El liderazgo más importante para un país es el de su juventud; sin embargo, existe poca reflexión al respecto. Vamos a atrevernos a plantear algunos elementos. Primero: ser joven y querer ser líder es tomar el “testigo” de generaciones que han planteado, luchado y construido caminos para la justicia social, la libertad y la igualdad de los seres humanos.
Ser líder juvenil es comenzar a gobernar el mundo, eso sí mandar obedeciendo. Gobernar es un esfuerzo que está signado por la modelación, humildad y vocación democrática. Conducir sólo se justifica para transformar lo injusto en dignidad, lo opresivo en emancipación, la explotación en liberación y quien mejor que los jóvenes para hacerlo, pero este ejercicio debe iniciarse desde su praxis en las universidades. Segundo: la mayoría de los estudiantes universitarios cuentan con una edad entre los dieciocho y veintiocho años. Un líder universitario debería ser parte de este universo, rompiendo con la odiosa práctica del dirigente profesional que envejece respecto a sus pares al cursar hasta cuatro veces el ciclo temporal normal de un estudiante.
Un liderazgo estudiantil revolucionario está llamado a serlo en cuanto sea joven. Tercero: las mujeres cada vez son más en la conformación de la matrícula universitaria; sin embargo esto aun no se refleja de manera contundente en los procesos de conformación del liderazgo estudiantil. Es urgente avanzar en el quiebre del modelo patriarcal desde la utopía y el liderazgo universitario. Cuarto: el líder universitario está llamado a desarrollar prácticas que rompan los esquemas de una sociedad y una economía rentista; es decir, debe tener capacidad y disposición para no dejarse seducir por la prebenda y no centrar su lucha en lo material. Es negar la herencia negativa de la peor burocracia. Quinto: no basta con criticar el modelo social decadente que nos impone el capitalismo globalizado, sino que se hace urgente y necesario enseñar con el ejemplo que ser independiente como Nación demanda conocimiento de alta calidad con pertinencia social, que no es otra cosa que capacidad resolutiva de problemas. Alcanzarlo requiere mucho estudio para hacer ciencia comprometida con el pueblo y más lucha para tener claro donde están las necesidades y quienes son indiferentes ante ellas.
Nuestros jóvenes tienen que volver a sentir el orgullo de tener un morral cargado de críticas sobre todo oprobio, ideas para hacer revolución pero también excelentes calificaciones. Sexto: somos uno de los países con mayores reservas petroleras, agua y biodiversidad. Cada tesis que se postule desde la ciencia que aman los jóvenes debe contribuir a la preservación del ambiente como resistencia a la barbarie capitalista planetaria. Séptimo: un liderazgo que construye una sociedad justa y solidaria es en si mismo alegre y esperanzador, abundante en consignas libertarias acompañadas de la sonrisa propia de los soñadores justicieros, junto a la mirada ingenua de quien no calcula cuánto gana y cuánto pierde en cada batalla. Finalmente, cuando encontramos en todos los rincones del país y en sus universidades líderes estudiantiles que hacen suyo este paradigma, nos animamos a decir con la negra Mercedes Sosa, ¡que vivan los estudiantes!
El autor es Editor de la Revista COMUNA: pensamiento crítico en la revolución. luisbo@gmail.com @Luis_Bonilla_M
