Como sea: hay que echarse a Evo

 Ya ni el Pentágono ni la CIA, ni the white house de Washington ni la Bolsa Bursátil de Wall Street en New York piensan en derrocar por la violencia al camarada Raúl Castro como tampoco asesinar al camarada Fidel. Creen que con hacer llegar dólares a Cuba se abrirán las puertas para la caída automática del gobierno cubano. El imperialismo estadounidense tiene muchas esperanzas en que las necesarias o indispensables medidas de política económica aplicadas por el gobierno que preside el camarada Raúl serán suficientes para modificar de raíz la conciencia revolucionaria del pueblo cubano y convertir la isla, nuevamente, en un símbolo de capitalismo para los juegos de azar.y los goces promiscuos de la sexualidad. Lo que no ven los ojos de la Casa Blanca es que el gobierno cubano en nada se parece a ninguno de los gobiernos que imperaron en el conocido y derrumbado campo socialista del Este como tampoco el pueblo cubano tiene las mismas simetrías de los pueblos europeos ni asiáticos sin restarle a éstos ni un ápice de sus méritos del pasado, del presente ni de los que inevitablemete conquistarán en el futuro. Resistir, un pueblo pequeño y de escasos recursos económicos al frente de la propia nariz de Estados Unidos,  por más de medio siglo a las provocaciones, coerciones, maleficios e intervenciones del más poderoso imperialismo, que haya conocido el género humano, es un mérito histórico que no se puede borrar como si fueran palabras escritas con tiza en un pizarron dentro de un aula de clases ni ser violado –como hacen los burgueses- con los mandamientos en sus fábricas antes de buscar el perdón en las iglesias.  

 La Casa Blanca quiere, en este momento de la historia de América Latina y por sobre todas las cosas, la cabeza de Evo. Incluso, en el propio Estado brasileño, deben existir altos funcionarios que rezan y apuestan a la caída del indio. Las riquezas minerales de Bolivia (especialmente gasíferas y actualmente manejadas por el Estado boliviano) y las abundantes aguas de su geografía hacen que oligarcas extranjeros y criollos, gobernantes imperialistas y militares arraigados al extremo burocratismo, políticos que viven y se enriquecen de las regalías provenientes de monopolios foráneos e internos como partidos políticos y organizaciones gremiales subsidiadas por pudientes amos de propiedades privadas, se comploten para derrocar al camarada Evo.

 El ALBA es un chichón para la política imperialista que debe ser extirpado de raíz. Si cae Evo, el imperialismo cree que no sólo se vuelve endeble la cadena sino que, especialmente, sin necesidad de intervención militar estadounidense se rotura y se rompe, lo cual se evidenciaría –según los ideólogos de la política exterior de la Casa Blanca- en la derrota de Chávez, Correa y Ortega. Los gobiernos de las islitas caribeñas, a excepción de Cuba, en nada preocupan al gobierno de Estados Unidos.

 En la Casa Blanca tienen a Evo como el gobernante, que en América Latina, sólo le agarra línea política a Chávez y Fidel. Eso es un tormento para los señores políticos que cumplen función de gobierno en favor extremo de los intereses de los grandes monopolios económicos que participan en el dominio del mercado mundial. Pero, además, en los análisis político-geográficos que se hacen de América Latina, de parte de los estrategas políticos y militares del imperialismo, se tiene a Bolivia como el epicentro ideal o el corazón geográfico para expandir resistencia en la América del Sur en caso de una lucha armada generalizada contra el intervencionismo militar imperialista en los asuntos internos de la región. Es de suponer que si el imperialismo estadounidense invadiese militarmente a Venezuela, Nicaragua, Ecuador o Bolivia, se desarrollaría violencia revolucionaria, de manera obligatoria y consciente, en todos los países que conforman lo que se conoce como Suramérica y cuidado con algunas zonas de Centroamérica. El papel geográfico de Bolivia en una situación de esa naturaleza preocupa demasiado a los estreategas imperialistas de la guerra. La mayoría de los gobiernos latinoamericanos se cuadrarían con la Casa Blanca pero los pueblos latinoamericanos no. Y esto, parece ser cierto, aterra a los mandamases de Estados Unidos. No es lo mismo, en la actualidad y a diferencia de la década de los años sesenta del siglo XX, rebeliones armadas contra gobiernos democrático-burgueses, recién llegados al poder político, luego de derrotar dictaduras bonapartistas que sublevaciones armadas contra una intervención militar imperialista que busca socavar toda posibilidad de respeto a la autodeterminación de los pueblos. En Cuba no volverán a meterse los gringos para buscar la caída de la revolución a través de las armas pero en el resto de América Latina esa es una porobabilidad latente.

