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Volviendo a escuchar las no menos que apocalípticas palabras del Cardenal Urosa Sabino en las que airadamente recriminaba y alertaba tácitamente sobre las posibles consecuencias divinas que recaerían sobre el pueblo venezolano si se permitía que Chávez “sacara a Dios de las aulas” con la aprobación de la nueva Ley Orgánica de Educación, misteriosamente me pareció estar presenciando el momento en que el furioso e iracundo Moisés arrojaba indignado las Tablas de la Ley momentos antes que el Todopoderoso había inscrito su voluntad.
Este arrebato coincidamos en llamarlo de súbita pasión divina se me presentó tan sobrecogedoramente místico como aquella púdica y puritana proeza que asumiría el Papa Pablo IV en 1559 al encomendarle a Daniele de Volterra cubrir “las vergüenzas” de los desnudos (ignudi) que Miguel Ángel pintara en El Juicio Universal de la Capilla Sixtina. Otros braghettoni, como jocosamente para la época fueron llamados estos artistas, continuarían “vistiendo” igualmente los desnudos que el Divino (Miguel Ángel) había concebido. Y que no sería hasta 1980, en el Pontificado de Juan Pablo II, cuando las pinturas fueron restauradas para devolverles su auténtico y glorioso esplendor.
En este mismo orden de cosas, cuando los innegables requerimientos Divinos suelen manifestarse de modos ciertamente misteriosos e inteligibles, para no decir ridículos y atrasados, no se nos puede olvidar “La Gran Castración” del Papa Pio IX en 1857, cuando el mismo y “valiente” Pontífice con martillo y cincel en mano, cual Lorena Boby de nuestro tiempo, procedió a menudamente arrancar de todas las estatuas del Palacio del Episcopado los respectivos y nada extremosos “pipis”. Para desgracia de las mismas y de los representados hasta la fecha no ha habido alma caritativa que les recobre el orgullo perdido. En su defecto, para obviamente disimular la dantesca escena, han colocado unos ingeniosos artilugios de yeso que representando unas cándidas hojas de Parra buscan mantener el resto de “la bella indumentaria de la desnudez” que aún sobrevive y que supuestamente el mismo Dios nos brindó.
La verdad es que a pesar del suspirado manto de espiritualidad y sabiduría con que la Iglesia y sus representantes han insistido en erigir el infranqueable muro de su pasado y el de su presente, los escándalos y la ignorancia han logrado superar las fuerzas de sus pretensiones y obscenidades, y continúan siendo tan aberrantes y bochornosas como en los tiempos del mismo y disoluto Papa Alejandro VI, de la familia de los Borgia, el que de poder compartir con nosotros placenteramente se encontraría que no sigue siendo la única “oveja negra” del rebaño.
Escuchar al Cardenal Urosa Sabino es tener el privilegio de saber cómo reaccionarían todas aquellas retrogradas mentalidades que a través de los siglo se han opuesto que la Humanidad mediante el desarrollo de sus capacidades y potencialidades logren alcanzar sus eternas búsquedas. Cómo podrían éstos después de todo simples y vulgares mortales desde su profesado oscurantismo estar de acuerdo con un gobierno que se ha impuesto terminar con el principal carburante de su supuesta sabiduría, la ignorancia. Si a través de ella, la Ignorancia, han podido llevar las opulentas vidas que hoy día mantienen, bien lo diría Pio IX “puesto que Dios nos ha hecho Papa, disfrutémoslo”, no mucho tiempo después muerto aparentemente envenenado.
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