No cabe duda que la educación es herramienta de desarrollo y condición indispensable de progreso. A lo largo del tiempo, las clases opresoras se han valido de proceso educativo, tanto en planteles estadales como privados, para conservar el orden vigente favorable a las clases explotadoras. Mediante programas y contenidos obsoletos, el capitalismo se ha empeñado en adaptar a los individuos al mundo tal como está, para quitarles a ellos todo sentido crítico a su pensamiento. Como respuesta a ese esquema seudo pedagógico que degrada e envilece al hombre, surge la necesidad de una educación popular que busca una pedagogía que hace de la opresión y sus causas el objeto de reflexión de los oprimidos, de lo que resultará el compromiso necesario para su lucha por la liberación. En síntesis, se trata que las personas puedan comprender la realidad como una totalidad concreta, comprender el lugar que ocupan en ella, su situación de oprimido, pues solo así podrán lanzarse a la tarea de cambiar esa realidad con un pensamiento critico y creativo, traduciéndose en la praxis en una ruptura definitiva entre dos culturas completamente antagónicas e inconciliables: capitalismo vs. Socialismo.
OPOSICION ENTRE VIEJA Y NUEVA EDUCACION
El diccionario de la real Academia Española define “reaccionario” como aquello que propende a restablecer lo abolido. Partiendo de esta premisa, podemos establecer esas diferencias inconciliables entre quienes se empeñan en mantener los vetustos cartabones de una educación obsoleta, y aquellos quienes promueven una educación donde el ciudadano sea sujeto de cambio y no objeto utilitario de las clases opresoras. Desde la desintegración del modo de producción primitivo con la aparición de la propiedad privada, el Estado y la división de la sociedad en clases, la educación ha sido siempre un diabólico mecanismo para someter a la masa trabajadora. Llámese sociedad esclavista, feudal o capitalista, siempre los vetustos patrones de la educación tradicionalista han estado al servicio de las clases explotadoras, contando para ello con la perruna colaboración de la iglesia católica, ese “opio de los pueblos” que por siglo ha engañado a la gente ofreciéndole sacrificio terrenal a cambio de una gloria celestial no comprobada científicamente.
ATRASO DE LA EDUCACION EN 1830 EN VENEZUELA
Durante el
inicio del periodo cuarto republicano, “la educación no constituyo
un asunto de preocupación para los políticos, estos solo se limitaron
a hacer vagas alusiones al asunto”, así lo expreso el Presidente
Carlos Soublette en 1838 al dirigirse al Congreso Nacional. Cabe resaltar
que para el momento, la situación escolar era bastante difícil; los
núcleos educativos dinámicos estaban concentrados en la Universidad
de Caracas y de Mérida. En la provincia apenas funcionaban varios colegios
nacionales fundados por el gobierno colombiano. Reforzando lo antes
dicho, bastaría con citar algunas de las consideraciones
de las Memoria y Cuenta de Antonio Leocadio Guzmán en 1830, Ministro
de Interior y Justicia (para la época equivalente al Ministerio de
Educación o de Instrucción Publica). Entre otras cosas,
el fundador del partido liberal de 1840 y padre de Antonio Guzmán Blanco,
dijo: “El Ejecutivo ha dedicado a este Ramo toda la atención a que
es acreedor por su importancia y por sus sensibles atrasos, pero necesita
una legislación protectora, orden y tiempo y todo esto le ha faltado”.
Igualmente, admite que “el país es un misterio. Apenas tenemos lo
necesario para la vida pues la guerra nos ha empobrecido”.
