La talla de Chávez ante el destino

“Nuestro Comandante Chávez, además del don de mando, tenía dos características de todo gran jefe y conductor: ‘Su desinterés es igual a su generosidad. Generoso hasta el exceso’ En la riqueza y en la pobreza no vacilaba en compartir con el pueblo infortunado sus precarios bienes”.

Es la inmensa soledad afectiva que a causa de su naturaleza han de arrastrar los grandes hombres por la singularidad de su temperamento. Singularidad que como hemos visto no proyecta solamente, sobre los objetos de amor, sino sobre hijos del camino, simpatizantes y pueblo.

Sobre ese aporte genotípico: centrado por una afectividad tumultuosa y vital, donde las pasiones más opuestas estallan rutilantes contra una voluntad, una inteligencia y un poder creador excepcional, actuará el destino.

Chávez fue sin duda en muchos aspectos tal como nos lo presentan innumerables de sus detractores, empedernido Bolivariano y socialista, convencido de sus ideas, de un amor al pueblo colindante con el delirio, como también son igualmente ciertas las virtudes señaladas por sus apologistas. El error se inicia al relativizar lo absoluto o absolutizar lo relativo. La falacia comienza cuando se omiten las sombras, luces y destellos que en su alma coexisten sin contradicciones y aun con ellas.

¿Es que hay alguna razón para que un Chávez avasallante sea capaz de persuadir a enconados adversarios? ¿Es que acaso está reñida esa hilaridad, de la que hizo gala, con sus arranques mesiánicos? Por encima de sus errores, arrebatos, precipitaciones y fracasos predomina, tal es su genio y grandeza, su crédito de conductor y estadista.

Chávez, era gruñón a ratos con sus adversarios y desconsiderado e incómodo la mayor parte de las veces. Se reía, sin embargo, a carcajadas, tenía un gran sentido del humor y dejaba caer, en medio de cálida familiaridad, chistes y chascarrillos para delicia de los presentes.

Chávez es impredecible y desconcertante. Es singularmente honesto en materia administrativa y sinuoso en el respeto que le merecen las leyes de la República, de la que es artífice.

El Comandante Chávez es ejemplarmente sincero en sus planteamientos ideológicos: no ahorra juicios por duros y enojosos que ellos sean, como se palpa en sus discursos. Por ser descarnadamente perspicaz acierta en sus predicciones por más que arrastre el destino de Casandra. Chávez era genial en la fragua y en la verbalización de su juicio. Pero sólo cuando oteaba el infinito, ante la inmediatez, llevado por la conveniencia, podía ser duro, torcido y amañado. Era un gentleman en toda la regla y también oportunista. Meticuloso hasta lo obsesivo en la administración. Libre de todo escrúpulo en amistad y solidaridad. Era capaz de elevarse por encima de nuestras pasiones.

Nuestro Comandante Chávez, en lo que a carácter se refiere, está hecho de pares encontrados. Es franco y también torcido; desconfiado e ingenuo; es el héroe en el más estricto sentido de la palabra y también el aventurero. Es justiciero y al mismo tiempo indulgente. Es apasionadamente crédulo y absolutamente certero sobre el gran destino de nuestra Patria. Es estoico. Admira profundamente a Bolívar y hace gala de su bolivarianismo. Es el hombre de las circunstancias conocidas a las que se atribuyen valor causal dentro de teoréticas discutibles.

Para captarlo en su dimensión humana debemos acercarnos a él sin esquemas preestablecidos, colocándonos en situación de duda universal; dejando que los hechos y las palabras hablen por ellos mismos; sin forzar correlaciones: que su imagen fluya espontánea, absteniéndonos del menor esfuerzo por encauzarla. Debemos recoger todas las opiniones y observaciones emitidas sobre él por amigos y adversarios, para luego someterlas al tamiz de las leyes de la fenomenología, del desarrollo lógico y de la verificación experimental. Algunas opiniones serán universalmente coincidentes; otras por constelaciones de apasionados testigos; unas, aceptadas y otras negadas; y algunas, nos sorprenderán por inusitadas. La unanimidad de criterio, aunque puede ser buen indicio de verosimilitud, no es prueba de certeza.

En las descripciones de los grandes hombres, los autores con un mínimum de honestidad y ambición suelen ser sinceros, aun dentro de la inevitable subjetividad. Por grande que sea la admiración de un biógrafo hacia su héroe, no es capaz de falsear ciertos hechos. Es comprensible que sus adversarios traen a colación y magnifican como es el caso de la burguesía. ¿Hasta qué punto son verdaderas sus acotaciones?

Chávez promueve en los imperialistas, al igual que en la burguesía, una tremenda antipatía, que antes de soslayar refuerza frontal y desmedido, salvo aquellos casos donde la necesidad política es superior al temperamento.

Era un gran orador. Por el histrionismo que lo caracterizaba y el fuego de sus convicciones era capaz de comunicar su entusiasmo tanto al palurdo como al más docto humanista. El Comandante Chávez en reuniones íntimas, en el seno del consejo de ministros, las asambleas y en sus arengas a campo abierto, era un hombre diáfano, preciso en los conceptos, acertado en la metáfora, elegante y entusiasta en el decir. Además era dueño de la palabra. Pero donde su genio se recrecía para asomarse imponente era al negociar. Más que persuadir embelesaba, seducía, se apoderaba de su interlocutor para insuflarle sus creencias, la bondad de sus procedimientos, la conveniencia de sus medidas, lo inevitable de sus vaticinios; la necesidad impostergable de llegar a un acuerdo, con un minino de concesiones por su parte.

Y sea el momento de preguntarse, como una prueba más de su amor humanista impredecible. ¿Cómo reacciona ante los que han atentado contra su vida en aquel abril 2002?

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los cinco cubanos héroes de la Humanidad!

¡Ahora más que nunca –con– Chávez!


manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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