“El pensamiento radical ya existe en el partido y está actuando, no es necesario organizar un “partidito” dentro de nuestra organización”.
El texto citado corresponde a un artículo presuntamente de Néstor Francia, el cual me llegó vía Internet. Aparte de esa advertencia del autor, acerca del crecimiento del espíritu crítico, lo innecesario del fraccionalismo en el Psuv, sugerente expresión, no fatalmente apropiada, de “radical”, hay también una importante referencia a la diputada Iris Varela.
Allí se dice que la tachirense puso a la orden su cargo en la dirección nacional del partido, lo que justificó en las irregularidades o fallas de quienes le dirigen en su entidad. Lo que visto así, no pareciera tener sentido.
No obstante, de nuevo se quedó en la denuncia contra la dirección regional; ya la había hecho en la oportunidad de conocerse los resultados de las elecciones a gobernadores contrarios al chavismo.
Si lo anterior le comparamos con las críticas de la “Marea Socialista”, mencionadas en el mismo artículo, podríamos en lo inmediato concluir que la lideresa tachirense, sin negar pertinencia a sus opiniones, pero tomando en cuenta su rol de dirigente nacional, no tuvo la certeza que se debería para juzgar el desarrollo de los acontecimientos.
El funcionamiento del partido, su desempeño como vanguardia revolucionaria, carácter del vínculo entre el pueblo y los funcionarios gobernantes, deber de vigilar que éstos cumplan cabalmente en conformidad con su valoración revolucionaria, parecieran no estar a la altura de las circunstancias.
No deben estarlo, no determinantemente por lo que digan los resultados electorales, lo que si es un indicio, sino también porque no se puede ser juez y parte y, de paso, esperar que la justicia marche expedita.
Ganar o perder elecciones depende de diversas variables. Los adecos se cansaron de ganarlas y su gestión es historia conocida.
Lo lamentable es que nuestra estrategia, táctica y mejor buena fe esté puesta en el interés de servir a la mayoría de los venezolanos y éstos, en una gran porción se muestran impenetrables a nuestro esfuerzo y otra comience a dar ligeras manifestaciones de inconformidad o cansancio.
Es obvio, que en esto hay mucha tela que cortar. En una cosa no se agota asunto tan complejo, como aquello de creer, desde una perspectiva nacional, que el asunto concierne sólo a una dirección regional. En muchas capitales de estado venezolanas, donde se ganó o perdió, eso es indiferente, pues siempre habrá con razón mucha inconformidad, se escucha culpar a dirigentes locales de deficiencias cuyas causas están más allá de ellos.
Que gobernador y alcalde sean jefes del partido, lo que no demandan los estatutos, los cuales claman contra nepotismo y burocratismo, no es proceder focalizado en un estado en particular. Que de paso ellos escojan al gusto y ad hoc, dirigentes o mecanismos ocasionales, para tareas específicas como las elecciones e ignoren a las patrullas existentes, legalizadas, de las cuales muchas se reúnen sin control ni auxilio de nadie, son conductas que se reproducen aquí y allá.
¿Cómo entender que existiendo unas patrullas en función, las cuales sin convicción, sustituyeron a los batallones, con una disciplina y hasta fallas determinadas por los vacíos que debieran ser cubiertos por las direcciones medias, que no existen, por lo menos como tales, se promulgan improvisadamente disposiciones que les derogan o paralizan para dar origen a una organización electoral paralela? ¿Cómo sobreponer de manera tan drástica y desorganizada algo transitorio a lo estratégico que implica construir el partido? ¿Es pertinente la modificación incesante de las formas organizativas de base, sin darles tiempo de madurar ni evaluarlas adecuadamente? ¿Cómo puede operar un partido sin vínculos intermedios entre la base y la capa dirigente o lo que es lo mismo, sin conexión física, humana, entre dirigentes y dirigidos?
Pero hay algo más obvio – aunque es verdad que no hay peor ciego que quien no quiere ver – ministros u otros funcionarios súper ocupados, les nombran vicepresidentes del partido. Y así, de esa manera, éste termina siendo una especie de agencia gubernamental, que rinde cuenta a ella misma. ¿Nepotismo y burocratismo, condenados en nuestros estatutos, no están implícitos en esos procederes?
Por todo lo anterior, el artículo de Francia, quizás porque uno ya está cansado de tanta sutileza que a nada nos conduce, como si evaluara demasiado alto las opiniones de Iris Varela, quien muy cerca está del manantial de las causas, pero sólo percibe las fallas de los dirigentes tachirenses, quienes “hacen lo que ven” y piensan “que lo que es igual no es trampa”.
Pero la respuesta no es el fraccionalismo como dice Francia, lo que queremos subrayar. Hay demasiadas muestras de una fuerte corriente que advierte las fallas y ofrece soluciones. Llamemos al debate y a un Congreso que se asuma crítico, en actitud de cambio y capacidad para enderezar entuertos.
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