Estamos invitados a participar de otro momento crucial en esta Revolución. Se trata ahora de adaptar nuestra Constitución Bolivariana al tiempo histórico y la situación política concreta. No olvidemos que las Constituciones son ante todo un documento político, una decisión política y, como tal, el reflejo de una situación de poder (F. Lasalle, 1825-1864).
Respecto de 1999 las cosas han cambiado muchísimo en términos políticos. La correlación de fuerzas y la profundización de la conciencia política colectiva favorecen la radicalización del proceso. Aquí los leguleyismos no tienen cabida.
Por eso es tan importante que no nos dejemos entretener por las trivialidades de la fraseología y las vanidades de la verborrea. Aquí lo de fondo son los conceptos.
Y, ¿cuáles son esos conceptos que hacen revolucionaria esta reforma?
El primer y más importante concepto a discutir es el de la propiedad. Ya lo hemos dicho, hay que desacralizar la propiedad privada. La propuesta de Chávez lo hace dándole nombre y contenido a otras formas posibles de propiedad que apuntan hacia la colectivización o socialización de los bienes productores de riqueza. Sin esa transformación no habrá socialismo y pasaríamos a la historia como unos grandes falsificadores o farfullos como diríamos en buen maracucho.
La economía socialista emerge desde estas profundidades como el concepto hacedor de realidades. Economía en función de la justicia social. Supeditada al bien común y no a la máxima ganancia. Incluye la eliminación constitucional del monopolio y el latifundio, lacras predilectas del capitalismo y el feudalismo que aún respira en cuerpo y espíritu.
Población, territorio y gobierno, tres partes integrantes esenciales de la nación, deben correlacionarse racionalmente para servir al propósito estratégico de tener Patria Soberana, y de construir la sociedad socialista.
La geometría del poder enlaza la pareja revolucionaria de darle poder al pueblo y ocupar creativamente el territorio. Esta nueva geografía social debe llevarnos a voltear la fachada piramidal que recuerda al embudo: la minoría económicamente poderosa en la cúspide y la masa paupérrima en la ancha base soportando todas las cargas.
La nueva sociedad será horizontal y espiral, dando a todos las mismas oportunidades y elevando cada vez más la condición humana. De allí que el Poder Popular es un concepto transversal a toda la Reforma. El Poder Popular es la garantía de que todo lo demás funcione. La propia Asamblea Nacional debe aprovechar la oportunidad y refundarse como Asamblea Nacional del Poder Popular.
La Comuna, palabra cargada de la magia soñadora de muchas generaciones, es la señal de la sociedad futura; sociedad de ciudadanos, con la ciudad como punto de partida de la naciente República.
Pero nada de esto hubiese sido cierto sino se asume la lucha fundamental contra el enemigo de la humanidad: el imperialismo. La condición de antiimperialista se hace necesaria y suficiente para que esta Constitución sea de veras Bolivariana.
El antiimperialismo tiene que irrigar todo el texto constitucional dándole contenido específico a esta gesta libertaria de nuestros pueblos que encabezan Fidel y Chávez a nivel mundial y que cada día suma más corazones.
¡Venga esa Reforma por el Socialismo!
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