnan los contenidos curriculares, los planes de estudio, las estrategias metodológicas, el régimen de evaluación, no escapando la propia arquitectura escolar: espacios separados y cerrados, oficinas burocráticas, áreas para recreo, organización interna del aula, ubicación del pizarrón y alienación de pupitres, separación entre materias teóricas y prácticas, la disposición y utilización del tiempo escolar horario mosaico).
La problemática de la interdisciplinariedad como forma emergente ante el esquema disciplinar, no responde como pareciera a causas a lo interno de los procesos educativos, no es su novedad u originalidad, es consecuencia de las contradicciones sociales, de la emancipación del hombre de la enajenación capitalista que se prolonga hacia la enajenación en el aula, en el abordaje de la realidad haciéndola entender como ésta no es.
El trabajo del aula ha sido sumergido en el pensamiento positivista según la concepción de que todos los hechos son singulares e individuales y la sociedad esta regida por leyes invariables que nada tienen que ver con la voluntad y la acción de los seres humanos, no se busca comprender, solo describir lo sucedido en un orden inalterable sin conexión ni relación entre los hechos de la política, la economía, la sociedad y las diversas manifestaciones culturales; el positivismo crea una actitud normativa que rige los modos de empleo de términos como el saber, ciencia, conocimiento y presenta la realidad a través de una visión atomizada que hace énfasis en la descripción “objetiva” de lo “que ocurre” sin posibilidad de realizar un análisis desde una visión amplia de las ciencias sociales y humanas con la “imposibilidad” de separar las consecuencias deseables de las que no lo son, negando la posibilidad que el ser humano juegue un rol transformador.
En el liceo tradicional existe una separación abismal entre el conocimiento escolar, el conocimiento cotidiano y el conocimiento científico, la disociación entre los contenidos curriculares y la significación que estos tienen para los estudiantes es un problema clave suficiente para inducir los cambios en la educación; la separación cada vez mayor entre el tipo de conocimiento desarrollado en la educación y la vida cotidiana de los estudiantes, dan cuenta de la existencia de dos mundos a veces irreconciliables, y la falta de significados se refleja en la lejanía entre el tipo de asignatura impartida, su contenido y representación con escaso sentido real y la corriente de necesidades, intereses anhelos en permanente cambio de los alumnos (as).
Es dentro de este contexto donde cobra sentido el incluir la interdisciplinariedad como alternativa por desarrollar en el subsistema de educación media Bolivariana, que para algunos es el deseo nunca conseguido, a pesar de los grandes esfuerzos y desarrollos teóricos realizados- nos ofrece la opción cierta de superar la fragmentación del conocimiento ante una realidad que se presenta tal como es compleja y diversa que se hace difícil abordarla desde el currículo por disciplina.
El buscar el camino hacia la interdisciplinariedad como enfoque y filosofía de trabajo, permite superar el pensamiento único en el cual se han venido formando por lo menos en los últimos cien años a varias generaciones lo cual ha traído como consecuencia que se ignore la realidad haciéndonos pensar equivocadamente que lo que “conocemos” antecede la realidad y la existencia del mundo real.
Al plantearse la interdisciplinariedad como posible salida ante los feudos del conocimiento y del pensamiento único, cuando de esta manera se enfrenta una determinada circunstancia y la misma no encuadra dentro de la concepción que de ella se tiene, limitamos nuestra participación anteponiendo juicios de valor, etiquetando con epítetos que reflejan incapacidad para abordarla; tal posición se asemeja al mito de la caverna, según la cual todo ser humano, desde que nace trae consigo el conocimiento desde el “mundo de las ideas” dictado por los espíritus que allí habitan; dicho pensamiento aunado con la teoría de conocimiento positivista para la cual el conocimiento ya está dado, elaborado y perfectamente terminado sigue presente en el quehacer educativo, debiendo ser superados porque limitan y reducen la innovación y creatividad humana.
Desde la perspectiva del cambio educativo, se debe abogar por tesis y teorías de construcción social fundamentadas en que el conocimiento esta en las cosas y en la relación que se establece con ellas, que el conocimiento no es la copia de la realidad, sino una construcción del ser humano, que se realiza con los esquemas que ya posee, con lo que ya construyo con su relación con el medio que le rodea.
Al observar la historia del conocimiento se nota que fue concebido en función de un pensamiento único, mediatizando la ciencia, distanciándola del hombre común, haciéndole asumir una orientación interpretativa y recursos metodológicos intencionados comprometiéndole con la perpetuación del sistema social, indistintamente de cual sea su signo ideológico.
La interdisciplinariedad plantea la posibilidad cierta de superar el pensamiento único en la forma de educar, siendo el verdadero lenguaje de la naturaleza y la sociedad, su existencia y movimiento, que se manifiesta en la enseñanza mediante situaciones de aprendizaje creadas con ese fin, reflejo fiel de la realidad natural y social.
