Es obvio que el “Socialismo del siglo XXI” es opuesto, desde una perspectiva quisquillosa, si es que es válida esta expresión, a las prácticas del neoliberalismo y más aún al capitalismo. Pero es indispensable que, mientras se alcancen las metas aún en proceso intenso de discusión del modelo propuesto por el comandante Chávez, tengamos que mal vivir, pues no se puede decir convivir, con el viejo sistema.
Y una estructura que ha durado tantos años generó una cultura o, para decirlo más ampliamente, una superestructura, que sigue funcionando y condiciona eso, que Gramsci cuestionó o racionalizó en una oportunidad, llamado sentido común.
En rincones e individualidades del chavismo, predomina ese sentido común, que se aplica para enfocar el asunto del “Socialismo del Siglo XXI” y la creación del PSUV. Aunque Simón Rodríguez, nos advirtió “inventamos o erramos”, y nos empeñamos en repetirlo como una consigna o una oración santa, seguimos viendo que muchos creen valedero desempolvar viejas prácticas que demolieron el muro de Berlín.
El presidente Chávez, por fortuna, ha dicho que se trata de crear algo distinto a los modelos conocidos y hasta ha hecho precisiones. No es cuestión de cortar y pegar experiencias, como quien elabora un libro con ideas y formas literarias ajenas.
Es el momento de crear e ir construyendo formas que transfieran el poder y el aparato productivo a la mayoría de la gente sin que aquel termine destruido y ésta en la indigencia. Este es el trabajo de Chávez y la causa fundamental de sus preocupaciones. Mientras tanto, para decirlo en lenguaje coloquial, tiene que calarse, uno no sabe hasta cuándo, formas, conductas y procedimientos que aborrece y rechaza.
Y si eso es así, porque se trata de inventar para no errar, y no repetir fórmulas antes en el mundo ensayadas y signadas por el fracaso, ¿por qué no manejar el asunto del PSUV con el mismo espíritu y cautela?
En los cuadros directivos de los partidos todos, el sentido común, generado en una sociedad individualista y crematística, para usar una palabra que como un recurso sutil, ha usado hace poco Heinz Dietrich, hace privar el interés grupal y el deseo de mantener las trincheras cavadas. Y si eso es malo desde una perspectiva humanística y de la ética revolucionaria, no es tampoco una conducta que no se pueda modificar.
En Podemos y en parte del PPT, partidos nacidos en la confrontación de Chávez con sus adversarios, el discurso para impedir su disolución o retardarla para integrarse al PSUV, hasta tanto se den determinados supuestos, parece estar sustentada en esa cultura del sistema que apenas intentamos demoler. Hasta en el propio MVR, algunas individualidades, como la diputada Iris Varela, entusiasta partidaria de la unificación de los revolucionarios, ha denunciado prácticas excluyentes a la hora de escoger a los propulsores. Y èsto no es extraño ni nada para alarmarse; seguros estamos que el individualismo y el grupalismo van a seguir existiendo por un tiempo entre los revolucionarios.
Está muy mal que Martínez, para justificar su negativa a integrarse al PSUV, use expresiones dañinas y como tomadas del arsenal de la canalla. Pero no es bueno que por no atender al apremiante llamado del comandante Chávez, se le declare enemigo del proceso. Desde muchos frentes se puede luchar contra el imperialismo y las fuerzas que niegan el derecho a construir una Venezuela como la sueñan los revolucionarios de siempre. Dejémoslo actuar. Como decía mi suegra, “hay mucha ropa tendida”. La gente observa.
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