Quejarse del gobierno es ya un deporte nacional. Y no nos faltan razones. Mi limitada comprensión de las estrategias políticas, me impide inferir siquiera, cuáles serían los potenciales beneficios que el gobierno del presidente Maduro y su equipo pretenden cosechar al permitir la acelerada depauperación de la sociedad venezolana y el miserable estado de la economía del país con las principales reservas petroleras del planeta.
Pero la verdad es que en este desastre todos hemos tenido parte. Los consumidores, los gremios, los empleados públicos, las universidades y el sector empresarial privado han recibido -en mayor o menor grado- los beneficios de una economía basada casi únicamente y exclusivamente en la explotación y exportación sin valor agregado nacional, de las materias primas con las que el creador generosamente dotó a esta tierra de gracia. Hablemos sin tapujos de las responsabilidades históricas del sector productivo privado en el lamentable estado de la economía nacional.
El sector empresarial “nacional” ha sido desde siempre, subsidiario del capital global. Respecto a eso, podría decirse que Venezuela ha sido desde los inicios de su historia pos colombina, el país de América más tempranamente globalizado, el más integrado a los circuitos económicos internacionales, primero por la venta de Cacao y Café a Europa, y posteriormente con el auge de la economía petrolera.
El incipiente desarrollo industrial en el país. nace no como el resultado de la fuerza de emprendedores que, en vista de la oportunidad y la capacidad hayan invertido y arriesgado sus patrimonios personales -como románticamente se idealiza al businessman- sino como consecuencia inevitable de las recurrentes crisis de divisas que han azotado al país desde la época de la colonia y que le han impuesto temporalmente restricciones al negocio importador-comercializador que caracteriza a nuestra burguesía desde los tiempos recreados por Herrera Luque en su obra ‘“Los Amos del Valle”. Por supuesto que debe haber ejemplos de emprendorismo puro, pero la realidad es que, la gran producción nacional privada ha estado estrechamente ligada a la posibilidad de echarle mano -un buen contacto mediante- a la renta petrolera. Es bien conocido como el General Marco Pérez Jimenez favoreció la creación de una burguesía semi industrial vinculada con el negocio de las obras de infraestructura que el general desarrolló como emblema de su gestión de gobierno. Obras que aún hoy todos disfrutamos.
Al abrigo de los contratos con el estado fueron desarrolladas las grandes empresas cementeras y el negocio papelero -en una especie de integración horizontal diversificada- el sector cervecero y los grandes consorcios productores de alimentos que, con la garantía de un mercado interno cautivo, la disponibilidad de dólares para la industrialización y para su posterior acumulación en el exterior y toda suerte de estímulos fiscales y cambiarios, florecieron en lo que se creía la Venezuela Posible, de la mano del próspero maridaje con los bancos cuya propiedad por supuesto, era de los mismos grupos empresariales.. El estado, borracho como estaba de ingresos petroleros, era el parachoques, el amortiguador, de cualquier aventura empresarial fallida. Los costos de los fracasos por supuesto, también se endosaron al estado venezolano quien financiaba mediante dólares baratos, condonación de deudas y rebajas fiscales, la acumulación de riqueza de una nada competitiva -internacionalmente- burguesia nacional. De allí la lapidaria frase cuyo origen desconozco, que afirma que en todo el mundo, la burguesía crea al estado, pero que en Venezuela el estado creó a la burguesía.
Y es que empresarios como Beto Finol y todos los negocios con el sector lácteo quedaron como símbolos de una clase empresarial incapaz de aportar al desarrollo del país. Venezuela desde siempre ha sido vampirizada por unos y otros, los propios y los ajenos, los foráneos y los criollos. El sector privado ha sido desde siempre un vagón sin tracción, convenientemente arrastrado por la locomotora petrolera.
Y no es un problema de ideologías. Los adelantos tecnológicos de hoy nos permiten consultar referencias históricas sumamente útiles que nos permitan comprender la naturaleza de nuestra inviabilidad como sociedad.
La primera referencia que traigo, disponible en esa invaluable fuente que es el Centro Gumilla el profesor Eduardo J Ortiz, individuo de número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, que no puede ser despachado simplonamente como “chavista”afirma esta perla:
…”Las ayudas que los gobiernos anteriores daban a las compañías productoras de leche eran realmente subsidios, es decir, reducciones de costos de producción que trajeran como consecuencia una baja en los precios? o eran más bien bonificaciones adicionales innecesarias que las empresas utilizaban no para producir sino para especular y hacer sus propios negocios muy ajenos a la leche?