La interdisciplinariedad no es una orientación entropíca de saberes convocados, tampoco es una síntesis sumatoria de todos los conocimientos, por el contrario es una articulación deliberada de las disciplinas particulares y de los diversos círculos epistemológicos, respecto al estudio de problemas para producir mejores y más integradas disposiciones curriculares y lograr minimizar la disparatada yuxtaposición de asignaturas fruto del enciclopedismo positivista; es una construcción que parte de lo actitudinal para escapar del pensamiento enajenado y tecnocratico de la educación que enriquece al conocimiento al fecundarlo con la realidad; la interdisciplinariedad es un aporte al deber de la escuela para buscar la armonía, la concertación y el entendimiento para el beneficio de la misma, el conocimiento, el hombre y loa sociedad.
La interdisciplinariedad induce a romper la tradicional separación entre la vida y la escuela, considerando la escuela como un lugar de vida y para la vida y por ello se busca debilitar las fronteras entre el mundo que la rodea, su comunidad y la actividad de la misma, surgiendo de tal debilitamiento la idea innovadora de formular y organizar el currículo (aún sin ser especialistas) a partir de los hechos de la vida real de los actores.
La interdisciplinariedad se sustenta, entre otras teorías en el constructivismo social, el cual propone como razón del aprendizaje la interacción entre el objeto de estudio y el sujeto cognoscente en el proceso social de la construcción del aprendizaje desde la realidad, siendo esta el escenario para concretar el diálogo de saberes como una nueva forma de articular el conocimiento académico y el saber popular que permita superar el monopolio y la jerarquía del saber como forma de dominio e impulsar un novedoso modo de producción de conocimiento y alcanzar una pedagogía liberadora, que a su vez permita construir nexos sólidos entre la democracia política, la democracia económica, social y cultural.
La interdisciplinariedad dentro del proceso formativo, resulta una herramienta valiosa para los fines de una educación integral, más completa, que prepara al egresado para enfrentar la realidad compleja y cambiante que caracteriza en todas sus esferas a la sociedad de nuestros días, creando a su vez las condiciones para dejar de lado la concepción propedéutica de la educación media.
La interdisciplinariedad dignifica el trabajo docente ya que derrumba en la práctica el currículo establecido sobre las teorías de aprendizaje de corte conductistas, la teoría organizativa de corte taylorista así como la visión positivista del quehacer científico, es el desplazamiento de lo teórico conceptual del carácter disciplinario del currículo donde se cifra la posibilidad de lograr un conocimiento realmente transformador en el campo de la educación media.
En otras palabras, el docente siempre ha sido visto como meros reproductores del saber producido en las universidades y fue deliberadamente inducido a pensarse como trabajador que reproduce lo planificado, que lo hace sentir como incapaz de elaborar algo nuevo, producto de si mismo; la interdisciplinariedad crea el escenario y las condiciones para la elaboración conjunta, para la creación fraterna, de búsqueda colectiva, el encuentro de saberes.
El enfoque curricular de la interdisciplinariedad concebido para la educación media, plantea la integración de saberes superando la disciplinariedad, la parcelación y fragmentación del conocimiento, que ya observamos se deriva de la división social del trabajo, y asume su contextualización en el espacio local –regional y nacional, vinculando los planes generales que impulsa el gobierno bolivariano con las realidades concretas. Se trata de un desarrollo curricular caracterizado por la flexibilidad, la adecuación y enriquecimiento permanente, esperando superar la concepción tradicional del aula de clase al incorporar de manera progresiva múltiples espacios sociales y comunitarios como ambientes de aprendizaje, relacionándolos con los proyectos educativos integrales comunitarios y productivos, a través del trabajo de campo y la aplicación práctica de los conocimientos adquiridos, orientado hacia la posibilidad de resolver problemas, permitiéndose la transferencia de lo que se aprenda con utilidad social.
Esa aspiración se podrá consolidar si el docente asume el compromiso dirigido a procurar el cambio y la transformación como ser pensante y dejar de lado lo que Marcuse llama “la cultura afirmativa”: el hombre es contemplativo de la realidad. Se requiere un docente que afincándose en su conocimiento no pierda de vista lo social como prioritario, pues esto conduce a la elaboración de juicios críticos en torno a las fases del proceso educativo obteniéndose un acercamiento entre todos los actores del accionar educativo. La cultura educativa que esta naciendo aspira romper con la docencia tradicional para que el proceso de aprendizaje deje de ser informativo y se convierta en una discusión abierta. Y a no será la comunicación recepción como forma de frenar la capacidad creativa de los estudiantes.
Al asumir la práctica de la interdisciplinariedad en la escuela, se quiere promover un enfoque de desarrollo, que no solo busca el crecimiento sino el desarrollo humano integral, formando continuamente a los ciudadanos(as) no solo en sus habilidades cognitivas o destrezas manuales sino formando en valores solidarios y cooperativos.
País que no sueña con la escuela que quiere termina perpetuando y remendando la escuela que tiene.
Si no aprendemos a desaprender lo aprendido para en realidad aprender lo que debemos aprender, entonces seremos los analfabetas del siglo XXI.
Nos pasamos toda la vida separando con nuestro pensamiento la realidad y ahora no sabemos como juntarla.
Hay una técnica de construir barcos…. y otra de hacerlos navegar, así como hay una técnica de fabricar violines…. Y otra de hacerlos sonar. Conviene no olvidar la diferencia.
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