La conformación del PSUV mediante la convocatoria y realización, en primer lugar, de asambleas socialistas implica darle un giro inédito a la tradición de los partidos políticos en Venezuela y, por extensión, de nuestra América y el Caribe, ya que uno de sus recursos exige de los aspirantes a militantes la disposición a debatir qué es el socialismo, además del perfil revolucionario que deben cumplir, en un clima abiertamente democrático, lo cual redundará -sin duda- en otorgarle a esta nueva organización una fisonomía propia, matizada por la participación y la toma de decisiones por las bases. Esto exige, a su vez, que exista un ambiente de transparencia y de convivencia política, donde haya un compartir respetuoso de las ideas, a fin de contribuir efectivamente con la organización y la concienciación del pueblo revolucionario, evitando, como lo expresara el Vicepresidente Jorge Rodríguez, el clientelismo político que fue habitual en adecos y copeyanos durante el ejercicio del poder. En este sentido, hay que insistir en que estas asambleas brinden espacio al debate ideológico, sin eludir la acción revolucionaria de los futuros militantes del PSUV, así como también la necesidad de dar un salto adelante en la eliminación del viejo Estado puntofijista que aún existe en Venezuela y de sustituirlo completamente por un Estado más adecuado al control directo del pueblo, convirtiéndolo en un instrumento al servicio de sus intereses colectivos y no de una minoría parasitaria y explotadora.
De este modo, las expectativas en torno a lo que será este nuevo partido revolucionario podrán ser colmadas, sirviendo de medio para la profundización del proceso revolucionario bolivariano frente a las acciones y las conductas reformistas que amenazan con desviarlo de sus objetivos fundamentales y secuestrarlo de la misma forma como lo hicieran los grupos oligárquicos agrupados en el Pacto de Punto Fijo, tras el triunfo popular del 23 de enero de 1958. Hoy se vive una situación parecida, con un pueblo consciente que reclama su propio espacio político frente a las diversas instituciones públicas, las cuales siguen guiándose igual que bajo el puntofijismo, logrando que alguna gente se decepcione y le preste cierta atención a la campaña mediática montada por la minoría oposicionista.
Por ello mismo, la activación de estos batallones socialistas tiene que hacer posible un mejor nivel de conciencia política e ideológica en quienes apoyan el proceso revolucionario bolivariano, sin que exista una prerrogativa especial de parte de sus propulsores que termine por coartar de alguna manera la libre expresión y organización de las masas revolucionarias y las induzca a repetir la triste experiencia reformista del MVR. Es necesario, por consiguiente, que toda la gente revolucionaria no se limite nada más a engrosar estos batallones para luego volver a la rutina diaria, sin producir un cambio interior relevante que le haga comprender qué es realmente el socialismo y por qué es necesaria la revolución. Hace falta que toda ella se inculque la necesidad perentoria de la formación revolucionaria, así como su difusión en todos los rincones del país, porque la idea es que el proceso revolucionario bolivariano sea sustentado de modo autogestionario por las bases populares y no por una dirigencia que, en su mayoría, ha obstaculizado el cambio estructural y no ha generado nada diferente a sus antecesores en el ejercicio del poder.
Es preciso que se recuerden las palabras de Hugo Chávez, emitidas el 18 de mayo último, al resaltar: “O inventamos o erramos. Inventemos nuestro socialismo. En esa invención estamos. Para que haya una creación heroica debe haber un creador heroico, y ese creador no puede un hombre, una mujer, un caudillo ni un mesías. El único creador heroico capaz de lograr una Revolución socialista es el pueblo culto y consciente”. Si se toman en consideración tales palabras y se evita la reedición de los vicios antidemocráticos y cogolléricos de los cuales hicieron gala los diversos partidos políticos del chavismo, permitiéndole a las masas la construcción de esta herramienta revolucionaria, el proceso revolucionario venezolano entraría en una etapa mucho más dinámica y creativa que la actual. Es una oportunidad favorable a la decantación de su dirigencia en todos los niveles y al protagonismo de las bases populares, pero ello plantea que se abandone el voluntarismo y el tareísmo característicos de este proceso y se adopte un accionar más consciente y efectivo en la refundación revolucionaria de la Patria bolivariana. Como lo afirmara Antonio Gramsci, y es aplicable a los aspirantes a militantes del PSUV: “Instrúyanse porque necesitaremos toda nuestra inteligencia… Conmuévanse porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo… y organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”. Es, verdaderamente, una gran batalla por librarse la que tiene por delante el PSUV, justamente cuando se demandan mayores avances, profundizaciones y definiciones del proceso bolivariano, cuestión que deben afrontar de forma decidida todos sus futuros militantes.-
HOMAR GARCÉS
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