De la Educación Colonial Española al Estado Docente
Algunos autores han dividido en etapa la evolución de nuestra educación formal o sistemática venezolana. Uno de ellos fue Don Mariano Picón Salas, merideño destacado en las letras que se desempeña como Rector de la Universidad de Chile durante el gobierno populista presidido por Carlos Dávila. Como es sabido, la Republica Socialista de Chile apenas duró cien días, y aunque Dávila se autoproclamaba socialista, a la postre termino pareciéndose a Carlos Ibáñez del Campo. Desde sus mocedades, Picón Salas se inclinó por la ideología pequeño-burguesa, lo cual se evidencia en su dialogo epistolar cuando critica a los desterrados del gomecismo sus simpatías por el socialismo científico de Carlos Marx y Federico Engels. En “Comprensión de Venezuela”, obra publicada en Caracas en 1976 por Monte Ávila Editores, Picón Salas, dice: ”La herencia de la educación colonial y española, educación de palabras más que de cosas, educación que tras los claustros del siglo XVII parecía amurallarse contra la Naturaleza; educación que ya había procesado Miguel José Sanz en la aurora de nuestra revolución de Independencia, vino a complicarse con la retórica delirante que nos cerraba un contacto más directo con nuestro medio físico y moral. Nuestro atrasado sistema educativo prolongo hasta lo que nosotros llamaríamos hoy el periodo fraseológico de la cultura venezolana: la palabra divorciada de los hechos, suelta y autónoma en su vaga sonoridad”.
Picón Sala
cedió a la ideología pequeño-burguesa
Luego, vendría
el periodo de la escuela mutua, ó lancasteriana, llamada así
en honor a José Lancaster. Autodidacta dedicado a la enseñanza,
este londinense personalmente se empeñó en implantar en
Venezuela el sistema que había ideado en Londres en 1798. Cabe destacar
que durante la época que precedió a la Revolución independentista,
la educación estuvo circunscrita a los colegios y universidades bajo
un plan de estudio diseñado en la Metrópolis, teniéndose además
el debido cuidado de que no llegasen libros que incentivaran a
la juventud a revelarse contra la autoridad de La Corona Española.
Por esta razón, estaba terminantemente prohibido examinar y discutir
temas que fueran contrarios a los intereses del invasor. Tal era la
mordaza intelectual, que a Don Antonio Nariño por el solo hecho de
traducir el Contrato Social de Rousseau, fue encerrado en los calabozos
en Cartagena y trasladado después a España. Por cierto, la llamada
escuela normal de enseñanza mutua termino enlodada con un bochornoso
episodio hamponil, pues revela Leocadio Guzmán “que Lancaster después
de recibir abundantes recursos del Estado, sorprendió a todos con su
inesperada salida del país”.
El guzmancismo y la gratuidad de la enseñanza
La figura de Antonio Guzmán Blanco es una de las más controversiales de la Venezuela de la segunda mitad del siglo XIX. Como hombre de Estado, militar, abogado y adicto a la cultura parisina, ha sido sometido a los más variados estudios para determinar su actuación en el marco de una sociedad caracterizada por la desarticulación de los factores socio-económicos, culturales, demográficos, entre otros, como la más pura herencia de un proceso de luchas por la emancipación, aunado a los efectos de la “guerra larga”, “guerra de los cinco años” o “guerra federal”. Fue Ramón Díaz Sánchez, quien mejor estudio psicológicamente al personaje, sosteniendo que la megalomanía, la mitomanía, son las que determinan la elipse de una ambición de poder abierta por su padre Antonio Leocadio Guzmán. Progenitor e hijo ciertamente son un caso curioso de la historia, pues mientras Leocadio creyó que con papelitos se tumbaba al gobierno, el hijo a su turno entendió que la guerra era el camino para alcanzar el poder en aquella Venezuela que con inagotable frecuencia olía a pólvora.
El Ministerio
de Educación tiene su origen en 1870, cuando el entonces Presidente
Guzmán Blanco , establece por decreto la Instrucción Pública, gratuita
y obligatoria; estableciendo además que la misma sería de
dos especie: obligatoria o necesaria y libre o voluntaria. Pero se dice
que el papel aguanta todo lo que le pongan, lo cual explica como para
1873 el sistema educativo continuaba siendo precario, y solo atendía
a 3.744 alumnos en 100 escuelas publicas. Diez años más tarde, se
crea el Ministerio de Instrucción Pública, que continuo llamándose
así hasta final de la dictadura de Juan Vicente Gómez.
