En primer lugar, el señor Pérez en su artículo me lanza una cantidad de adjetivos, me llama escribidor, artillero de la desesperanza, ametralladora del pensamiento anti socialista, cronista de la insatisfacción, artillero del realismo capitalista, arcabucero sin historia ni futuro ni esperanza pero de buena pluma manipuladora. Debo reconocer que el señor Pérez es muy gracioso, me gustó muchísimo el término de arcabucero, me lo imagino frente a mí blandiendo una espada para tocar mis hombros y nombrarme “arcabucero de la oligarquía de Santiago León de Caracas”. De verdad que hay que tener un ingenio quijotesco para acuñar tal adjetivo a mi persona. Ya mis amigos me llaman el arcabucero, y me siento hasta complacido, creo que sería un estupendo seudónimo.
Todos los títulos que me da el señor Pérez, responden más o menos, a esa historia del mensajero que llega frente al rey con una mala noticia, y el rey dice, maten al mensajero. Es una forma ya muy usada dentro del círculo de aquellos que se consideran auténticos revolucionarios, por supuesto, sin que uno sepa cuáles son las cualidades que poseen para ostentar tal condición y tener la osadía de restregarla en la cara de los demás. Es un recurso un tanto desgastado ya, para distraer la atención de los argumentos centrales en discusión y atribuir a los críticos, inconfesadas motivaciones ocultas, contrarrevolucionarias, oligarcas e imperiales. Pienso que este estilo de discurso que pretende denigrar al contrario es cada vez menos eficaz, de hecho, el artículo del señor Pérez ha sido muy poco leído hasta los momentos.
El señor Pérez, señala en su artículo cosas como la siguiente, “mucho menos dice o insinúa nuestro comentado cronista (ese soy yo el arcabucero), que el aumento del crecimiento exponencial del uso de ese medio masivo “atestado de gente” y con “…muchos vagones (que) no tienen aire acondicionado”, con todo y las fallas gerenciales y operativas, es la consecuencia natural, no solo del crecimiento poblacional de la capital, sino del incremento real de las oportunidad es de estudio, trabajo y recreación derivada de un proceso revolucionario dirigido a beneficiar a la gente…”
En primer lugar eso del aumento del crecimiento exponencial suena un poco cantinflesco (de Cantinflas). El señor Pérez parece no saber que cuando se diseña un sistema de transporte público, éste debe contemplar el crecimiento poblacional y el consecuente aumento de la demanda, debe contemplar que los requerimientos de mantenimiento serán mayores cada día, por lo tanto, eso que señala como consecuencia natural no sirve como justificación. Lo mismo pasa en general con todos los servicios públicos, agua, electricidad, teléfonos. El señor Pérez parece olvidar que existe algo que se llama planificación, y que en socialismo, la planificación es el instrumento por excelencia para hacer frente al mecanismo de mercado. Más aún, hasta en el sistema capitalista se usa la planificación en el sector de los servicios públicos y también a nivel de las grandes empresas. Por otra parte, Caracas no es la única ciudad del mundo que cuenta con un Metro, y por supuesto, no es la única ciudad en el mundo que crezca, y eso no implica que en todas partes colapse el sistema. Por ejemplo, la primera línea de metro subterráneo de Nueva York se abrió en 1904, funciona las 24 horas, todos los días del año; sólo tres Metros en todo el mundo lo hacen. En 2009 viajaron en el Metro 1.579.866.600 pasajeros, con una media en días laborables de 5.086.833 de usuarios. Nueva York cuenta con más de 8 millones de habitantes en la actualidad. Y para que no me acusen de hacer apología del capitalismo, también tenemos el Metro de Moscú inaugurado en 1935 y que transporta en la actualidad alrededor de 3.341.500.000 personas al año y cerca de 9,2 millones de personas lo utilizan diariamente. Aparentemente, estos sistemas de transporte masivo han funcionado bastante bien y por muchos años y con poblaciones crecientes, sin que haya habido un colapso por como dice el señor Pérez “la consecuencia natural del crecimiento en la demanda de transporte”.
