Desde hace unos años para acá, incluso sin influencia del Premio Nobel Vargas Llosa, y, especialmente, desde que el camarada Chávez llegó o ganó la Presidencia de la República se ha desatado un odio, a veces casi irracional y en otras irracional por completo, contra la Revolución Cubana y su líder fundamental, el camarada Fidel Castro. No pocos de los que disfrutaron de la solidaridad de la Revolución en el pasado sin que les costase un solo centavo, hoy rezan, abierta o a escondidas, pidiéndole al Ser Supremo que acabe la vida de ese vejetorio. En verdad, no sé si la señora o cuidadana Colette Capriles sintió, tiempo atrás, admiración por la Revolución Cubana. Y por ser aún joven tiene su pleno derecho de refutar un régimen que (si no ha conocido en las calles, ciudades, pueblos, escuelas, hospitales, empresas, plazas, teatros, cuarteles o carreteras de Cuba), no tiene porque avalarlo o compartirlo. Creo, que quien alza ese lema de Santo Tomás (el apóstol) de ver para creer, merece el respeto por eso de conservar la duda como un camino hacia la conquista del conocimiento verdadero. No se me ocurre pensar que con el nivel de conocimientos que posee la analista política internacional, Colette Capriles, necesite de los ojos de Santo Tomás para conocer las realidades de Cuba con un respetable porcentaje de aciertos.
En varias oportuidades la he visto y la he escuchado en entrevistas que le han hecho medios de comunicación televisivos en el país. Confieso que le he prestado, igual a otros analistas internacionales enemigos del socialismo, mucha atención a sus exposiciones. Creo que siempre algo se puede aprender de quienes adversan la ideología o la doctria que uno profese. Eso de decir que del enemigo no tomar nada ni siquiera en lo que tenga razón, fue un desacierto infantiloide y de sectarismo envejecido de la camarada Clara Zetkin. Lo cierto es que la analista política internacioal, Colette Capriles, dice en su artículo que en “… la isla (Cuba)…en donde el tiempo se detuvo”. Eso llama mucho la atención. ¿Será cierto o será falso?
Pienso. No pienso, mejor lo aseguro que el camarada Fidel, por lo menos en la segunda mitad del siglo XX, es quien mejor dominio del tiempo tuvo. Para un marxista o revolucionario de la dimensión del camarada Fidel, el tiempo no es, citando al camarada Trotsky, “… de ninguna manera, un factor secundario cuando se trata de un proceso histórico: es infinitamente más peligroso confundir el presente con el futuro en política que en gramática…”. Nadie en Cuba ni nadie en América y el mundo, por lo menos desde los años sesenta del siglo pasado hasta ahora en los comienzos del siglo XXI, ha sabido como Fidel que el desarrollo no consiste en la aplicación rigurosa de teorías evolucionistas ni en la acumulación planificada ni en la mejoría permanente de lo que es. No, el camarada Fidel sabe que, vuelvo a citar a Trotsky, eso “Implica transformaciones de cantidad en calidad, crisis, saltos hacia adelante, retrocesos…”. Fidel está consciente que Cuba no vive un régimen socioeconómico socialista como quisiera fuese real, que no es un sistema equilibrado de producción y consumo y, por eso, su desarrollo no es armonioso sino contradictorio. Al camarada Fidel, salvo en humaismo y en disposición de crear verdadera justicia social, no se le ocurre ni siquiera pensar, por ejemplo, que Cuba sea más desarrollada que Estados Unidos o Alemania, que Francia o Japón, que Rusia o China, que Inglaterra o Italia. Sin embargo, eso no niega que en algunos aspectos de los factores de la vida social la Revolución haya alcanzado, como en salud y educación y deportes, niveles más elevados que en varias naciones de capitalismo desarrollado. Sin embargo, Fidel sabe en demasía que el resorte fundamental para el progeso económicosocial es el desarrollo de la técnica y la dinámica de las fuerzas productivas. Cuba no posee aún esas condiciones en su globalidad.
Pero vayamos a eso de que en “la isla el tiempo se detuvo”. Repito la pregunta anterior: ¿será cierto o será falso?
