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Cuando la atrocidad se hace cotidiana, se adormece el asombro. Una coalición de las más voraces potencias imperialistas bombardea a Libia prosiguiendo la operación de latrocinio global de la energía fósil que llevará a una Guerra Mundial, y las próximas víctimas se abstienen de vetarla. Los ladrones de petróleo saquean las reservas internacionales del país agredido aniquilando de paso el sistema financiero mundial, y los medios fingen que nada ha sucedido.
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Cuando el pillaje viola la ley, no queda otra ley que el pillaje. Con insignificantes titulares, algunos medios informan que doscientos mil millones de dólares de reservas internacionales de Libia más setenta mil millones de dólares de la Oficina Libia de Inversiones depositados en el exterior han sido confiscados. Esta noticia explosiva supera por su poder destructivo todas las bombas descargadas sobre el país africano por el delito de tener petróleo. Significa que no hay diferencia entre depositar dinero en instituciones financieras internacionales y dejarlo en medio de la calle. Para quien todavía no haya comprendido, se traduce en que las instituciones financieras internacionales ya no sólo son inútiles, sino también peligrosas.
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A medida que el fraude apuntala los sistemas, no queda otro sistema que el fraude. En 1944 Estados Unidos, bajo la amenaza de sus ejércitos de la Segunda Guerra Mundial, obligó a los países de la órbita occidental a suscribir los acuerdos de Breton Woods, según los cuales todas las monedas debían tener respaldo en dólares, y el dólar en ninguna. Para que Estados y personas perdieran el control sobre estas colosales sumas, se presionó para que se mantuvieran en dólares y se depositaran en instituciones internacionales. Entre los desencadenantes de la guerra contra Irak estuvo el plan de este país de cambiar sus enormes reservas a otros signos monetarios. Por su parte, Kadafi planeaba aplicar las vastas reservas antes citadas y sus 144 toneladas de oro para crear el “dínar de oro libio” como divisa africana que sirviera de alternativa al dólar y al euro. A Venezuela se la tiene en la mira por haber diversificado sus reservas, y por proponer el Sistema Unificado de Compensación de Reservas (Sucre) con igual finalidad. No hay más receta que el exterminio para quien amenace el más fabuloso de los negocios del imperio: imprimir papel sin respaldo y obligar a los demás países a aceptarlo como moneda.
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Dos columnas mantenían ese sistema financiero internacional: 1) La de que los depósitos de una persona sólo pueden ser retirados por dicha persona o su legítimo apoderado o heredero. 2) La de que los bienes de los Estados son inembargables, conforme con la Convención de Naciones Unidas sobre las inmunidades jurisdiccionales de los Estados y sus bienes, aprobada por la Asamblea General el 16 de diciembre de 2004. Nuevo Sansón, el rufián que ejecutó el colosal embargo contra las reservas internacionales de Libia echó por tierra esas dos columnas, sin ver que el templo financiero internacional se le iba a caer encima. O, por si todavía no lo has comprendido: dólar depositado en una institución financiera internacional será transferido a tu peor enemigo para que te asesine.
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De la misma forma que una coalición imperialista bombardea, incinera, saquea y descuartiza a un país sin comprender que ello despierta una resistencia invencible, sus sicarios judiciales confiscan reservas internacionales y cuentas bancarias de un país sin advertir que anulan el único sostén de un sistema financiero, que es la confianza. Ello puede implicar una corrida bancaria de magnitud colosal. Unos veinte países poseen el 60% de las reservas internacionales, desde los 3.045 miles de millones de dólares de China a los 115 millardos del Reino Unido ¿Qué Estado o particular dejará un centavo en cuentas que pueden ser confiscadas a favor de sus enemigos? ¿Habrá un solo potentado o un solo Estado que no esté planeando en este momento la manera más eficaz de retirar sus fondos y reservas del sistema financiero internacional? Salvo los amigos de los poderes imperialistas, claro. Esos sí se pueden considerar seguros. Kadafi, por ejemplo, contaba con la incondicional amistad de Berlusconi, a quien costeó las elecciones. También tenía a su favor la lealtad de Sarkozy, a quien asimismo pagó su campaña electoral. Incidentamente, tenía en su activo el afecto de Aznar y la fraternidad de Juan Carlos de Borbón y del primer ministro inglés y de Obama, quienes lo recibieron con todos los honores. Kadafi se consideraba con las mejores razones “un importante socio de Occidente”. Estos ejemplos deben tranquilizar considerablemente a los mayores titulares de depósitos en los organismos financieros internacionales. O, para explicarlo mejor: divisa que no retires será invertida en cavar tu tumba.
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Venezuela consiente que sus jueces cedan a árbitros extranjeros del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias sobre las Inversiones (CIADI), sucursal del Banco Mundial, el decidir demandas en su contra por un monto equivalente al de sus reservas internacionales, confiada en el recién difunto principio de que las reservas de los Estados no son embargables. Kadafi creía exactamente lo mismo. Ya Exxon intentó una vez embargar nuestras reservas. Ahora no tiene obstáculos para hacerlo. Más nos valdría retirar de los organismos financieros nuestras reservas internacionales y de sus cargos a jueces que no crean en la soberanía de jurisdicción. O aprendemos de Libia, o erramos.
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