¡Las grandes Bolsas se están agrietando!

Confieso que nunca he entendido correctamente ni he hecho ningún esfuerzo por comprender el papel de las Bolsas de Valores y esa maldita y fastidiosa campanita que hacen sonar, mayormente entre risas y aplausos, al culminar su faena. El capitalismo creó la famosa Bolsa de Valores y, juro, más del noventa y ocho por ciento de la población del mundo no sabemos a ciencia cierta ¿qué hace esa guarandinga a favor de los explotados y los oprimidos?

También confieso que de Bolsa de Valores sólo he leído, prácticamente, una carta de Engels a K. Schmidt fechada en Londres a los 27 días de octubre de 1890. Y no entiendo bien su contenido, por lo que me permito copiar parte de un párrafo y si alguien lo entiende bien, mucho agradecería que nos lo explicase de forma más sencilla para comprenderlo. Engels dice:

"Züricher Post" («Correo de Zurich»), periódico democrático, se publicaba en Zurich de 1879 a 1936.- 36, 516 donde podrá aprender muchas cosas del campo de la Economía, sobre todo si no olvida en ningún momento la circunstancia de que Zurich es sólo un mercado de dinero y de especulación de tercera categoría, por lo que las impresiones que allí se reciben llegan debilitadas por un doble o triple reflejo o deliberadamente tergiversadas. En cambio, conocerá usted en la práctica todo el mecanismo y se verá obligado a seguir de cerca los boletines de Bolsa de Londres, Nueva York, París, Berlín, Viena, etc., todo ello de primera mano. Y entonces se le revelará el mercado mundial en su reflejo como mercado de dinero y de valores. Con los reflejos económicos, políticos, etc., ocurre lo mismo que con las cosas reflejadas en el ojo: pasan a través de una lente y por eso aparecen en forma invertida, cabeza abajo. Sólo falta el aparato nervioso encargado de enderezarlas para nuestra percepción. El bolsista no ve el movimiento de la industria y del mercado mundial más que en el reflejo invertido del mercado de dinero y de valores, por lo que los efectos se le aparecen como causas. Este es un fenómeno que ya he podido observar en la década del 40, en Manchester, donde los boletines de la Bolsa [517] de Londres no servían en absoluto para hacerse una idea del movimiento de la industria, con sus períodos de máxima y mínima, porque esos señores querían explicarlo todo a partir de las crisis del mercado de dinero, que, por lo general, sólo tienen el carácter de síntomas. En aquel entonces, de lo que se trataba era de negar la superproducción temporal como causa de las crisis industriales, por lo que todo tenía un lado tendencioso que movía a la tergiversación. Actualmente, cuando menos por lo que a nosotros respecta, este punto ha sido totalmente liquidado; añadamos a esto el hecho indudable de que el mercado de dinero puede tener también sus propias crisis, en las que los trastornos directos de la industria desempeñan únicamente un papel secundario, si es que desempeñan alguno. Aquí queda aún mucho por aclarar e investigar, sobre todo en la historia de los últimos veinte años.”. Desde esa opinión de Engels hasta hoy han transcurrido 121 años. ¿Qué será lo que se nos debe aclarar, por lo menos, en los últimos dos o tres años de lo que va del siglo XXI y todos los días se informa sobre los resultados de las grandes Bolsas de Valores?

Lo cierto es que las Bolsas de Valores de los países capitalistas más desarrollados entraron en un proceso de tembladera, se les han hecho grietas, es decir, están comenzando a romperse y por allí se les van chorros de dinero. Y la caída de esas Bolsas de Valores, dicen expertos, es consecuencia de la gravísima crisis ecoómica que vive la nación imperialista más poderosa y “rica” del planeta: Estados Unidos. Entonces, podemos sacar una primera conclusión: la caída y agrietamiento de las Bolsas de Valores de los países más desarrollados del capitalismo es un indicativo serio de una crisis económica que los está afectando considerablemente. Pero eso no se detiene allí, porque estamos obligados a sacar otra conclusión: serán las clases y sectores más empobrecidos o carentes de recursos económicos en esos países los que sufrirán las peores consecuencias de las crisis económicas. Y luego le sigue otra: como en el mundo impera la ley de la dependencia de unas naciones en relación con las otras y, además, reina la ley del desarrollo desigual, muchos países considerados como subdesarrollados padecerán consecuencias desastrozas para sus economías. La cosa está fea.