Este es el meollo del asunto, que en la construcción del socialismo no podemos justificar la falta de previsión y planificación, ningún discurso anti imperialista (usado como pretexto) puede sacarnos del apuro. En este punto, recuerdo una anécdota de mi padre. En 1963 se encontraba en Cuba, contratado como médico especialista para organizar los servicios de psiquiatría y neurología del hospital de Santiago de Cuba. Mi padre estaba incómodo con la actitud de una enfermera que siempre llegaba tarde y le llevaba con retraso los expedientes de los pacientes, con la consiguiente demora en la consulta. Finalmente, le reclamó a la enfermera su actitud, frente a eso, ella respondió con un discurso donde salió a relucir el bloqueo a la isla y el imperialismo yanqui, mi padre le respondió que él nunca había visto un buque de guerra norteamericano paseándose por el pasillo del hospital que le impidiera cumplir con su deber a tiempo.
Vamos a ponernos el parche antes de la herida, no quiero decir que el imperialismo no existe, no quiero decir que el imperialismo no ha sido portador de muerte y miseria en los países colonizados, no quiero decir que el imperialismo no ha explotado a los pueblos donde ha puesto su bota -y más de una vez escribí una pancarta el lema de Yanqui go home- simplemente quiero señalar que no podemos usar el argumento del imperialismo como si fuera mentol chino para explicar todas las fallas, errores y omisiones que se puedan cometer en la construcción del socialismo. Además, debo objetar que frente a cualquier crítica, quienes se autodenominan revolucionarios a tiempo completo (muchos de los cuales sólo trabajan a medio tiempo y a media máquina) salen a estigmatizar a quien hace la crítica. Me gustaría saber qué relación tiene esta actitud de piel delicada frente a las críticas con las denominadas 3 R, ¿cómo puede haber revisión, rectificación y reimpulso si no enfrentamos la crítica con acciones y no con ataques destemplados a quien señala los errores?. Generalmente, el argumento es que no se le puede dar municiones al enemigo, como si el enemigo no tuviera sus propias municiones.
Por otra parte, el señor Pérez quiere minimizar el problema señalando los éxitos del proceso, los cuales han existido, y producto de los cuales el Presidente mantiene un alto nivel de popularidad, pero no podemos quedarnos ahí. La gente y es lo lógico, termina por acostumbrarse a las cosas buenas y las comienza a ver como rutinarias, como algo que tiene que ser así, entonces comienza a desear más, es algo totalmente humano. La razón por la que el Metro de Caracas está en el ojo de la tormenta tiene que ver con la sensación que tenía la gente de que el Metro era sinónimo de eficiencia y buen servicio, y de pronto, esa imagen fue cambiando hasta llegar al estado actual.
Nunca debimos llegar a la situación de tener que recomendar a la gente que no use el Metro y prefiera el sistema de transporte superficial, mucho más caro y más lento por cierto. Que sacamos con tener un Metro barato si no lo podemos usar, sobre todo en las horas críticas. La insatisfacción en los usuarios del Metro y los comentarios que se hacen, es más dañina para el proceso bolivariano que mil artículos que se escriban al respecto.
El señor Pérez también me ataca por usar un argumento anti comunista y lo expone de esta manera:
“…nuestro cronista de la insatisfacción, recurre al anticomunista argumento del derrumbe del modelo socialista europeo para concluir, que “ fueron los nietos y bisnietos de los revolucionarios de Octubre del 17 los que dieron al traste con la Unión Soviética”; sin reparar, por supuesto, en la contribución fundamental que el Socialismo y los revolucionarios del mundo hicieron para liberar más de la mitad de la Humanidad de la semiesclavitud, el oscurantismo feudal, el colonialismo y, enfrentar al imperialismo militarista y explotador en su pretensión de someter a todos los pueblos del mundo, a la Humanidad toda y a su hermoso planeta azul, a su nueva arquitectura de terror nuclear, de gobierno global y depredación de la naturaleza, con el fin de salvarse de la profunda crisis sistémica en la que se encuentra.”
