No me causa simpatía política ni Humala ni la Keiko. Creo que el uno como la otra representa tendencias del pensamiento que en definitiva terminan siendo reaccionarias al servicio de la oligarquía criolla y del imperialismo foráneo. El pueblo peruano tiene la potestad de decidir su propio destino sin olvidarse de los factores internacionales que influyen, en muchos casos, de manera decisiva en su historia.
Es verdad que el capitalismo es ya un cáncer o un sida sin cura para evitar que se cumpla su derecho y su deber histórico de la mortalidad. La Historia del género humano y, especialmente, de los modos de producción y reproducción marcha inexorablemente en ese sentido. Pero cuando se va a hablar de personas, así lo creo, debe tenerse el cuidado de utilizar palabras o términos que se ajusten, de manera específica, a las características o conceptos irrebatibles. Don Mario Vargas Llosa es un Nobel de Literatura que debe trabajar con la más importante herramienta del pensamiento: la palabra, el concepto, la categoría. No es un obrero ni un campesino que deben ejercer sus labores, precisamente, con las herramientas que ni piensan ni hablan: los medios de producción materiales.
En el escenario de la política la burla, la humillación, el vejamen, la risa sarcástica producen el efecto contrario a la de un buen humorista en el circo, que es hacer reír sanamente a la audiencia. En política, el Nobel de Literatura, don Mario Vargas Llosa, se cree con el derecho de ofender y burlarse de los demás o, más concretamente, de quienes tiene por adversarios. Aun así encuentra quienes le aplaudan o le exalten el sarcasmo humillante de sus críticas.
En verdad, en la política como en muchas otras cosas, existe el mal menor. Sin embargo, debe tenerse el cuidado de que ese mal menor no le garantice a una mayoría de pueblo un mal mucho mayor. Si un pistolero, por ejemplo, entra a una escuela y dispara indiscriminadamente hiriendo a diez personas, pero decide salvar a cinco y dejar que los demás se desangren, está cometiendo un mal menor. El mal mayor sería dejar morir a las diez personas o no salvar ninguna. Pero sería terrible que un gobierno, cualquiera que sea, premiase al pistolero por su “hazaña” de salvación.
Cierto es, también, que en un proceso electoral, si no existen las condiciones necesarias para la abstención, una organización política de izquierda –por ejemplo- debe decidirse por aquel candidato que represente el mal menor. Siempre será preferible un buen demócrata a un mal socialista. Pero en el caso que nos ocupa i Humala ni Keiko ni son buenos demócratas ni tampoco nada tienen de socialistas.
Don Vargas Llosa tiene doble nacionalidad, la peruana y la española, por lo cual puede votar en las elecciones de Perú como en las de España. Sin nada criticar por ello al Nobel de Literatura más creo en la sinceridad de aquellos que, por una u otra circunstancia, hacen su vida en otra nación pero no renuncian a su originaria identidad nacional, por lo menos, mientras exista capitalismo porque el socialismo acaba para siempre con las fronteras nacionales para que los seres humanos del planeta sean sencillamente universales, humanidad sin distingos de identidades por países. La Revolución Rusa de Octubre de 1917 fue el más patético ejemplo de esa verdad histórica.
Don Mario Vargas Llosa analizó la necesidad de votar para elegir a la persona que jugará el papel de nuevo Presidente del Perú. Su conclusión fue decidirse por el “mal menor” para evitar el “mal mayor”. Y eso, así lo creo, en la realidad política peruana es correcto. Sin embargo, no podía dejar por fuera la presencia de su terminología ofensiva. Al primero lo identificó como un cáncer y al segundo como el sida. Humala es el cáncer y Keiko el sida. En verdad, independiente de cualquier elemento político para oponerse a Keiko, ésta fue muy respetuosa en la respuesta que dio al Nobel Vargas Llosa cuando éste la atacó antes de la primera vuelta.
Los candidatos a la Presidencia de Perú se desayunan antes de ir a votar, en su mayoría, como un gesto – a mi juicio- hipócrita o demagógico de la política para hacer creer que el pan que se comen lo comerán, también, todos los pobres de la vida socioeconómica peruana tan pronto el desayunador gane la Presidencia. Si eso es una costumbre de la política electoral peruana, hay que respetarlo y hasta no criticarlo. Pero eso no interesa para nada en relación ni con la interrogante que encabeza esta opinión ni con la respuesta a la misma. Fujimori desayunó antes de ganar la Presidencia y creó tumbas para seres vivos donde mantiene a los presos políticos revolucionarios. Por cierto, que se sepa, ni el Nobel de Literatura ni ningún candidato a la Presidencia del Perú han dicho nada al respecto.
