El comunismo y el marxismo: son tonterías y estupideces

 Para la filosofía, la economía, la política, la historia y la sicología, por lo menos, el lenguaje debe adaptarse a los conceptos, a las categorías, a las realidades objetivas, a la necesidad de ilustrar a los demás con conocimientos y no con fantasmagóricos mitos o dogmas indescifrables e indemostrables.

El experto en economía, don Emeterio Gómez, en un programa de televisión habló de doctrinas sin argumentos en sus manos sino con un mazo de acero descalificando todo lo que no comparte con palabras repugnantes, inadecuadas e impropias de un lenguaje científico. Su odio contra el comunismo y el marxismo es visceral. Eso no es un método equilibrado y razonado de un científico y, mucho menos, económico. Que don Emeterio Gómez no quiera reconocer la existencia de las leyes de la dialéctica para la sociedad y el pensamiento, no quiere decir que esas leyes no lo reconozcan a él.

No es lo mismo decir “el comunismo y el marxismo tienen vigencia alguna en la historia de este tiempo” a decir “el comunismo y el marxismo son una tontería y una estupidez”. La primera opinión requiere de argumentos para sustentarse, sean científicos, verdaderos o falsos. La segunda opinión no necesita ni siquiera de una palabra más, porque, en el fondo y respetando cualquier método científico, no es opinión sino un chiste de muy mal gusto.

Si un admirador delas ideologías que defendieron o defienden a capa y espada el absolutismo político monárquico y ala Inquisición religiosa dijera: “El capitalismo y el Contrato Social de Rousseau son una tontería y una estupidez”, seguro que don Emeterio Gómez arremetería con argumentos irrefutables defendiendo la verdad o la objetividad histórica. Pero no existe manera que don Emeterio Gómez vea más allá de la fronteras del capitalismo, que no alcance a apreciar que la marcha de la historia se basa, hasta ahora, en el motor del ferrocarril que es la lucha de clases y, por consiguiente, crea, jure y perjure que todo el tiempo que le resta de vida socioeconómica a la historia del género humano será de capitalismo. Por eso le busca mil y más explicaciones para vendernos la idea de que el capitalismo tiene, en la actualidad y a pesar de sus crisis y las realidades que crea generando pobreza para la mayoría de la humanidad y riqueza para la minoría, todas las virtudes necesarias para hacer el mundo un edén de felicidad para todos sus habitantes sin distingos de ninguna naturaleza. Pero si fuese un marxista quien dijera que “el capitalismo y la Enciclopedia o Ilustración fueron una tontería y una estupidez”, estaríamos frente a una persona que grotescamente le faltaría el respeto a Rousseau, Montesquieu, Diderot, Voltaire y otras eminencias del pensamiento social sino, peor aún, a Marx y Engels.  deformaron el cerebro y en su lugar le colocaron unas células de barro. Sería una pendejada insoportable.

Don Emeterio Gómez es partidario de un capitalismo que sea bueno, que tenga un corazón de Jesús, un alma de Dios pero la práctica, contrariando a don Emeterio y aunque no quiera reconocerlo, le ha demostrado que eso es un sueño imposible, mucho más utópico que la Utopía de Moro y la ciudad del sol de Campanella. El capitalismo dejó de ser un modo de producción revolucionario hace muchas décadas. Para que el capitalismo llegue a dar una prueba de ser bueno y eso lo contradeciría totalmente, tendrían los dueños de la propiedad privada y el capital que repartir la plusvalía por partes iguales con los trabajadores que son, en definitiva, con su plustrabajo quienes la producen y por ello no reciben ni un solo centavo de salario. Sin embargo, si así fuese y nada es más imposible en el capitalismo, tendríamos que aceptar que fue Marx, con su marxismo, quien despejó todas las realidades fundamentales en su colosal obra “El Capital”. Es de suponer que don Emeterio Gómez nunca se haya preocupado por estudiar esa obra, porque siendo “una tontería o una estupidez” no valdría la pena gastar pólvora en ese zamuro. Pero aquí cabe una pregunta que merece respuesta: ¿cómo puede hacer un científico, y don Emeterio lo es en el campo de la economía, sacar sus conclusiones sobre una doctrina sin haberla estudiado a profundidad y sin haberle echo seguimiento en la práctica social?

Si don Emeterio Gómez o cualquier otro científico respondiera diciéndonos que en la Unión Soviética se siguió al pie de la letra el marxismo como guía para la construcción del socialismo, y por eso éste fracasó como lo sabe medio mundo o mundo entero. La verdad histórica, a través de los hechos, diría: “No, eso no es cierto, como tampoco es cierto que el capitalismo se haya guiado al pie de la letra por el Contrato Social de Rousseau”. Se pudiera emborronar miles de cuartillas citando verdades y demostrarle a don Emeterio Gómez que no tiene razón en su veredicto, pero eso sería casi interminable por lo cual me limitaré a un solo ejemplo.