Ahora, igualmente, estamos obligados a preguntarnos: ¿qué pasará en el mundo? ¿Será posible que cambie y se produzcan reales transformaciones económicosociales como consecuencia de la profunda crisis económica que viven las más importantes naciones del capitalismo? No nos atoremos y no nos llenemos de optimismo extremo, porque podemos terminar cayéndonos de la mata. Sobre el pesimismo del proletariado nacionalista que aún no se atreve dar los pasos para arrancarle el poder político a las oligarquías imperialistas, éstas levantan triplicado el optimismo para sostener su dominación capitalista paleando las crisis. Si las crisis económicas no producen crisis políticas y cuestionamientos ideológicos radicales al capitalismo, éste podrá tambalearse, se podrán agrietar sus Bolsas de Valores, pero se repondrá y seguirá gobernando aunque no le podrán extirpar de raíz sus células cancerígenas.

Los ideólogos que se han ocupado de desmenuzar en partículas el marxismo para culminar alegando que Marx fue un despistado de la historia, si son sinceros los que viven, tendrían que reconocer que la situación de crisis que están viviendo las naciones de capitalismo altamente desarrollado confirma, en todas sus partes, la doctrina marxista y, especialmente, la visión de Marx sobre la posibilidad de la revolución proletaria o comunista en ellas. No pocos ideólogos burgueses se han burlado de esa idea de Marx que la revolución comenzaría por Francia, continuaría en Alemania y luego consolidaría su triunfo en Inglaterra. Por supuesto que en ese tiempo Estados Unidos no era lo que es como tampoco Rusia, Japón, China y otras pocas naciones que se disputan la supremacía de dominación del mercado mundial. Pero, actualmente y como nunca antes, no se habían producido las condiciones objetivas para la revolución proletaria como las que mantienen en crisis –casi permanente- a los países imperialistas. Si las Bolsas de Valores, en algún sentido, hablan por el capitalismo, lo están diciendo con sus caídas estrepitosas, aunque luego engorden de nuevo. Dice Trotsky, que en “… cualquier caso, aquellos que se hayan acostumbrado a aceptar sin un examen riguroso las reflexiones ideológicas sobre el desarrollo económico, aquellos que no hayan razonado, siguiendo los pasos de Marx, acerca de la naturaleza esencial de la mercancía como la célula básica del organismo capitalista, estarán incapacitados para comprender científicamente los fenómenos más importantes de nuestra época.” Hay que buscar una correcta respuesta al ¿por qué ha resurgido, utilizando medios de comunicación sofisticados, el odio irracional contra el marxismo? Sencillo: porque las crisis económicas confirman los pronósticos marxistas sobre el capitalismo y, fundamentalmente, sobre su decadencia.

Los ecomomistas y los políticos hablan, especialmente en Estados Unidos y Europa, de un peligro de recesión y de contracción en la economía y los pueblos no sabemos nada de esas güevonadas terminológicas que ponen en jaque al capitalismo. Mientras tanto el Presidente Obama, aunque se blanquea hablando, se burla de la crisis alegando que Estados Unidos es Triple A. Las demás naciones deben ser distribuidas en Doble A, Simplemente A y por Debajo de A.  Claro, las oligarquías financieras, especialmente del capitalismo desarrollado, saben que no existe –por ahora- proletariado realmente internacionalista y, mucho menos, con conciencia de emancipación. Pero, además, saben que no existen partidos políticos que sean verdaderas vanguardias clasistas y revolucioarias en las naciones imperialistas, capaces de ponerse al frente del descontendo y la indignación de las masas hacia un programa claramente anticapitalista y prosocialista. ¿Qué pasaría en el Medio Oriente y en las naciones de capitalismo desarrollado si actualmente hubiera proletariado internacionalista y vanguardias políticas revolucionarias?

