Hay unas cosas que siempre deben anteceder a otras. La luz al sonido. Los caballos irán por delante de las carretas.
Para decirlo con las premisas para el combate revolucionario, las contradicciones no tienen la misma jerarquía. La opinión que tengo sobre el gobernador o alcalde de mi entidad territorial o el precandidato de un sector del PSUV, está en menor escala frente a las diferencias que encarnan Chávez y Bush, o los sucesores de éste. Y decimos así, porque aunque los demócratas y hasta Barack Obama, lleguen este año a la Casa Blanca, los cambios no serán sustanciales. El imperio seguirá en lo suyo, trabajado para someternos y hasta procurar apoderarse de nuestras riquezas. Posiblemente haya un cambio de estilo, como ponerle guante al puño que porta la manopla.
Para nosotros los de América Latina, el problema de la unidad y la integración no sólo es indispensable e inaplazable, para alcanzar metas de crecimiento y desarrollo que nos permitan una distribución del producto que llegue a todos. Pero eso pasa por enfrentar y reducir, como haya que hacerlo, una contradicción de primer orden en nuestras relaciones con las economías fundamentales del capitalismo como Estados Unidos.
Por lo anterior, la crisis económica nada coyuntural que azota a ese país, nuestras enormes reservas naturales, como las petroleras, que al país del norte se le agotan rápidamente, y que el gobierno revolucionario venezolano administra con independencia, en concordancia con los proyectos nacional y latinoamericano, nos hemos vuelto un primer objetivo en la agenda de los halcones y en general de los intereses de supervivencia del modo de vida americano. Obama o Mcain, demócratas o republicanos, con sus diferencias de estilo y el modo de atar la corbata, harán lo que haya que hacer, para garantizarle al modelo que representan fuentes de energía baratas y relaciones comerciales ventajosas, como la implantación de los TLC. Y políticos como Chávez, Correa, Cristina Fernández, Evo Morales y los planes que ellos encarnan, constituyen estorbos para esos propósitos del mundo imperial.
El presidente venezolano, ayer cuando se celebró su regreso al poder después del golpe de estado de abril del 2002, comentó que a raíz de la derrota electoral del 2 de diciembre del año 2007, algunos presidentes aliados privadamente le manifestaron preocupación, pues según dijeron, Venezuela es la vanguardia del cambio a nivel continental.
De modo que, si atendemos a lo que hasta aquí hemos expuesto, para los revolucionarios de América Latina, lo primordial es hacer avanzar con firmeza y la mayor prontitud el proyecto de integración y esto también pasa, por alcanzar la paz en Colombia.
En el caso específico de Venezuela, el objetivo central inmediato, es fortalecer al presidente Chávez y no permitir que sus opositores, representantes del otro lado de la contradicción primaria, los intereses imperiales, alcancen posiciones que le sirvan para entorpecer el proceso.
La pérdida de gobernaciones o alcaldías, podría significar un debilitamiento y hasta una obstrucción en las gestiones que, en lo adelante, el gobierno debe hacer. La meta inmediata y hasta vital del proceso de cambio, es darle mayor respaldo al presidente Chávez. Un número mayor de gobernaciones en manos de las fuerzas que quieren torcerle el rumbo a lo que viene sucediendo en Venezuela, significaría abrirle también un espacio mayor a las fuerzas externas que están a la caza.
Por todo esto, lo que corresponde a los revolucionarios venezolanos, es garantizar que en cada gobernación y alcaldía, por sólo nombrar estas responsabilidades, resulten electos quienes en lo fundamental comparten el proyecto global de cambio.
Es natural que cada compatriota albergue la idea que su precandidato es el mejor de todos, encarna las aspiraciones populares. Y hasta quien garantiza la unidad de todos los revolucionarios y simpatizantes del proceso o del proyecto del presidente. Y tiene todo deber y derecho de trabajar tanto como pueda para que ese precandidato termine siendo el candidato de todos los revolucionarios.
Pero esta lucha, esta meta, no puede asumirse como si ella fuese la expresión cabal de la contradicción fundamental ante la cual nos debatimos. Y creyéndolo así, asumamos a los otros precandidatos y a quienes a ellos apoyan, como enemigos o representantes de las clases que se oponen al proceso de cambio.
Por el contrario, estas diferencias deben abordarse con la cordialidad y camaradería propias de combatientes de una misma causa. Porque esta diversidad de criterios en el campo revolucionario, por demás pertinente, se puede y debe abordar como contradicciones reconciliables a través del diálogo y la participación.
Y mientras este debate se desarrolla, debemos prepararnos para aceptar a los candidatos finalmente escogidos por la genuina voluntad del colectivo. Y disponernos a respaldarles con entusiasmo y energía para continuar con más intensidad la tarea nacional y continental que lidera el presidente Chávez.
En un revolucionario, solidario, ajeno a posiciones individualistas, personalistas y valoraciones minúsculas, no hay cabida para otra forma de abordar la coyuntura electoral que se avecina.
No olvidemos, como se dice en la canción de Simón Díaz, titulada “Mercedes”, que “en un recodo del río, hay un enorme caimán acechando”.
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