Empecemos diciendo que el marxismo (sustentada en el colectivismo), como cualquier doctrina que implique una concepción de mundo bien sea la cristiana (fundamentada en los poderes divinos de un Ser Supremo) o la burguesa (basada en el individualismo), no es jamás una panacea que contiene todas las recetas exactas para resolver todas las realidades históricas. Es verdad que bajo el gobierno de Lenin, que sólo duró siete años, el marxismo fue cuidadosamente tomado en cuenta, fundamentalmente, en aquellos elementos de la estrategia política o de economía política que sí eran permisible su aplicación dentro del contexto de las realidades y necesidades objetivas dela Revolución. Sin embargo, en el marxismo no existía ni una sola letra que explicara, por ejemplo, la necesidad de una Revolución Proletaria de aplicar una política de “comunismo de guerra”. Y éste se debió a que inmediatamente al triunfo dela Revolución (toma del poder político) las naciones imperialistas le hicieron un cerco militar y se complotaron con la contrarrevolución interna para hacerle la guerra y derrocarla. Tan pronto la Revolución victoriosa superó esas circunstancias el “comunismo de guerra” fue desechado por innecesario y se estableció una Nueva Política Económica (nep) que no era precisamente puro socialismo sino capitalismo de Estado basándose no sólo en que Rusia era el país más atrasado de la cadena capitalista de Europa sino, igualmente, en que la Revolución Proletaria no se producía en las naciones de capitalismo desarrollado.

Muerto Lenin en 1924, líder indiscutible de la Revolución, empezó el cambio de la tortilla. Salió a flote la tesis anticientífica de que en tiempo de Marx y Engels no existía la ley del desarrollo desigual y que existiendo ahora en la fase imperialista eso hacía posible construir “el socialismo en un solo país”, independiente de todo cuanto ocurriese en el capitalismo que le rodeaba debido a que éste no podía determinarle el curso a la Revolución Proletaria.  Y eso hizo que el gobierno encabezado por Stalin no entendiera que la economía de la Unión Soviética se encontraba sometida o condicionada por el mercado mundial y que estaba obligada a relacionarse con ese mercado a través de la importación y la exportación. Por el contrario, el camarada Stalin decía: “No hay ninguna necesidad de mezclar el factor internacional a nuestro desenvolvimiento socialista”. Craso y fatal error.

El marxismo, en sus enseñanzas, como guía para la acción, dice que la desigualdad de la evolución económica y política es una ley absoluta del capitalismo. Pero también señala que tiene su corolario: la ley del desarrollo combinado que es de obligatoriedad para poder construir el socialismo, porque éste a diferencia del capitalismo, se fundamenta en un mundo sin fronteras nacionales. Entonces ¿qué culpa tiene el marxismo o el comunismo que un gobierno o un líder socialista o comunista diga lo contrario y se proponga construir el socialismo en un solo país, aislado del resto del mundo que es capitalista, cuando eso es una utopía imposible de hacer realidad?

Tal vez, lo que más aborrece don Emeterio del comunismo y del marxismo es que éste sostiene que aquel representa la emancipación de todos los explotados y oprimidos en la Tierra más no en el Cielo y en el Infierno. Y eso pasa, sin objeción de ningún género, sustituyendo la propiedad privada sobre los medios de producción por la propiedad social de los mismos. Eso hace desaparecer a las clases sociales y extinguirse el Estado y, además, desaparece del mapa fetiches capitalistas como la mercancía, el dinero y el trabajo asalariado. El marxismo jamás sostiene que la burguesía debe ser desplazada por una casta burocrática que viva de la riqueza producida por los trabajadores y se convierta en autocrática para defender, ante la propia Revolución socialista, sus privilegios sociales. Que eso haya sido, luego de muerto Lenin, lo que se produjo e la Unión Soviética y otros países llamados socialismo del Este, es otra cosa que nada tiene que ver con el verdadero socialismo sustentado por el marxismo de Marx y Engels.

En otro programa de televisión, unos expertos en análisis político concluyeron, que el comunismo es anacrónico y que el socialismo del siglo XXI de Chávez es neocomunismo. Ojeemos un poco las páginas de la historia para determinar cuánto de verdad o cuánto de mentira tienen esa “profecías” en el siglo XXI.

Bueno, el término”anacrónico” es mucho más respetable que los términos utilizados por don Emeterio Gómez. Sin embargo, tampoco se ajusta a la verdad histórica. Todo modo de producción, cumplida su misión histórica, se hace anacrónico, ambiguo y pierde su vigencia. Esos términos se corresponden con el capitalismo pero eso no es suficiente para que se caiga por su propio peso. Su derrota está en la lucha de clases, en un proletariado que debe asumir su papel gestor de una nueva sociedad y para ello, debe romper con todos los cánones del nacionalismo, porque el socialismo tiene que construirse universalmente producto del triunfo de la revolución permanente, que es otro elemento importante e indispensable de la doctrina marxista. Que luego de muerto Lenin la dirigencia soviética que se instaló en el poder haya echado esa teoría por la borda y la haya negado, es otra cosa donde el marxismo no tiene culpa. Y decir que el “socialismo del siglo XXI” planteado por Chávez es neocomunismo, eso sí puede considerarse como una tontería divulgada, con muy mala intención, por los enemigos del socialismo y del gobierno presidido por el camarada Chávez.



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Freddy Yépez


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