Quizás su
megalomanía lo lleva a impulsar tímidamente la educación
Es de notarse que en materia de enseñanza pública la dirigencia gubernamental de signo positivista hizo mayor empeño que la expresada por sus homólogos en 1830-1869. Se divulga en el país a partir de 1870 las ideas de pedagogos como Domingo F. Sarmiento, Horacio Man, Luís Felipe Montilla, Pestalozzi, Spencer, Herbart, Frobel y se acentúa la recepción de ideas y experiencias de Argentina, Chile, México, Uruguay, Bélgica, España, Estados Unidos, Francia e Inglaterra. La Revista de Instrucción Pública, órgano de divulgación pedagógica, publicaba bajos el auspicio del Ministerio del ramo a fines del siglo XIX, recoge este movimiento de ideas y experiencias educacionistas en el medio venezolano.
En líneas
generales, diremos que la educación en la época agrícola o pre-capitalista
era extremadamente deplorable. Solo podían acceder a la primaria y
secundaria las clases pudientes. El sistema de educación era deficiente
y escaso. La población rural carecía de medios económicos para acceder
a la educación, pues ésta era privilegio de las clases de mayor ingreso,
por demás muy limitado en su número. Las constantes luchas internas
por disputarse el poder, también impactaron en forma negativa
la educación superior durante el siglo XIX; llegándose a perder dos
importantes conquistas consagradas en los Estatutos Republicanos de
1827: la restringida soberanía universitaria y el patrimonio económico.
Por esta razón, la educación superior igualmente fue escasa,
casi inexistente en el interior del país, solo permanecían abiertas
ciertas universidades en las ciudades más importantes, tales como la
Universidad Central de Venezuela en Caracas y la Universidad de Los
Andes en Mérida. En cuando a las opciones a escoger solo había plazas
para determinadas carreras (como medicina, derecho y educación), razón
por la cual quien quisiera profesionalizarse en otras disciplinas debía
trasladarse fuera del país.
La educación en la época post-agrícola en Venezuela
Con petróleo
y muy poco sacrificio se comenzó a escribir la historia a partir de
la conversión de economía agrícola en minera en el siglo XX. Aunque
Juan Pablo Pérez Alfonso pensaba que el petróleo terminaría siendo
una maldición para el país, sin embargo seria necio negar su tremendo
impacto, llegándose incluso a modificar las relaciones de poder.
De sociedad pobre y rural, con el petróleo pasamos a convertirnos en
un país rentista, lo que incidiría en todos los aspectos de la vida
nacional. Veamos como describe esa realidad, Luís Ricardo Dávila:
“A pesar de que a comienzo del siglo XX éramos formalmente una nación,
muy pocos lo creían y menos lo sentían. Lo que unificaba al venezolano
era lo que lo dividía, y la gente se afiliaba a regiones, a causas
políticas, clases sociales, bandos políticos o montoneras caudillescas.
Se era andino, central, oriental, llanero o zuliano, campesino o citadino,
gomecista o antigomecista, abogado o comerciante, agricultor o zapatero,
pobre o rico, mucho más que venezolano”. Por eso el rasgo más distintivo
logrado en la pasada centuria fue tomar a un conjunto humano heterogéneo
y disímil y constituirlo como nación, regido por un proyecto sociopolítico
alimentado por el petróleo.
EDUCACION
PARA EL SALTO SOCIALISTA
Es de notarse que en materia de enseñanza pública la dirigencia gubernamental de signo positivista hizo mayor empeño que la expresada por sus homólogos en 1830-1869. Se divulga en el país a partir de 1870 las ideas de pedagogos como Domingo F. Sarmiento, Horacio Man, Luís Felipe Montilla, Pestalozzi, Spencer, Herbart, Frobel y se acentúa la recepción de ideas y experiencias de Argentina, Chile, México, Uruguay, Bélgica, España, Estados Unidos, Francia e Inglaterra. La Revista de Instrucción Pública, órgano de divulgación pedagógica, publicaba bajos el auspicio del Ministerio del ramo a fines del siglo XIX, recoge este movimiento de ideas y experiencias educacionistas en el medio venezolano.
