Paulo Freire junto con Iván Illich son considerados educadores humanistas, orientados por la construcción de una educación reflexiva que permita a los seres humanos actuar sobre todos los espacios de la sociedad con el fin de transformar ésta en un mundo auténticamente humano, es decir, para ellos vivimos en una sociedad descompuesta, inhumana y excesivamente consumista; y es precisamente Illich (1973), quien centra su crítica en tres puntos fundamentales que mientras no logren desterrarse del ambiente educativo, difícilmente lograremos alcanzar la educación liberadora propuesta por Freire; siendo tales elementos: la deserción escolar, el “currículo oculto” y el ejercicio docente.
Irónicamente, mientras se debate un proyecto de Ley Orgánica de Educación, dentro del mismo se deja intacta la actual estructura educativa, sin modificaciones curriculares de fondo. Se ignoran los planteamientos filosóficos y pragmáticos a través de una exposición de motivos que desmonte el desastre del aprendizaje que reciben nuestros estudiantes en la mayoría de las instituciones educativas (públicas y privadas), cuya finalidad pareciera que sólo está centrada en una educación para “ascender socialmente”, no importando los fines para tales logros; es decir, el fin justifica los medios. Al respecto, no es casualidad que Balboa también cite a Illich (1992), cuando éste afirma que la escuela “designa productos (¿estudiantes?) profesionalmente empaquetables, derechos y títulos comercializables y valores abstractos” (p. 127). En otras palabras, el currículo oculto determina quienes serán los privilegiados en “terminar” (para bien o para mal), bien sea por deserción escolar o por graduación los estudios correspondientes.
Este currículo oculto para Illich (ob. cit) ha hecho que el conocimiento se convierta en una “mercancía”, ya que sólo el conocimiento económico es valioso. Por ello, sobre todo en nuestros liceos (públicos y privados), no es casualidad que adolescentes desorientados y manipulados por un excesivo consumismo, terminen practicando por decisión propia o influenciados por terceros acciones vinculadas con robos, hurtos y hasta distribución de drogas (sobre todo amparados por los beneficios de ley), siendo aún más preocupante que el ejercicio docente en estas instituciones esta en sintonía con un mayor consumo. Por ejemplo, cómo una docente (afirmado por ella misma, o ante la pregunta de sus estudiantes) puede explicar que tiene más de 30 pares de zapatos. O cómo un profesor en vez de aparecer leyendo ante sus estudiantes cualquier novela literaria, sea visto por éstos con una “gaceta hípica”, e incluso terminen éstos aportando sus “datos” al profesor.
Illich plantea la desaparición del profesor como único responsable del proceso de enseñanza y aprendizaje. Hoy tenemos profesores(as) con “titulos” universitarios de pre y postgrado con mayores ingresos; pero cuyos salarios serán siempre insuficientes porque si éste tiene un carro, mañana querrá tener dos. Si tiene dos televisores en casa, mañana querrá tener tres. Mientras esto sucede, aunque el Estado rehabilite y construya planteles; alimente a los niños(as) y adolescentes, éstos siguen recibiendo una educación basada en el “capitalismo del consumo”. Por eso la tesis de Illich y otros investigadores de un mundo sin escuelas no es descabellado. En lo personal, y compartiendo esa propuesta, creo que los liceos tal y cómo están concebidos deberían eliminarse (…). ¿Usted qué opina amigo lector?
*Lic. en Educación