¿Cuál es el peligro de las crisis económicas que no cristalizan en crisis políticas y éstas en revoluciones? Luego de la secuela de elevadas injusticias que se manifiestan en perjucio de las clases y sectores más afectados por las políticas económicas de carácter capitalista, las crisis económicas, amenazando con llevar a la ruina o a la quiebra a los estamentos medios de la sociedad, éstos pueden desesperarse y con sus acciones impulsar a un radicalismo político de extrema derecha para que ésta asuma el poder y establezca un régimen de carácter neonazi. El mundo actual, especialmente en las naciones capitalistas desarrolladas, es muy contradictorio y hasta complejo y en el mercado se refleja que camina cabeza hacia abajo y pies hacia arriba.

Se incrementa la necesidad energética pero bajan los precios del petróleo; se reducen precios en bienes de alimentos y el hambre se eleva por las nubes; un asesinato despierta el espíritu de la venganza pero en vez de atacarse la superestructura que lo comete todo se enfila al saqueo y la destrucción de infraestructura; se clama por reivindicaciones de justicia, trabajo y democracia y se realizan marchas de centenares de kilómetros produciéndole un desgaste a las fuerzas físicas que las reclaman para que al final el status quo que las niega quede intacto de capitalismo; se levantan voces de protesta contra un sistema político que todo el tiempo se ha sostenido sobre la represión y muerte de sus ciudadanos y lo único que se le pide son algunas reformas democráticas sin que para nada se tomen en cuenta las causas de su existencia y finalidad; a una nación en ruina se le aprieta la soga al cuello haciéndole un préstamo que más le endeuda jurando que así se le está salvando de sus crisis con tal que no se afecte la santísima Trinidad de la propiedad privada; se crean nuevas tecnologías y se aumenta en considerable grado el desempleo; se elevan algunos salarios y, al mismo tiempo, se le disminiuye su poder adquisitivo; se elevan los intereses bancarios pero se reduce a la míima expresión la cantidad de beneficiados por el crédito. En fin, todo se vuelve una locura.

La crisis económica que envuelve al mundo y que golpea a las naciones imperialistas, acostumbradas a vivir de la sangre, el sudor, las lágrimas, el trabajo y sacrificio de los demás, no hace sino confirmar que mientras más intentos realicen las pocas naciones imperialistas por someter a su dependencia al resto del mundo lo que hacen es que cada día aquellas se sientan más arrastradas a depender en todo del resto del mundo sin excluir ninguna de sus contradicciones y rebeliones inevitables. Por eso, en este difícil y complejo tiempo de la historia humana dos consignas, para los imperialistas, se levantan sobre las demás y nos dibujan las crueldades, el peligro y riesgo que se deben enfrentar: “¡Europa para los ingleses!” y “¡El mundo para los estadounidenses!”. Si eso no se derrota, no habrá socialismo posible, ni siquiera el Evangélico del extinto Mac Donald y quienes siguen siendo fieles en este tiempo al fabianismo. El capitalismo, sus ideólogos y sus magnates, saben que el tiempo de procesos económicos de provincia ha concluido de manera definitiva. La economía es mundial y eso es lo que determina y decide el destino del planeta. Por eso la revolución socialista es internacionalista. Y, además, saben que esa época en que naciones crecieron, se desarrollaron y se enriquecieron a costilla de las crisis parciales y generales, no vuelve nunca más. Así lo dicen los agrietamientos de las Bolsas de Valores.



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Freddy Yépez


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