Me había propuesto escribir este artículo sin leer antes Aporrea. Para no dejarme influenciar. Confieso que sólo y apenas le di una ojeada a los títulos de los artículos más leídos. ¡Qué pena constatar que yo estaba en lo cierto! Por favor, ¿es que acaso no les da vergüenza hacer leña del árbol caído? Aunque caído, Nicolás, no está.
Fue para mí hermoso y conmovedor, oír las palabras del Presidente Maduro que llegaron como un bálsamo a mi estado de asombro y estupor. Porque les confieso que creí que era posible otra victoria.
El discurso del Presidente Maduro, inmediatamente después de la alocución de la Rectora Tibisay Lucena, fue extraordinario. Una lección de ética bolivariana y de altura. Una bofetada moral para un opositor como Capriles que en la última elección no reconoció la pérdida y llamó a descargar lo que ya todos saben. Un político el Capriles, que puede ser muy estudiado, muy fino y sifrino, muy rico, pero que no le llega ni a los pies a nuestro Presidente obrero. Y una gran lección para los venezolanos opositores y para el mundo.
No soy política activa, como ustedes saben, pero lo que he observado del Presidente Maduro ha sido siempre trabajo y más trabajo, entrega y lealtad. He percibido sus sentimientos de amor, de dolor ante la muerte de Chávez, en otras ocasiones a veces de regocijo. Un trabajo inmenso desde el mismo momento en que de Vicepresidente, 2012, le tocó asumir la dirección del país. Luego una batalla electoral en condiciones adversas, y ya sabemos de las agresiones, guerra mediática, económica, guarimberas que le ha tocado enfrentar. Todas apoyadas e incentivadas por injerencias extranjeras. Con la cabeza siempre en alto, consciente de su gran responsabilidad. Y además atender a un gran país, con todas sus misiones en pleno desarrollo. Afirmo, que este hombre se ha entregado de lleno, en cuerpo y alma, y más allá, a la revolución bolivariana. Debemos reconocerlo sin mezquindades, sin buscar en este preciso momento, las pequeñas ramas quebradas y torcidas del proceso en detalle, y no apreciar, reconocer y manifestarnos sobre lo grande, lo inmenso, lo gigantesco de su trabajo teniendo como norte la justicia social, la felicidad del ser humano, de venezolanos y latinoamericanos. Y permítanme agradecer aquí, de todo corazón, el hermoso mensaje de Fernando Buen Abad www.aporrea.org/tiburon/a218304.html enviado en esta coyuntura electoral.
Compañeros, no es absolutamente éste el momento de culpar. En esta derrota circunstancial no seamos los chavistas unos cazadores de brujas, haciéndole el vil trabajo a la oposición. Como escribió la fosforito, si así somos los aliados ¿para qué la revolución necesita enemigos? Ciertamente estos opositores esperan agazapados, con una sonrisa maléfica y salivando, acciones como estas de parte de los chavistas.
Ahora es el momento de darnos un abrazo de consuelo. Como el que me dieron mis hijos esta mañana. Con el permiso de Cilia, yo quisiera dárselo muy fuerte a Nicolás, llorar en su hombro, aunque él diga, como ayer, que no es momento de llorar sino de lucha, pero una pequeña concesión me podrá otorgar. Y agradecerle tanto esfuerzo denodado, tanta entrega incondicional, tanta generosidad en beneficio de los demás, tanto trabajo, trabajo y trabajo, y su honradez, humildad y nobleza de sentimientos.
Yo sí quiero agradecerle, por la lucha y la batalla feroz que le ha tocado, por la lealtad a Chávez y a su proyecto, por su amor al pueblo. ¿Corregir? Ya vendrán los días, los momentos para hacerlo, ya seremos también nosotros que le escribamos, con nuestras plumas, nuestras inquietudes, nuestras ideas, nuestras acusaciones, si las hubiese. Ya lo hemos hecho, y lo seguiremos haciendo, siempre habrá tiempo y lugar. Pero siempre desde esta acera, no la de enfrente.
Ahora es el momento del abrazo fraterno, desde estas letras también se los envío a ustedes, aporreistas, pidiéndoles sindéresis, cordura, reflexión profunda de los logros extraordinarios obtenidos en todos estos años, de los peligros que nos amenazan desde lo interno, con una Asamblea adversa, conociendo la calidad de los seleccionados, y los peligros extremos desde lo externo.
Sobre todo pedirles mantener la unidad, manteniéndonos leales en la acción de escribir en este portal, aunque seamos, como ya muchas otras veces, apasionados irreverentes en la discusión.