En líneas generales, diremos que la educación en la época agrícola o pre-capitalista era extremadamente deplorable. Solo podían acceder a la primaria y secundaria las clases pudientes. El sistema de educación era deficiente y escaso. La población rural carecía de medios económicos para acceder a la educación, pues ésta era privilegio de las clases de mayor ingreso, por demás muy limitado en su número. Las constantes luchas internas por disputarse el poder, también impactaron en forma negativa la educación superior durante el siglo XIX; llegándose a perder dos importantes conquistas consagradas en los Estatutos Republicanos de 1827: la restringida soberanía universitaria y el patrimonio económico. Por esta razón, la educación superior igualmente fue escasa, casi inexistente en el interior del país, solo permanecían abiertas ciertas universidades en las ciudades más importantes, tales como la Universidad Central de Venezuela en Caracas y la Universidad de Los Andes en Mérida. En cuando a las opciones a escoger solo había plazas para determinadas carreras (como medicina, derecho y educación), razón por la cual quien quisiera profesionalizarse en otras disciplinas debía trasladarse fuera del país.
La educación
en la época post-agrícola en Venezuela
El “General Petróleo”, como suelen llamar algunos críticos a Juan Vicente Gómez, se aprovecho de esos fabulosos recursos provenientes del negocio petrolero, sin detenerse en consideraciones de respeto a nuestra soberanía. Para 1917, la aparición del preciado oro negro, va a deslumbrar al hombre que no se imagino que nadaría en un mar de dólares que nunca vio cuando administro La Mulera, la hacienda que en las frías tierras tachirenses había heredado de su padre Don Cornelio. Con petróleo y muy poco sacrificio se comenzó a escribir la historia a partir de la conversión de economía agrícola en minera en el siglo XX. Aunque Juan Pablo Pérez Alfonso pensaba que el petróleo terminaría siendo una maldición para el país, sin embargo seria necio negar su tremendo impacto; llegándose incluso a modificar las relaciones de poder como se refleja en el debate y la conducta de los actores que han protagonizado la historia contemporánea .
De sociedad
pobre y rural, con el petróleo pasamos a convertirnos en un país rentista,
lo que incidiría en todos los aspectos de la vida nacional. De ahí
que el mundo agrícola en contraste al país petrolero haya creado comportamientos
distintos y opuestos. Veamos como describe esa realidad, Luís Ricardo
Dávila: “A pesar de que a comienzo del siglo XX éramos formalmente
una nación, muy pocos lo creían y menos lo sentían. Lo que unificaba
al venezolano era lo que lo dividía, y la gente se afiliaba a regiones,
a causas políticas, clases sociales, bandos políticos o montoneras
caudillescas. Se era andino, central, oriental, llanero o zuliano, campesino
o citadino, gomecista o antigomecista, abogado o comerciante, agricultor
o zapatero, pobre o rico, mucho más que venezolano”. Por eso el rasgo
más distintivo logrado en la pasada centuria fue tomar a un conjunto
humano heterogéneo y disímil y constituirlo como nación, regido por
un proyecto sociopolítico alimentado por el petróleo.
Pero el maná
proveniente de la renta petrolera no llegó a mejorar y menos a
estimular nuestro sistema educativo durante esas tres primeras décadas
del siglo XX. De 1908 a 1935, la educación estuvo desasistida por parte
del Estado. Por ejemplo, la Universidad Central de Venezuela (“La
casa que vence las sombras”) permaneció cerrada desde 1912, hasta
1925. El índice de analfabetismo alcanzaba al 70% y el 90% no sabia
leer ni escribir. La inscripción escolar en primaria era considerablemente
inferior a la de la época guzmancista, pues para 1883 habían inscrito
no menos de 91.462 alumnos.