En primer lugar, no se trata de un argumento, sino de una realidad, la URSS se extinguió y es un hecho cierto. Aún hay mucha tela que cortar respecto a las causas del derrumbe, pero si aplicamos la tesis marxista de que la superestructura ideológica se sostiene en la estructura económica, deberíamos concluir que algo muy malo pasó en esa estructura económica que terminó por colapsar todo el edificio. El señor Pérez nos habla de la cruzada de la URSS a favor de la liberación de los pueblos y el enfrentamiento con el imperialismo. Creo que se le olvida al señor Pérez la invasión soviética a Hungría, a Checoslovaquia y a Afganistán. También se le olvida el episodio de los 60, la crisis de los misiles rusos en Cuba que colocó al mundo al borde del holocausto nuclear. Cuando habla del hermoso planeta azul -el señor Pérez tiene alma de poeta sin duda- se le olvida que la industria soviética tuvo muy poco de ecológica. En cuanto a la liberación de más de la mitad de la humanidad, tenemos que ver que esa humanidad ha recaído en el más aberrante capitalismo salvaje.
La lección que debemos aprender de la extinta Unión Soviética, es que la construcción del socialismo en la actualidad, debe ser muy distinta de aquella que se dio en esa confederación de países. Uno de los problemas que aquejó a la URSS fue la falta de transparencia, el ocultar los errores que se cometían y a los cuales no se les daba solución, el ocultamiento de las deficiencias de la revolución con un eterna y aburrida alegoría de los éxitos, y una propaganda permanente acerca de la capacidad de producción a gran escala en acero o mantequilla, en clara competencia con los gringos. El señor Pérez se olvida completamente de Stalin que realizó purgas masivas en el Partido, que terminaban en el paredón o en Siberia, siempre apelando a la acusación de traidores y contrarrevolucionarios de aquellos que manifestaron un espíritu crítico. Finalmente, los problemas se acumularon y la insatisfacción de los rusos también, hasta que todo se vino abajo sorpresivamente, el velo de silencio fue tan grande que hasta la CIA fue sorprendida por el colapso. Aparentemente, el señor Pérez tiene mucho de estalinista, lo imagino con un dedo en sus labios haciendo “chito”, no critiques, o te acusaré de contrarrevolucionario y te expondré al escarnio público con mi pluma de Inquisidor, y serás conocido en el reino como “el arcabucero” para tu desgracia y la de tus descendientes.
En otro párrafo, el
señor Pérez señala “…nunca como ante hacemos lo necesario para
que todos y todas vivamos mejor y,
aunque la canalla imperial y sus vasayos y artilleros no lo reconozcan,
mucho tiempo después de que todos los que vivimos sobre la faz de la Tierra
nos hayamos extinguidos, nuestro pueblo y la Humanidad toda disfrutará
de un mundo incomparablemente superior al mundo de explotación, depredación
y la guerra creados por los Propietarios, porque esta escrito, que no
solo no estamos en el fin de la Historia, sino que apenas estamos en
el inicio de la verdadera historia de la Humanidad, esta que la estamos
haciendo los pueblos y la construirán las trabajadoras y los trabajadores
de Venezuela y del planeta Tierra.”
Este discurso casi bíblico estuvo a punto de hacerme caer de rodillas, derramar lágrimas de gozo y gritar aleluya “hermano Cocó”, sobre todo, cuando en un estilo de pastor iluminado nos dice que “está escrito” que no estamos en el fin de la historia sino en el principio. Creo que después de tan magnífico discurso, sólo se puede esperar una melodía de órgano y un coro de voces celestiales que exalten la fe más absoluta en el advenimiento del Paraíso en la Tierra.
Me cuesta creer que el devenir histórico esté escrito en ninguna parte (será que nuestro pastor iluminado habrá encontrado unas tablas como las de Moisés en el Avila o Guaraira Repano). No creo en una Historia lineal, como decía Marx, la historia se repite unas veces como comedia y otras como tragedia y podríamos agregar como tragicomedia también. Es obvio que el señor Pérez espera extinguirse antes de ver el Paraíso en la Tierra, bien por él, a mí por el contrario, me gustaría ver algo de ese paraíso antes de irme de aquí y creo que es el deseo de la gran mayoría. El futuro no es más que el resultado de las acciones y las decisiones que tomamos en el presente. Hagamos las cosas bien en el presente, critiquemos lo que tengamos que criticar sin complejos y busquemos las soluciones que debemos aplicar, y posiblemente, el futuro será lo que esperamos, mejor que el presente, con más justicia y equidad, pero sin llegar al Paraíso que promete el “hermano Cocó”, pues no creo en paraísos terrenales ni celestiales, creo en el hombre y su complejidad, en su capacidad para superar los problemas que siempre estarán presentes porque forman parte de la existencia misma.