Lamentablemente, el referido Humberto “Beto” Finol,a la sazón diputado del hoy renacido (nunca desaparecido sino más bien transmutado en diferente color) partido AD, no es un caso aislado. Los rescates de bancos en los 90’s, la adquisición por parte del estado de empresas quebradas (de manos de empresarios multimillonarios) los subsidios por parte de las empresas de Guayana al sector metalmecánico nacional, el subsidio a la deuda externa privada entre otros episodios no han sido otra cosa que una transferencia neta de recursos desde el estado hacia el sector privado nacional, que acumula en el exterior fabulosas cantidades de riqueza en divisas, a buen resguardo de las oscilaciones de la siempre débil economía criolla.
Otra referencia igualmente disponible en internet, es la que nos muestra el VIII Plan de la Nación, conocido como “El Gran Viraje” y que impulsó el defenestrado presidente Carlos Andrés Pérez en su segundo mandato, iniciado en 1.989 e interrumpido tempranamente por el contexto político y social de la época. En el documento, de clara orientación hacia la economía clásica de mercado, y preparado por reputados profesionales de indudable calificación académica se lee, entre otras cosas el siguiente diagnóstico sobre el sector no petrolero:
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Economía No Petrolera orientada al mercado interno
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Producción poco competitiva e insumidora de divisas
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Controles administrativos y limitaciones al mercado
“Venezuela no está hoy al nivel de competitividad exigido por la realidad económica mundial...Una estructura socio económica rígida ha impedido una mayor incorporación de la mayoría de la población como factor de producción y como elemento básico de mercado para la producción interna. El nivel de exportaciones no tradicionales es muy bajo. Además esas exportaciones se concentran en productos primarios cuyos precios son muy fluctuantes en el mercado internacional...Los promedios de productividad industrial son muy bajos en comparación con los países líderes del comercio internacional…”
Es decir, incluso con gobiernos claramente favorables a la economía de mercado, sin el tipo de políticas que hemos visto durante los años del chavismo, el sector privado nacional ha sido incapaz de crear riqueza propia, desarrollar productos y mercados externos para la colocación de la producción. Su papel se ha limitado en muchos casos, al uso de dólares petroleros para la importación de bienes de capital, materias primas, repuestos y hasta empaques, su transformación, ensamblaje o empaquetado sin mucho valor agregado nacional o la incorporación de tecnología para luego exportar las ganancias generadas en un mercado interno cautivo. Igual aplica a las pocas operaciones privadas destinadas a la exportación.
Esa realidad no cambió durante el gobierno del presidente Chávez, y de hecho, se agravó notablemente. La incursión del estado como productor directo de bienes y servicios ha descalabrado financieramente a las empresas absorbidas por diferentes medios, retirando parte de la oferta nacional, incrementando nuestra dependencia de las importaciones y drenando buena parte de recursos en divisas en el pago de las adquisiciones, expropiaciones, litigios e indemnizaciones varias. El presidente Chávez procuró sustituir a una clase empresarial pegada a la renta petrolera, sustituyendola por incondicionales políticos -nacionales y extranjeros- con un peor desempeño empresarial pero sin beligerancia política que contraríen la hegemonía del proyecto político dominante. Muchos de esos empresarios “emergentes” por cierto, cuya producción nadie conoce, han recibido millones de dólares preferenciales y al igual que la clase empresarial tradicional, hoy se encuentran representados por altas autoridades del ejecutivo nacional, devanándose los sesos para seguir pegados a la teta petrolera.
Asi es que, incluso en un contexto tan adverso como el que vivimos en la actualidad por las desacertadas políticas de los gobiernos de Chávez y Maduro no nos llamemos a engaños, especialmente los más jóvenes: mal puede añorarse una época pasada en cuanto a un idealizado desempeño empresarial, ya que este nunca ha existido, en los términos Schumpeterianos de innovación, riesgo, emprendimiento.
El colapso del ingreso petrolero -una nueva demostración de la imposibilidad de descansar nuestra sociedad sólo en el petróleo- es una oportunidad para desacoplar la economía privada de la locomotora petrolera. Aunque en este momento las condiciones macroeconómicas del país no permiten ni soñarlo, los nuevos tiempos deben traer un sector empresarial renovado, competitivo, autosustentable, innovador con vocación para integrarse en la cadena de valor global, con el foco en el desarrollo de ventajas competitivas en sectores con potencial, adaptado y en sintonía con las nuevas tendencias de la economía global, más allá de la desgastada receta de la “sustitución de importaciones”. Es eso, o volver a seducir a la clase política para acceder a la menguada piñata petrolera. No hay más posibilidades.