El Premio Nobel de la Paz entró, ojalá sea definitivo, en un proceso de descomposición en terapia intensiva. Lo único que le falta para morir es una explosión de dinamita. Tal vez, Alfred Nobel lo esté pensando o, quizás, ya tenga preparado el acto “terrorista” desde su tumba. En todo caso cuando en el mundo ya no haya guerra ¿para qué un Nobel de la Paz?
El Comité Noruego del Nobel no fue sincero, mintieron al mundo, creyeron que pueden engañar todo el tiempo a toda la humanidad. No les bastó el cinismo de haberle otorgado un Nobel de la Paz a Obama para que más asesine gente en la parte oriental del planeta. En verdad, quisieron darle el Premio Nobel de la Paz -2012- a la OTAN pero no, no les convenía, eso olía demasiado a pólvora, a balas, a muertos, a mutilados, a genocidios, y por ello se lo dieron a la Unión Europea, que huele a crisis, a hambre, a desempleo, a Grecia, a España, a Portugal, pero no todavía a guerra. ¿Qué mentalidad es la de los miembros del Comité Noruego del Nobel de la Paz? Saben ¿con cuál cinismo de argumentos le dieron el Nobel de la Paz a la Unión Europea? Con este: esfuerzos en promover la paz y la estabilidad del Viejo continente desde hace seis décadas. Vergación. Y allí estaba, entre los premiados y muy sonriente, el Presidente de Francia, el socialista Francois Hollande en vez de oponerse. Suerte tiene que no viva ese notable escritor francés: Jean Paul Sartre, porque éste hubiera sentido nausea del triste espectáculo de entrega del Nobel de la Paz a los hacedores de guerra. “Paz” de la mayoría de los pueblos griego, español, portugués, italiano (en fin: europeos) acosados por el hambre, el desempleo y la incertidumbre.
En verdad, si alguien merece un Nobel de la Paz es el proletariado europeo, ese que no está decidido a cumplir con su misión histórica de emanciparse y emancipar a los demás explotados y oprimidos, pero sí a garantizar la paz burguesa, esa sobre la cual los pocos magnates de la economía incrementan su riqueza y disfrutan de más privilegios sobre la pobreza y el sufrimiento de los muchos. Siempre eso se le pasa por alto al Comité Noruego de la Paz. ¿O será que si se lo otorgan, ese proletariado lo puede considerar como una burla y rebelarse contra sus explotadores y opresores? No lo sé.
Casi toda la pléyade de gobernantes europeos estaba en la entrega del Premio Nobel de la Paz 2012. Echaban sonrisas y aplaudían. De ahora en adelante en cualquier región del planeta hablarán como ganadores del Nobel de la Paz y cada vez que aprueben una guerra, seguramente, piensan que el mundo creerá que es por la Paz. Ni siquiera ese Nobel podrá evitar que su destino sea el Infierno. Satanás es más pacífico que los gendarmes europeos. Aquel huele a azufre pero los presidentes de las naciones de Europa huelen a guerra sucia, mientras que la monarquía noruega huele a fraude, a engaño, a mentira, a hipócrita, a oportunista.
Los que le otorgan un Nobel de la Paz a los que hacen guerras de rapiña, de expoliación, de expansionismo, de colonización, de despojar a los pueblos su derecho a la autodeterminación, se olvidan, exprofeso o conscientemente, que las piedras tienen vida y que saben rodar y girar, que el mar tiene un inmenso caudal de voluntades acumuladas, que los árboles se secretean con la luna para que nada en la Tierra quede oculto, que el sol tiene los ojos tan grandes como grande es el corazón de los pueblos cuando se deciden a liberarse. Nunca soñaron los primeros dioses que fueron los primeros hombres que habitaron la Tierra que iba a existir un tiempo en que unos pocos serían dueño de casi todo y unos muchos que carecerían de casi todo y, mucho menos, que los que mal gobiernan el mundo y hacen guerras de saqueo gozan de las primeras opciones para ganar premios de paz. Las generaciones, las que han muerto y las que sobreviven, así lo confirman. Las plumas sirven para escribir pero también vuelan. La dialéctica reconoce con mucha facilidad a los que se burlan de ella. Las células del capitalismo: unas van muriéndose, otras se van deteriorando, algunas resisten y unas pocas siguen dándole vida, pero todo lo que nace es digno de morir. Entonces, el capitalismo morirá como vivirá el socialismo para que después, tal vez en tiempo de un siglo o un poco menos o un poco más, igualmente muera y nazca una luz que brille muchísimo más de felicidad que el comunismo. Entonces, no habrá nadie que se ocupe de las ridiculeces de esos premios que se le han otorgado a quienes haciendo la guerra cultivan opresión, hambre, dolor en las mayorías para que sean las minorías quienes recogen la cosecha de la riqueza, el placer y el privilegio.
¿A quiénes premió el Comité del Nobel de la Paz? A los que incentivaron la guerra en Libia, a los que asesinaron a miles de libios, a quienes se han repartido la riqueza del pueblo libio, a quienes impulsan la violencia en Siria, a quienes quieren bombardear a Irán, a quienes han cometido genocidios en Irak y en Afganistán, a quienes apoyan los crímenes que comete el sionismo en Palestina, a quienes imponen los paquetes de hambre en Europa y reprimen con mucha violencia las manifestaciones que claman por trabajo y pan. Tremendos merecedores del Nobel de la Paz. No han premiado pueblos sino gobiernos.
El año que viene, seguramente si el Comité del Nobel de la Paz lo decide en una orgía de licores, se lo darán, sin un ápice de vergüenza, mitad al nazismo y mitad al sionismo por sepultar con sus guerras demasiada paz en los cementerios. Con un millón doscientos mil dólares se compran unos cuantos fusiles para matar inocentes o pagar publicidad tratando de engañar pueblos con mentiras descaradas y cínicas.