Uno piensa, vuelve a pensar, mide una y otra vez sobre lo que está pensando para tratar de dar un paso seguro en lo que se va a decir. Y creo que ciertamente en la isla o en Cuba hubo un tiempo que se detuvo. Fue, precisamente, ese en que la isla era un gran garito para los juegos de azares; un gran centro de prostitución para que los turistas fueran a gozar los placeres del sexo comercial; un gran feudo donde pocos señores eran los amos y forjaban el destino de miseria y de dolor para miles de miles de cubanos y de cubanas; un gran escenario donde los satanizadores de la vida “adivinavan” el destino de las personas creyentes para dejarles vacíos sus bolsillos y llenárselos de falsas esperanzas; un gran horno de desesperanzas para la mayoría del pueblo cubano que estaba sometido al despotismo de dictaduras que terminan siendo los fieles guardianes de los intereses económicos foráneos, fundamentalmente, del imperialismo estadounidense; un gran cráter para que cundiera la ignorancia y la aplastante mayoría del pueblo no tuviera acceso gratuito a la educación, a la salud y a las ciencias. Ese tiempo no sólo se detuvo sino que desapareció casi por completo. Ese tiempo en que el Estado Cubano no hacía más que ejecutar las órdenes dictadas desde la Casa Blanca en Washington, se detuvo y se acabó.
Pero a todo tiempo que se detiene viene otro tiempo que lo supera y ese es el que sigue andando si lo entendemos como proceso histórico. Llegó la Revolución y mandó a parar o detener todo aquello que lesionaba la dignidad del pueblo cubano. Vino el tiempo de la educación obligatoria y gratuita, de la salud obligatoria y gratuita, de la masificación del deporte, del tratamiento humano a la infancia, del respeto y consideración por la mujer, de grandes aperturas para el desarrollo de la juventud, del cuidado esmerado para la vejez, del tratamiento humanitario y respetuoso para los emfermos de la mente. En fin: llegó ese tiempo en que el pueblo se siente realmente consciente del gobierno que lo respeta, que lucha por la solución de sus necesidades y lo toma en cuenta no como convidado de piedra sino como verdadero protagonista de su historia. Que el pueblo cubano no esté, como no lo está Fidel, completamente satisfecho de lo que quieren y han logrado, es correcto, es cierto. Que la analista política internacional, Colette Capriles, así no lo crea, es otra cosa y se lo respeto.
Si en Cuba, el gobierno presidido por el camarada Raúl Castro, está aplicando políticas económicas que ciertamente son de carácter capitalista, de ello no se puede achacar la culpa principal a la Revolución Cubana y sus dirigentes sino, aunque esto no guste a pocos o muchos, al proletariado especialmente de las naciones imperialistas que sigue aferrado al nacionalismo que no le permite romper con ese arcaico concepto de fronteras que separa a los pueblos en identidades diferentes y evita que cumpla su misión emancipadora de la humanidad y, por otro lado, la ausencia –casi global- de dirección revolucionaria, lo cual facilita el predominio de los factores políticos que canalizan el descontento de pueblos por la vía de la regeneración de algunos aspectos del capitalismo sin arrancarle de raíz sus fundamentos de la explotación y opresión de clase. Este tiempo, llegará el día, en que igualmente se detendrá y pasará a la historia como cadáver sin que nadie tenga necesidad de ir a llevarle flores a su sepultura para recordarlo y enamorarse de él.
Que bueno sería que la analista política internacional, Colette Capriles, visitase Cuba, recorriera la isla con la plena libertad de hablar con quien lo desee y, luego al regresar a Venezuela, tenga suficientes elementos irrefutables para sus opiniones. Hace poco, CNN visitó Cuba haciendo un trabajo periodístico, el cual fue trasmitido por ese importante canal internacional de televisión y no le quedó más remedio que reconocer realidades, emociones, críticas constructivas y sueños de un pueblo que está, independiente de las adversidades que son reales en la isla, con su Revolución aunque haya algunos que internamente no la compartan. ¡No todo tiempo pasa volando! ¡No toda gaviota vuela como Juan Salvador!