¿Es sucia la política?

Una de las afirmaciones mas populares, mas difundida es la de expresar que la política es sucia. Pero ¿Es sucia la política?

Ayúdenme a encontrar la respuesta acertada; empecemos por leer algunas definiciones de política:

1. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.

2. Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados.

3. Actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad o a un país.

4. Podría ser entendida como la actividad de quienes procuran obtener el poder, retenerlo o ejercitarlo con vistas a un fin que se vincula al bien público o con el interés de la general del pueblo.

5. La política según la civilización griega es relativa a la polis; y la polis era la ciudad y los ciudadanos que representaban el centro político, cultural de la sociedad.

Vemos que todas las acepciones de la palabra política tienen una relación con lo público y si vamos a la definición de la palabra público esta tiene que ver lo que es para todos los ciudadanos o para la gente en general. Por lo tanto la facultad de hacer política es de todos los ciudadanos; todos somos políticos. La política es una interminable ejecución de tácticas para alcanzar objetivos estratégicos y todos permanentemente estamos trazándonos metas y desarrollando tácticas para llegar al objetivo y todo ello enlazados con hilos invisibles a la sociedad. Nadie se escapa de la actividad política. Del poco interés por lo político nació en la antigua Grecia la palabra idiota que empezó usándose para un ciudadano privado y egoísta que no se ocupaba de los asuntos públicos, o sea de los asuntos políticos. Por lo tanto ningún ciudadano es apolítico (Ajeno a la política o que se desentiende de ella) o ningún ciudadano es idiota.

Partiendo de esa conceptualización podemos reconocer la política como una actividad que nos reafirma como ciudadanos, que nos compromete con el bien publico, con el bien común; de allí que ésta tiene que estar impregnada de una ética humanística, de servicio al próximo, al prójimo.

¿Entonces donde está la suciedad de la política?
Con el nacimiento del capitalismo y la industrialización se aceleró el proceso de fragmentación del conocimiento en función de un simple interés de plusvalía, desconociéndose así la totalidad social que para ser interpretada necesita que no sean separados sus componentes básicos; la complejidad de la realidad ha requerido siempre la simbiosis entre el todo y las partes, que van desde las ramas de los conocimientos; matemáticos, económicos, físicos, las ciencias biológicas, la psicología, la cosmovisión indígena, el arte, etc; todas transversalizadas por la política. Pero esa atomización de la actividad humana hizo de la política un arte exclusivo para un cenáculo de profesionales de la política.

La suciedad esta en esos pocos que han despojado a la inmensa mayoría de la actividad política, erigiéndose como sus intérpretes, como sus representantes universales, con una patente de poder piramidal que nadie les dio, para decidir por todos, inclusive subordinar el poder creador constituyente (el pueblo) a su reglamentación. La política no es sucia sino que la han mediocritizado.

Ese pequeño ámbito mediocre domina y da dirección, conducción a la sociedad, y la inmensa mayoría; erróneamente se desentiende de  ese pequeño campo de fuerza desocupando su rol de sujeto activo, quedando como un simple objeto, desconectándose de su relación de ciudadano, de su compromiso con lo público, quedando como idiotas apolíticos.

Hacer de la política un asunto exclusivo de profesionales y no de todos los ciudadanos es el primer paso para ensuciar la política. De modo que uno de los primeros pasos para hacer revolución es proponerse a cambiar la forma de hacer política; de todos en función del bien común. Bertolt Brecht decía: “No aceptes lo habitual como cosa natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar.”

Abrebrecha y después hablamos


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José Ovalles


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