Mis queridos lectores, con toda seguridad deben estar pensando que detrás del título de este humilde artículo se oculta un enorme sarcasmo. Sin embargo, aunque no creo que Vargas Llosa agradezca nada en absoluto al gobierno, en verdad debería hacerlo. Gracias al gobierno venezolano desde sus más bajas esferas a las más altas, el escritor recibió una cobertura extraordinaria de su participación en el foro de CEDICE, algo totalmente incomprensible para mí. Estoy seguro que si se hace una encuesta en la calle acerca de que es la organización CEDICE, una gran mayoría de los encuestados se encogerían de hombros, aún más, creo que un alto porcentaje respecto a Vargas Llosa preguntarían si se trata de algún pelotero. De no haber sido por la importancia que le atribuyó el gobierno al foro y a la figura de Vargas Llosa, creo que su estadía por el país habría pasado sin pena ni gloria.
Pongamos las cosas en perspectiva, Vargas Llosa es un gran escritor sin duda alguna, me he deleitado leyendo varias de sus novelas y sin duda alguna me encantaría escucharlo disertar acerca de literatura y técnica literaria, para aprender algo que me permita mejorar estos artículos que me empecino en escribir y que gentilmente ustedes se empecinan en leer demostrando una gran paciencia e indulgencia con quien los escribe. Sin embargo, atribuirle a Vargas Llosa relevancia acerca de sus opiniones políticas es otra cosa muy distinta. De hecho, el insigne escritor en el plano de la política es un fracasado, en su fugaz carrera política como candidato a la presidencia del Perú fue derrotado contundentemente por un aprendiz de político y un outsider como Fujimori. El astuto nipón supo interpretar los anhelos del pueblo peruano y con una extraordinaria habilidad populista, supo hablarle al pueblo y convencerlo. Por el contrario, el elegante y de porte aristocrático, Vargas Llosa, no supo entender a su pueblo y mucho menos convencerlo. El discurso de Vargas Llosa fue el tradicional y muy poco original discurso del liberalismo. Por lo tanto, el escritor no posee en verdad de argumentos nuevos y originales, y en ese sentido, no entiendo que valor podría tener un debate con él.
Por otra parte, quiero referirme a la extendida idea de que los escritores, aparte de su genialidad en el campo de las letras, también poseen una habilidad extraordinaria para decir cosas novedosas y profundas en materia política. Definitivamente, creo que esto no es así, las opiniones políticas de los escritores como las de cualquier otro profesional, un médico, un abogado o un ingeniero pueden estar absolutamente contaminadas de prejuicio e ignorancia. Soy de los que piensan que las posiciones políticas asumidas por las personas están basadas en gran medida en aspectos subjetivos y emocionales, y mucho menos en aspectos racionales.
También, quiero destacar que pienso que en los actuales momentos propiciar debates entre representantes de la derecha liberal y representantes de la izquierda variopinta socialista es un ejercicio fútil, del cual nada saldrá en concreto. Tanto de un lado como del otro, el discurso ya es conocido y no hay puntos de coincidencia en las cuestiones fundamentales. En los actuales momentos, me parece, mucho más relevante los debates que se puedan dar entre intelectuales de esa izquierda variopinta que mencioné, porque de ese debate pueden surgir ideas que tengan una repercusión efectiva en el curso que tome la revolución bolivariana. Esta idea me surgió al ver en televisión un encuentro de intelectuales de izquierda y escuchar una exposición del Sr. Monederos, un profesor español que fue asesor del Presidente Chávez a quien conocí personalmente, y tuve la oportunidad de discutir con él acerca de algunos temas importantes del proceso. El profesor Monederos señaló que para que la revolución siguiera siendo bonita había que poner atención en algunos puntos como: examinar la relación entre un liderazgo unipersonal exacerbado y la posibilidad de desarrollar la participación popular; los riesgos de estar creándose en Venezuela una nomenclatura no muy distinta a la existente en la Unión Soviética; la irracionalidad de cambios totales en los ministerios cuando cambia el ministro, perdiéndose experiencia acumulada y personal valioso; la relación perversa existente entre corrupción e ineficiencia, el fracaso en 10 años de no poder cambiar el modelo rentista en la economía y en la conducta del venezolano; el retroceso que significa desechar la descentralización y volver a un esquema centralista, cosa que a mi modo de ver conspira contra la participación popular.
Creo que el debate interesante es aquel que debe darse en el seno de las fuerzas progresistas, entre quienes ven este proceso revolucionario cono la implantación del “socialismo en el siglo 21” y los que como yo creemos que se trata de crear el “socialismo del siglo 21”, a mi modo de ver, dos cosas totalmente distintas. Un debate interesante es confrontar posiciones entre quienes creen que el modelo socialista debe estar basado en postulados marxistas y quienes como yo, creen que el marxismo es algo que hay que dejar atrás. Un debate entre quienes piensan que el advenimiento del socialismo requiere de la aparición del Hombre Nuevo del Che Guevara, y quienes piensan como yo, que el socialismo hay que realizarlo con el hombre imperfecto, que por imperfecto es humano en toda le extensión de la palabra. Un debate entre quienes piensan que la economía socialista debe estar centralmente planificada y basada en el control de la producción, y quienes pensamos que es posible construir una sociedad socialista con una economía mixta. Un debate entre quienes creemos que el socialismo del siglo 21 debe ser descentralizado versus quienes favorecen la centralización, entre quienes creen en el socialismos desde abajo y los que favorecen el socialismo desde arriba, entre los que creemos que debemos propiciar una sociedad socialista rica para todos y quienes creen que ser rico es malo, entre quienes creen que el socialismo es un modo de producción y quienes lo ponemos en duda, entre quienes creen que las empresas del estado deben renunciar a la rentabilidad económica y quienes creemos que por el contrario deben ser rentables para poder distribuir esa ganancias en lo social.
Para finalizar, un debate profundo debe darse en el seno de la izquierda para fijar el rumbo de una revolución que a 10 años de marcha no podrá por mucho tiempo achacarle los problemas existentes a la Cuarta República, una revolución que a mi modo de ver, aún no está consolidada y que en caso de darse una involución, esta sería catastrófica con un gran sufrimiento para el pueblo.
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