Lógica del Estado y concentración del poder

"Por muy paranoico o abierto a la idea de la conspiración que seas, lo que el gobierno

está haciendo en realidad es mucho peor de lo que te imaginas."

William Blum.

¿Qué haría si usted fuera el Estado? Anthony de Jasay, El Estado, la lógica del poder político, desde Maquiavelo se ha pretendido argumentar sobre este instrumento que se proyecta al servicio de quien lo utiliza, con capital y que posee funcionarios para que actúe como institución, y es que hasta llegó a actuar como sujeto, clase o toda una sociedad, al legitimar mandatos, aplicar derechos entre factores de poder, servir al público participando en las funciones públicas desde las estructuras; indemniza a víctimas ocasionales cuando es ineficiente o tiene mal funcionamiento, autorregulándose a conveniencia tal como si de una entidad real se tratara. Un análisis histórico mostraría sus apremios y urgencias, por ejemplo, para Hobbes se concibe al Estado para salvaguardar la paz; en Locke, defiende el derecho natural a la libertad, la propiedad, en Rousseau la voluntad general en contrato y así se teje un dilema argumental de qué es y qué no es. Marx lo vio como oposición, imposición, confiscación, frente a una sociedad, habló de contradicción general secular entre el Estado político y la sociedad civil. De Engels a Lenin el pensamiento socialista lo concibe como instrumento al servicio de la burguesa, garantía de su dominación. Bentham y Mill observan un vehículo para mejoras sociales, y así entre los liberales rebasa la capacidad de los propios intereses privados, y el Estado hace que cooperen espontáneamente, obligándolos a producir bienes y servicios requeridos para satisfacer las necesidades del conjunto de una nación, aspirando a una sociedad de justicia donde la redistribución sea plena, igualitaria, con la sucesiva capacidad de autogobierno; de la acción individual y colectiva, en interacción pública para resolver problemas, lo que nos remite a la complejidad de un desarrollo sostenible de las condiciones de vida y la relación con la naturaleza y los pueblos que en ella medran.

Siguen las propuestas de políticas piadosas que ofrecen el cielo por asalto, o alcanzar el paraíso en la tierra, promesas de una religión que ofrecen esperanzas, pero de lejos, para mañana, mejoras que se esperan surtan efecto en el más allá, siempre que evites que tu alma se condene eternamente. Entonces nos debemos ajustar a lo que desde arriba decidan qué debe ser y cómo, para que los de abajo tengamos esperanzas, la dulce espera y espera. Pues por los vientos que soplan por estos lados, y las fuertes ráfagas que nos llegan arremolinadas desde otras latitudes, evidencian manifestaciones de lo mal que andan los asuntos para algunos, y ciertamente algo no anda bien, por aquí, ni en el globo terráqueo. El estremecimiento es tal, que los pueblos reaccionan ante tanto atropello continuado, y los alcances de las políticas que vuelven a distanciarse de su esencia, servir de instrumento y acompañamiento para mejorar la calidad y la condición de la vida de las mayorías. De nuevo avanza la guerra y crisis se acentúa, de nuevo los compartimientos estancos asociados a los intereses de los grupos que se enquistan en el Estado, y se sienten que han alcanzado lo supremo, nunca vieron al poder a los ojos y se deslumbran con sus oropeles, y se asemejan a los neoliberales, cuya única causa noble ha sido el capitalismo como modo de producción ideal, y la depredación del planeta, de la vida de las especies continúa.

Los humanos, y al parecer los no humanos, tenemos las horas contadas, hace cinco siglos, que la cuenta regresiva se puso en marcha, y continuamos tratando de explicar cómo es insostenible la voracidad extrema con la cual un sistema perverso, que, sin querer percatarnos del terrible daño irreversible hasta ahora, destruye la naturaleza, mientras ascienden sobre cadáveres producto de la irracional manera en que se ha demostrado el talente de la condición humana. De una en una un acumulado de conflictos, de luchas, de imposición de los pocos que son ricos, sobre los muchos que son pobres, los blancos contra los amarillos y los indios y los negros, y las crisis no cesan, tienen sus argumentos expeditos, es que tiene que haber un orden, y un imperio que lo haga posible, con los alegatos esgrimidos hasta ahora, y por tanto recurriendo ahora al Nuevo Orden Global, el cual se impondrá desde la sucesiva conflagración; La guerra es el arte de destruir hombres, la política es el arte de engañarlos. D' Alembert. Encallados en esta isla sideral, que se mueve hacia el infinito y nos arrastra sin objeción, ensimismados por las cosas que decimos que son, porque así lo quiso Dios, lo dedujo el Papa, lo confirmó el Rey, lo secularizó la Iglesia, lo estatuyó el Estado, lo impone su razón, y sin apelación posible, y que sin embargo se mueve, como lo diría Galilei, vamos rumbo al tercer milenio, con posibles causas catastróficas ante el hundimiento del Titánic imperialista, a la espera de otro mundo de posibilidades, donde las alianzas entre grupos de grandes intereses a niveles de desarrollo y progreso, que prescindiendo de las masas redefinen el orden del día, aquí y ahora en el desafiante mundo actual.