 Existen comunidades (especialmente indígenas) que aunque mucho sean respetados sus derechos y varias sean las prebendas que se le otorguen son, por naturaleza, reacias al progreso o desarrollo debido a que creen que les están destruyendo todas las venas de su madre naturaleza. Por lo menos, la experiencia enseñada por el capitalismo, así se los indica. Lo acontecido en Bolivia no es casual. Eso ha tenido que ser estimulado por factores políticos claramente definidos no sólo como defensores del capitalismo sino, especialmente, partidarios del derrocamiento de Evo Morales.

 Ya había un acuerdo para la construcción de una carretera con ramales que benefician a las comunidades indígenas de sus alrededores. ¡De pronto!, todo hizo cambiar la aceptación de la obra por parte de los indígenas de la zona o región. Salieron a prostetar por oponerse a la construcción de la carretera y la policía los reprimió con un resultado de muertos y lesionados. Eso alteró mucho más los ánimos de los indígenas. Allí se inició un proceso de rechazo no a los policías sino, especialmente, contra el gobierno del camarada Evo. No bastó que éste les pidiera disculpa ni les confesara que jamás dio orden a la policía de reprimir las manifestaciones o protestas. Todo indica que la orden de represión vino de mentes que buscan enturbiar situaciones para estimular la caída de Evo. Indígenas de la región ya no quieren que el camarada Evo los siga llamando hermanos y hermanas. Diez diputados renunciaron a la bancada parlamentaria que apoya al gobierno de Evo y ahora lo han dejado en minoría para que no pueda tomar ciertas medidas que requieren de una cantidad determinada de votos en el parlamento para su aprobación. Hubo renuncia de ministros. Todo buscando se genere un caos político y, por consiguiente, la derecha gozar de argumentos para declarar la ingobernabilidad en Bolivia. En el ejército boliviano serían contados con los dedos de una mano los generales partidarios del socialismo.

 Si algún mandatario, en América Latina, debe saber nadar contra la corriente y mover los brazos y las piernas con el sumo cuidado de un atleta que compite más por un ideal colectivo que por una presea de oro individual es, precisamente, el camarada Evo. Un Estado de pluralismo nacional y constitucional reduce la capacidad de un gobierno para actuar con la libertad que requiere para tratar de imponer (incluso constitucionalmente) sus políticas. Los procesos revolucionarios tienden a centralizar la política aunque descentralicen la administración pública. Lenin se guió por ese principio y obtuvo buenos resultados.

 La manifestación de apoyo o de solidaridad con el camarada Evo en Bolivia fue extraordinaria pero eso no será suficiente para detener la conspiración para derrocarlo. Es imprescindible que más allá de las fronteras del ALBA también se le brinde mucha solidaridad de pueblos y de organizaciones revolucionarias al camarada Evo. El imperialismo quiere, a través de desobediencia política en manifestaciones callejeras, derrocar a los gobiernos que no le resultan epígonos de extrema confianza y servilismo. Por eso, lo que está sucediendo con el Esequibo –ojo con esto para los que claman que el gobierno venezolano en el acto se lance al ataque contra Guyana- puede resultar una provocación para ver si Chávez no sólo se plena de extremo nacionalismo sino que se le ocurra responder con violencia al gobierno de Guyana para recuperar el territorio en reclamación como hicieron los militares en Argentina con Las Malvinas hace años atrás y fracasaron. Si eso se diera, en menos de veinticuatro horas mercenarios ingleses y estadounidenses, en nombre del respeto a la autodeterminación del pueblo de Guyana y en defensa de la población civil, dejarían caer sus bombas asesinas sobre nuestro territorio y nuestro pueblo acusando a Chávez de dictador, genocida, violador del derecho internacional, terrorista y narcotraficante. Eso generaría, lógicamente, una guerra de resistencia quién sabe por cuántos años pero no podrán los imperialistas evitar su derrota en el tiempo. En el mundo actual el chauvinismo no cuadra con ninguna política revolucionaria. La solidaridad revolucionaria internacional es la fuente más segura de lucha contra el capitalismo y por el socialismo. El proletariado es el principal sujeto de esa solidaridad.



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Freddy Yépez


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