UNA LUCESITA EN EL TUNEL
Con la muerte de Gómez en 1935, otro gallo canta en el patio, comenzándose a visualizar una tenua luz en el túnel. Al periodo de la Paz de los Sepulcros o Silencio de Varsovia imperante durante veintisiete años, irrumpe el país cansado de resignarse al temor de terminar añejando sus huesos en La Rotunda o el Castillo de Puerto Cabello. Manifestaciones callejeras, huelgas obreras y encendidos editoriales en una prensa que había estado amordazada por la censura gomera, van a marcar el inicio de una nueva era en la vida republicana. El 21 de febrero de 193 el Presidente Eleazar López Contreras da a conocer el llamado “Programa de Febrero”, en el que hace un diagnostico de las áreas problemáticas del país y de las soluciones más convenientes para enfrentarlas. Se plantea entonces reorganizar la educación mediante, la lucha contra el analfabetismo, el estimulo al deporte, la creación de Escuelas Normales para la formación de maestros de primaria y el Instituto Pedagógico Nacional en 1936, para capacitar profesores para la educación media, así como también la creación de escuelas de artes y oficios. Entre 1936 y 1945(quinquenio lopecista y periodo inconcluso del medinismo), también en materia de educación superior se adelantaron decisiones de importancia que contribuyen a la expansión y mejoramiento cualitativo del sector. En las universidades se hacen los primeros intentos por salir del modelo exclusivista de las profesiones liberales y por articular más su misión con las necesidades socioeconómicas del país. Es así como durante estos periodos, la Universidad Central crea Facultades de Agronomia, Veterinaria, Economía, Arquitectura, Cienciqas y Humanidades y Educación. Las Facultades más antiguas de Ciencias Jurídicas y Politica, Ingenieria y Medicina, fueron modernizadas y se crearon los primeros institutos de investigación.
EL PADRE DE LA CRIATURA DE 1940
Sin lugar a duda que el segundo encontronazo entre la iglesia y el Estado durante la primera mitad del siglo veinte, fue motivada por la Ley de Educación de 1941. Ya en 1929 se había registrado otro incidente cuando Gómez expulsó al Obispo de Valencia, Montes de Oca, a quien el propio dictador con su proverbial sarcasmo ofreció “generosamente” dinero para sus gastos en el exterior. La autoría de ese instrumento legal, se atribuye al doctor Alturo Urla Prieti, Ministro de Educación, quien asume la cartera el 19 de julio de 1939 por decisión del Presidente López Contreras. Su nombramiento levanto oposición en los colegios católicos y por sectores del propio gobierno, unos por sus opiniones ante la oposición de la iglesia con respecto a la mencionada ley, y otros por su edad y por vincularlo a tendencias izquierdistas.
Uslar Prieti
había obtenido su doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad
Central de Venezuela, en 1929. Profesor de la facultad de Derecho,
también participa en la creación de la Facultad de Economía de la
misma casa de estudio. Como funcionario político llegó a ocupar los
destinos más altos de la nación, salvo la Presidencia de la Republica.
Novelista, crítico literario y autor de la polémica “Ley Uslar”
que modernizó la pedagogía venezolana, también se destaca como Ministro
de Hacienda y luego de Relaciones Interiores de Medina Angarita, en
cuyo último desempeño se anota el mérito de haber vaciado las cárceles
de presos políticos por primera vez en el siglo XX.
La Ley de Educación
de 1940 tuvo como sustrato ideológico la educación integral del niño,
con su debida adecuación al medio donde vive. Previo el legislador
que la escuela moderna debe tener unas arquitectónica apropiada y dotada
de espacios, auditorio, laboratorio, taller y patio de deporte, así
como dependencias administrativas que incluyen dirección, biblioteca,
sala de profesores, servicios complementarios como la Cruz Roja, cooperativa
y departamento para la unidad sanitaria. Por otra parte, también
el legislador hizo entonces hincapié en proyectar la escuela a la comunidad,
de manera que la institución, además de ser escenario donde se imparten
los conocimientos, actúa como mecanismo de un programa de asistencia
social dirigido tanto a los alumnos como la comunidad en general.
