Refiriéndose a la peculiaridad de la revolución cubana, el Che Guevara escribió: “Es esta una revolución singular que algunos han creído que no se ajusta a una de las premisas de lo más ortodoxo del movimiento revolucionario, expresada por Lenin así: “sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario”. Convendría decir que la teoría revolucionaria, como expresión de una verdad social, está por encima de cualquier enunciado; es decir, que la revolución puede hacerse si se interpreta correctamente la realidad histórica y se utilizan correctamente las fuerzas que intervienen en ella, aun sin conocer las teorías. Es claro que el conocimiento adecuado de ésta simplifica la tarea e impide caer en peligrosos errores, siempre que esa teoría enunciada corresponda a la verdad. Además, hablando concretamente de esta revolución, debe recalcarse que sus actores principales no eran exactamente teóricos, pero tampoco ignorantes de los grandes fenómenos sociales y los enunciados de las leyes que los rigen. Esto hizo que, sobre la base de algunos conocimientos teóricos y el profundo conocimiento de la realidad, se pudiera ir creando una teoría revolucionaria”. (Notas para el estudio de la ideología de la Revolución Cubana, octubre de 1960). Aplicando, con sus naturales diferencias, lo afirmado por el Comandante Guevara a la situación actual del proceso revolucionario bolivariano en Venezuela, podría coincidirse en que ello está ocurriendo casi de la misma manera a como se originó la segunda etapa de la revolución en Cuba, a partir de la toma del poder en 1959.
En el caso específico de Venezuela, si bien es cierto que las asonadas cívico-militares de 1992, simbolizadas en la figura del Teniente Coronel Hugo Chávez, se plantearon deponer al régimen de corrupción e impunidades de los partidos tradicionales de AD y COPEI, aun era prematuro para hablar de revolución. Sin embargo, al arribar Chávez a la Presidencia de la República las cosas empezaron a tomar otro tinte. Se comenzó a hablar de revolución abiertamente, lo que activó las alarmas de las clases dominantes conservadoras y de Estados Unidos; más aún, al apreciarse el acercamiento con Cuba. Al poco tiempo, las masas populares se identificaron plenamente con esta idea, a pesar que no se tenía precisión alguna respecto al rumbo a seguir. No obstante, el camino electoral transitado por Chávez, sumado a la convocatoria de una Asamblea Constituyente respaldada masivamente por el pueblo venezolano y el rescate todavía en proceso de la memoria histórica y de la identidad nacional, facilitaron en gran parte la germinación de una nueva mentalidad entre los venezolanos. En este sentido, la labor del Presidente superó grandemente a la de sus seguidores en posiciones de gobierno y militantes de una diversidad exagerada de partidos políticos que lo apoyan. En todo este tiempo, el proceso bolivariano ha estado huérfano de una teoría revolucionaria que lo sustente y explique, aunque para el pueblo sencillo esto no es lo principal, por eso acatan las líneas estratégicas de Chávez como su único líder y tratan de profundizarlas, incluso en contra de los cientos de gobernantes chavistas que, de modo opuesto, reafirman la vigencia de las viejas estructuras del Estado reformista.
Por ello, la idea de Chávez de fundar un Partido Socialista Unificado representa un hito importante en las etapas simultáneas que le ha correspondido transitar al proceso revolucionario venezolano. De mantenerse la posición inicialmente expuesta por Chávez de que sean las mismas bases populares que lo hagan, escogiendo a los mejores cuadros revolucionarios, imponiendo que cada uno de ellos tenga un perfil moral y ético revolucionario y socialista comprobado, y, además, ejerciendo directamente la promoción y construcción del cambio estructural; esto enlazaría por completo con la declaración del Che en cuanto a la revolución cubana. Es algo que enriquecerá, sin duda, la concepción que se tiene de la revolución a nivel mundial. Habrá errores y aciertos, como en todo lo humano, pero lo que sobresale de ello es que el pueblo tendrá, finalmente, una oportunidad de hacer valer su derecho a la participación y al protagonismo que le garantiza la Constitución. Para los revolucionarios verdaderos será una prueba de fuego, tocándole manifestarse en total sintonía con la nueva fase que se inicia dentro del proceso revolucionario bolivariano. Incluso, estos últimos, tendrán que demostrar en la práctica si sus ideales de edificar una sociedad justa, democrática y libre son auténticos, o si los impulsa, simplemente, un afán de poder.