Es la historia de una civilización sobre otras civilizaciones, una contienda entre razas, culturas, como si no es suficientemente contundente el hecho de que no podemos ser si no se es con el otro, en esa relación simbiótica como el medrar con y en la naturaleza, un supuesto inapelable de la condición sine cuanon para la existencia como especie y como inteligencia planetaria desde hace más de un millón de años. Y sin embargo no aprendemos lo suficientemente rápido como para darnos cuenta de que somos, pero no estamos conscientes cien por ciento, no queremos despertar, no queremos entrar a la conciencia, no al libre albedrio, sino a permitir solucionar nuestra propia diferencia con el entorno, con ese punto en el espacio, con ese círculo que me corresponde cuidar y lograr mantenerlo con altas vibraciones, en un equilibrio tal con los demás seres que en cada ámbito particular permitamos que se armonicen las posibilidades de ascenso hacia lo trascendente, y rindamos cuenta de nuestros propios actos. Hasta ahora hemos sido capaces de poner en evidencia la capacidad lograda con la ciencia y la técnica, para destruirnos, y con la actual tecnología la posibilidad de la aniquilación total. Pero no hemos logrado en cambio acabar con la miseria, con las calamidades heredadas, con la contaminación que acaba aceleradamente con la posibilidad de vida humana, es tal la contaminación que padece el planeta tierra en este momento que estamos consumiendo desechos tóxicos a través de los ciclos alimenticios, donde lo que consumimos a su vez consume todo cuanto producimos y desechamos a través de nuestros sistemas y órganos.

Decía Chávez los presidentes vamos de cumbre en cumbre, mientras los pueblos de abismos en abismos, vamos lento y mal. Es que hay demasiada mentira, mienten los políticos con descaro, mienten los líderes con pies de barro, mienten las organizaciones que se suponen fueron creadas para evitar el engaño, y la corrupción es lo que impera como forma sublime de encarar la existencia práctica y concreta, porque de cualquier manera hay que vivir, no importan tanto los principios ni los valores, ni se considera si es lícito o no hacer lo que se hace, ya que los políticos y sobre todo los estadistas, ya no deben depender tanto de la ética, o de la moral, esas pesadas cargas que son simples eufemismos, lo que importa es tener, no importa si los otros viven o mueren; lo importante es consumir sin límites, total, la vida es una y única, negando entonces toda sustentación argumentación.

Y donde queda entonces el sujeto social, dónde queda la persona, dónde esa biografía que es la radiografía del cuerpo, de la mente y del espíritu. Hay alguna diferencia para el que mata o asesina a otro en la guerra o en cualquier otra circunstancia. Así las cosas, es evidente lo poco que hemos avanzado como entes, si no alcanzamos a reflejar nuestra luz interior, y colocamos la honestidad como guía permanente de nuestros actos y somos responsables de lo que hacemos de cara a la realidad, ya basta de engaños, acaso veinte años no bastan, de los doscientos transcurridos, de los quinientos pasados, de los dos mil. Si en el principio se supone el logos, para comprender la realidad, y la vida es vibración, cómo entonces nos dejamos conducir hacia los despeñaderos, siendo que los que están creen que son y los que somos no sabemos que estamos, y las estrategias, los planes, los proyectos, los ensayos y las tácticas, que no son sino la manifestación de las doctrinas hasta ahora manifestadas, tiendan a justificar lo injustificable. No tiene ninguna razón de ser desde el estado actual del Estado ante la crisis económica que llevan al traste al sistema social, apuntalado a las medidas neoliberales que desde Occidente se pretenden, favoreciendo a una minúscula parte de la sociedad. Acaso no hemos aprendido de las grandes reflexiones, las dificultades que hemos atravesado no son incentivos para dejar de cometer errores, en aras de ganar más tiempo, cuando nos hundimos sin alternativas viables, empeñados en una recuperación sin las condiciones objetivas, pasando de unas medidas desesperadas a otras para salvar el cuello cuando estamos hasta el cuello y nos seguimos endeudando y empeñando lo que pertenece a todos pero que no tiene un solo dueño.

Donde olvidamos a utopía, dónde se estancó ese mundo posible, cual es el crédito que nos queda para que la confianza sea el aval para avanzar por buen camino, representándonos a nosotros mismos, haciendo lo que hay que hacer, es decir producir. Queda el debate pendiente en redefinir cuáles son nuestras alternativas, si bien el Estado no debe limitarse solo a algunas cosas, y si bien es cierto que no es la economía la que conduce a la historia, solo saldremos del laberinto si se asume que hay suficientes pensadores y pensadoras para la gran política que respondan concretamente con soluciones estructurales, sin seguir corriendo la arruga, ni llorando sobre la leche derramada. Ya basta de sectarismos, de regionalismos, de todos los istmos y las dependencias funestas con las que beneficiamos a los grupos enfrentados por sus propios intereses hegemónicos.



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Franco Orlando


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