Raúl Bracho
He leído casi todas las notas
que pasan por mi ordenador luego del deprimente espectáculo del asesinato
de Muammar Gaddafi, entre ellos hay dos que se quedaron girando
en mi memoria, el primero que hay un millón de Gaddafis en Libia, hermoso
y combativo, pero ni uno de ese millón está en el poder, el poder
político vuela sangrando en las uñas asquerosas de la OTAN, el segundo
describe muy bien lo que me hace escribir: “Ya se acabó el tiroteo
ahora empieza el alboroto” viejo poema español que asume lo que mediaticamente
vivimos.
Tanto silencio que me aterró
durante meses de bombas y de muerte, de asedio inclemente a un pueblo
sentenciado al ostracismo por el temible poder de la maquinaria mediática
imperial. Que unos digan esto u otros digan lo contrario igual me apesta,
de poco sirven las palabras luego de cometido el salvaje crimen contra
un pueblo. La historia ya se escribió con tinta de sangre en páginas
repletas de silencio.
Si puedo llenar mi alma con
la gloria de la valentía solitaria del coronel Gaddafi, se queda
vacía de nuevo ante una humanidad perdida ante su terrible destino.
Si apenas mis dedos atinan letras para decir algo, no puedo menos que
escribir a mi especie que mire un poco hacia la noche oscura donde se
van perdiendo nuestros sueños. Si apenas para implorar una vez más
el compromiso necesario y urgente ante un mundo que se cae hecho pedazos,
una historia que nos arrastra a la autodestrucción inminente.
Cientos de toneladas de explosivos
que los drones franceses a diario descargaban sobre la tierra Libia,
jamás despertaron las palabras que hoy se levantan luego de asesinado
Gaddafi –y cada bomba de aquellas se llevó vidas- cada una era un
pronóstico de esta apocalíptica visión de la muerte del imperio devorando
nuestras esperanzas de paz y de vida, de igualdad y de futuro, de esperanzas.
Cientos de toneladas que llevaban aquel hipócrita traje de humanitarias,
que destruían ciudades así como hoy pudimos ver la terrible foto de
las ruinas de Sirte, cientos de toneladas infernales que durante meses
solo ocuparon algunos centímetros en las primeras páginas cuando destruían
hospitales o escuelas, cientos de toneladas de bombas que explotaban
para arrebatarnos en las narices un territorio lleno simplemente de
petróleo maldito para que su maquinaria infernal siga funcionando.
Hoy Libia ya no es un territorio
liberado, ni siquiera un territorio con un pueblo divergente, Libia
es territorio de la OTAN y del imperio gringo. Lo demás no importa
para nada.
De nuevo saldrá a volar
el águila sanguinaria en poco tiempo, de nuevo se bajará de su
avión imperial Hillary Clinton, de nuevo FOX y CNN crearán disturbios
teledirigidos en alguna plaza con su nuevo ejército de mercenarios,
de nuevo apuntará cualquier patria que se le antoje y se firmarán
los pactos diabólicos en cualquier sala internacional para avalar una
nueva arremetida.
Cada vez estamos más al borde del abismo, el imperio sigue atacando para sobrevivir sus crisis y la humanidad se pierde en posiciones lejanas a la verdadera y necesaria unidad para salvar la muerte que nos acecha a todas y todos. Cada vez nos levantamos con mucha más indignación, pero a ellos parece saberle a mierda lo que nosotros sintamos, cada vez aprietan el yugo sobre el cuello de nuestra civilización ya asfixiada en un mundo inviable, cada vez más difícil derrotarlos.
Se que no puedo permitir que
mi alma se aflija, se que debo convertir esta rabia impotente en combustible
para seguir la marcha, se que no debemos jamás ser derrotistas, pero
se igualmente que no nos queda tanto tiempo como para seguir perdiéndolo,
antes que clamar la unión planetaria que enfrente este monstruo perverso
que se lleva en sus garras el futuro de nuestras hijas e hijos.
Honor y fuerza al pueblo libio y a los desposeídos e indignados de mi tierra, venceremos.
brachoraul@gmail.com