Aún cuando hay un dicho en política pragmática de que en su terreno “nada es seguro”, toda acción política o politiquera trata de obedecer a criterios de cálculo, casi siempre oportunistas. Se presumen tendencias con base en comparaciones de hechos o procesos anteriores que parecen semejantes, o se pronostican de acuerdo a sondeos de opinión o encuestas para pulsar el estado de las cosas. Se supone, en consecuencia, que las direcciones políticas, junto a sus asesores o expertos, definen estrategias y tácticas tomando en cuenta los resultados de esas estimaciones y mediciones para no errar o aproximarse lo más posible a la hora de prever los efectos de sus actuaciones. No obstante, pese a todas previsiones que se toman, las cosas no parecen obedecer a las sesudas y variopintas interpretaciones que hacen los políticos la mayoría de las veces.
Hoy día los políticos experimentados o profesionales, esto es, los vividores de ella, aparentan ser ponderados cuando en verdad son cautos en su retórica en el momento de emitir sus opiniones con base en las aparentes tendencias que se mueven en la sociedad, lo son mucho más cuando están expuestos ante los medios de información. Pero la necesidad de intentar incidir en el rumbo de aquellas para que se resuelvan a su favor, es decir, de sus intereses de poder, les obliga a dar o vender una imagen de seguridad en sus pronósticos con la finalidad de que los adherentes las conviertan en voluntad y fuerza actuante para incidir en el rumbo deseado. Por consiguiente, si los pronósticos no se cumplen deberán dar explicaciones o justificaciones del porqué no se cumplieron sin que ello los exponga a juicios críticos que los descalifiquen como presuntos dirigentes. Igualmente, ocurre al revés, cuando pecan de excesiva cautela, debida a la apreciación equivocada y temerosa frente las situaciones que los emplazan, y se logran sorpresivamente resultados favorables muy por encima de lo estimado. Aquí también, suelen dar explicaciones que en verdad no tienen por cuanto la realidad a la que se enfrentan interpretativamente les resulta evasiva a su comprensión. Este es el caso de los resultados recientes de las elecciones para la elección de los candidatos a diputados del PSUV a la Asamblea Nacional. La cantidad de votantes resulto ser una sorpresa tanto para los políticos de la oposición como para los del gobierno.
La cantidad de votantes superó lo que ambos bandos esperaban. Parecía que las tendencias sociales de signo popular y de sectores medios adversas a la inercia del gobierno para contener el galopante incremento del costo de la vida, frenar el desabastecimiento, contener la voraz corrupción y enfrentar la inseguridad primordialmente, iban a expresarse contundentemente en una mayor abstención de los sectores chavistas descontentos. Un descontento que se hace manifiesto abiertamente en las largas colas que se hacen todos los días ante las puertas de los supermercados y farmacias. Pero la abstención no se manifestó tan contundentemente como ambos sectores políticos esperaban. Unos más, otros menos.
¿Por qué fallaron los cálculos y pronósticos en los dos polos políticos confrontados?
Según las declaraciones mediáticas de ambos la razón estribaría coincidencialmente en los cálculos de magnitudes pronosticados. La oposición, lo refleja cuando hace circular tramposamente la comparación numérica de anteriores escenarios electorales parecidos con el ocurrido, en los que PSUV sacó más votos, creyendo con ello que neutraliza, sobre todo en su militancia, los efectos desalentadores políticamente en ella del resultado electoral reciente. Y las direcciones del PSUV y el gobierno optaron por jugar mediáticamente a ser los triunfadores ante la oposición al intentar sacarle provecho propagandístico a la sorpresiva cifra haciéndose los alegres sorprendidos por la magnitud de votantes pese a que saben que este caudal electoral no les garantiza nada de antemano. Esperando así desestimular a la militancia de la oposición y reentusiasmar y reagrupar a sus disidentes y descontentos de cara a las elecciones venideras del 6 de diciembre próximo.
Seguramente los equipos asesores de ambos polos políticos, estarán nuevamente calculando la proyección de las magnitudes votantes en función de las elecciones venideras, para, con base en esto, redefinir sus estrategias gruesas para tratar de aventajarse los unos a los otros. No obstante, en primer lugar, olvidan o no perciben que las magnitudes de las tendencias electorales expresadas y proyectadas en las elecciones internas y/o “consensos electorales” de ambos grupos suman una minoría de los votantes nacionales. Tendrían que preguntarse por las tendencias que anidan o se están conformando en esa mayoría abstencionista en un contexto que no solo, según las encuestas hechas y de las que tanto unos y otros se alimentan para definir su actuación política, evidencian mucho descontento con la ambigüedad del gobierno (anuncia medidas radicales que no concreta) y con la ambivalencia de la oposición también (que tira la piedra de la violencia y esconde la mano). En segundo lugar, ¿qué garantiza que ese descontento por ambos, no busque canalizarse próximamente en mayor abstención, y ninguno sea legitimado por una auténtica mayoría en un contexto donde se agudiza la crisis? Por último, en tercer lugar, y si el pueblo y los sectores medios inclinados a acompañarle como aliado, durante el lapso que nos separa de las elecciones radicalizan su malestar y tienden a manifestarse bajo formas inéditas de insurgencia popular, por ejemplo; o apoyando otras formaciones electorales que propongan la resolución de la crisis bajo procesos de profundización de las transformaciones sociales emprendidas, hoy abandonadas y reprimidas desde el gobierno y el PSUV, y por ello una parte manifestó este deseo en su participación electoral votando por los candidatos percibidos como no burocráticos o potencialmente no corruptos para derrotar a la derecha endógena del PSUV como muchos lo dijeron en las colas de votantes: “vamos a darles y darnos la última oportunidad”. Así se hayan equivocado en su escogencia, ello pudiera explicar que la abstención no fuera tan abultada como se esperaba al partir de una determinación mecánica y no dialéctica entre determinación contextual socioeconómica y conciencia ideológica popular. El pueblo quiere salvar la esperanza, su esperanza, de una autentica revolución popular-socialista, respondiendo al compromiso ético-subjetivo adquirido de ser como Chavez.
Lo que al final queda claro es que ninguno de los dos bandos polarizantes hasta ahora, comprenden las tendencias electorales y político-organizacionales populares que se están tejiendo subterráneamente contra ellos.
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