Derrocado por los adecos en 1945 redujo a 50% el analfabetismo
Isaías Medina Angarita era hijo de un general coriano que tuvo significativa actuación durante el periodo federalista. Como Jefe de Estado se le reconoce a Medina Angarita haber impulsado cualitativa y cuantitativamente los tres niveles de nuestro sistema educativo; reduciendo las cifras del analfabetismo en un 50% a pesar de que no lo dejaron concluir su mandato. Entre otros logros está haber expropiado los terrenos de la “hacienda Ibarra”, donde con la colaboración del afamado arquitecto Carlos Raúl Villanueva, edificó la Ciudad Universitaria de Caracas, campus principal de la Universidad Central de Venezuela, dotando así de una nueva infraestructura a nuestra Alma Mater. Fue el doctor Rafael Vegas Sánchez, último en asumir el Ministerio de Educación durante el mandato del último de los “andinos en el poder”, pues a partir de octubre de 1945 se iniciaba otro ciclo histórico que sustituye al trípode Jefe-Ejercito-administración que regía desde octubre de 1899 en Venezuela. No caben dudas que Rafael Vegas tuvo una dilatada actuación como educador, acumulando meritos por su valiente actuación en la lucha contra los regimenes despóticos. Participa en los sucesos de la Semana del Estudiante en 1928, se involucra en el asalto al Cuartel San Carlos el 7 de abril del mismo año, y luego se va al exilio para continuar sus estudios en la Facultad de Medicina en París, carrera que va a interrumpirse cuando decide en 1929 unirse a la “Expedición del Falke" encabezada por Román Delgado Chalbaud. Especializado en psiquiatría en la Universidad de Barcelona (España), Rafael Vegas mostró interés por la problemática de los “jóvenes errados”, y en ese sentido propuso entonces un proyecto que dio origen al Instituto de Reorientación a Menores y en el Consejo Venezolano del Niño.
Rafael Vegas
Sánchez, Ministro de Educación ejemplar
EDUCACION DIFERENTE ENTRE BETANCOURT Y GALLEGOS
Aunque cierto
tiempo estuvieron juntos pero no revueltos, lo cierto es que
jamás existió la misma vocación entre un villano
“político” como Rómulo Betancourt , y aquel ilustre novelista
y pensador latinoamericano que hizo del insigne Rómulo
Gallegos el orgullo de una generación esclarecida que poco a
poco se iría distanciando del “Napoleón de Guatire” ( así
también llamaban a Betancourt por sus atrocidades despóticas).
Porque Gallegos fue noble y honrado, muchos estudiosos del proceso republicano
consideran que fue otra victima de las constantes marramuncias reptiles
del fundador de Acción Democrática. Tan noble era Gallegos que una
oportunidad siendo Presidente le pidieron la cabeza de Betancourt a
cambio de respetarle su permanencia en el poder, y sin embargo el autor
de Doña Bárbara se limitó a responder: “Puede un alumno traicionar
a su maestro, pero nunca un maestro traicionar a su alumno”.
También se
dice que gracias a Luís Beltrán Prieto Figueroa, el doctor Humberto
García Arocha y por supuesto a Don Rómulo Gallegos (todos ellos factores
de contrapeso ante los desmanes del llamado trienio betancuriano), la
educación venezolana se salvó de involucionar unos cuantos años luz,
pues las pandillas envalentonadas que rodeaban a Betancourt (1945-1948)
les importó un bledo la educación del pueblo. Años más tarde, el
propio Betancourt con su acostumbrado cinismo de empedernido fariseo:
reconoció que el sectarismo, los juicios de peculados contra medinistas
y el decreto educacional 321 que favorecían al Estado Docente , fueron
desaciertos que lamentó amargamente. ¿Cómo creerle al mismo que durante
su segunda presidencia, ordenó disparar primero y averiguar después?
A Prieto
Figueroa se debe el Estado Docente
kameleljuri@gmail.com