La señora Keiko, con todo el derecho peruano, es candidata a la Presidencia del Perú. Como mujer, es respetable y hasta admirable por quienes creen en sus promesas. Nada en contra tengo sobre su aspiración política ni sobre sus derechos como ciudadana del Perú. Creo, más bien, que es una mujer de buenos sentimientos, especialmente, hacia la mujer peruana. Sin embargo, eso no es suficiente para valorar, en el sentido más amplio, sobre qué pasaría de ganar la Presidencia del Perú.
La seriedad y objetividad en las encuestas peruanas rodaron, en su mayoría, sobre el resultado electoral de la primera vuelta para la Presidencia del Perú. Toledo que iba de primero en las mismas no figuró ni siquiera para el placé. Incluso, no estaba previsto en los primeros escrutinios que un candidato (Pedro Pablo y de apellido más foráneo que latino o peruano) festejara con alegría de tísico el segundo lugar que definitivamente correspondió a la señora Keiko, quien disputará la segunda vuelta electoral con Humala. Hicieron que ese candidato engañado cantara hasta un cumpleaños feliz por adelantado y solicitara a sus seguidores que no hicieran caso a los medios de comunicación ni a lo que dijeran los políticos peruanos sino a la orientación de una señora peruana que, creo, estaba en su acto de festejo.
Tanto para la derecha como para la izquierda política del Perú se les empasteló la situación electoral. Si votan por Humala, creen que lo están haciendo por un político de izquierda que se les parece mucho al Presidente Hugo Chávez de Venezuela, pero si lo hacen por Keiko (que es lo más seguro), creen que es de derecha pero quien gobernará, desde atrás de bastidores, será el expresidente Fujimori. No tienen otra alternativa a las manos, porque en segunda vuelta se gana quien más votos obtenga sin que el porcentaje importe para nada.
En verdad, si se valora por su pensamiento, Humala es un político peligroso de la derecha peruana con un ropaje de algunas palabras de izquierda. No se está ni criticando ni juzgando sus derechos políticos y, mucho menos, el de ser candidato a la Presidencia del Perú y de luchar por ganarla. Eso es problema de la sociedad peruana. Sin embargo, su manera de pregonar el nacionalismo extremo como fórmula para sacar al Perú adelante, en este tiempo de dominio del imperialismo capitalista en el mundo, representa una tesis profundamente reaccionaria y antisocialista casi ciento por ciento. Si con algo no comulga la revolución socialista es con ese nacionalismo extremo. Pero no es por ello que don Vargas Llosa lo diagnostica como cáncer sino porque lo considera de izquierda y piensa que a recibir línea política del camarada Chávez. Pero si va a votar por Humala –como mal menor- ¿por qué critica con tanta furia al gobierno venezolano falseando las realidades?
Cierto que la señora Keiko es la hija del bonapartista Alberto Fujimori, encarcelado en Perú y quien ordenó cometer crímenes atroces durante el ejercicio de su función presidencial. Ya la candidata solicitó el perdón del pueblo peruano por aquellos actos, sin mucho especificarlos, que cometió su padre en el ejercicio de su mandato presidencial. ^Pero de ganar la Presidencia la señora Keiko y eso es potestad de los peruanos y peruanas con derecho y deber de ejercer su voto electoral, se tendría a una Presidente que le agarrará, incondicionalmente, línea política a su padre (Alberto Fujimori) puesto en libertad y exonerado de sus crímenes de lesa humanidad. Volverá un oscuro pasado que aún tiene traumatizado a una buena parte de la población peruana. La impunidad convertirá a los victimarios en víctimas y a las víctimas en victimarios.
Nadie debe olvidar, por lo menos de los peruanos y peruanas, que la señora Keiko, siendo mucho más joven que ahora, defendió, con postura de roble y hasta en forma amenazante por el poder que concentraba en sus manos haciendo el papel de primera dama del Perú, la política represiva y de muerte que ejerció su padre durante sus dos mandatos continuados. Aun así, para un Nobel de Literatura, existen palabras o términos para oponerse a su candidatura sin calificación de terminología médica, como sida, que la irrespeta como mujer.
Claro, si me tocase votar para escoger a Humala o Keiko para la Presidencia de Perú en este momento de la historia de ese país, lo haría por el primero no sin antes, aunque nada de bola me pare, solicitar que sean clausuradas las tumbas para seres vivos que construyó el bonapartista Alberto Fujimori. Y si Humala dijera que las sostendrá y las ampliará hacia abajo, manifestaría públicamente mi rechazo a esa posición y no votaría ni por él ni por Keiko sin necesidad de acusar al uno de cáncer ni a la otra de sida.