Los creyentes suelen invertir parte de su tiempo en pensar ¿dónde irá su alma?, después de muerto su cuerpo. Los islamitas son los que menos problemas tienen en descifrar sus incógnitas. Su convicción de inmolarse para que su alma viva al lado de su único-Dios Alá los estimula y les plena de felicidad aunque sean muy precarias las condiciones socioeconómicas que vivan en la Tierra. En cambio, en la religión católica, nadie está ciento por ciento seguros que su alma vaya al Cielo porque son múltiples los factores que deben vivir en la Tierra para ganarse ese derecho celestial. Tal vez, los filántropos y los más sufridos sean los más beneficiados pero ya sabemos que en la cultura también se colean los zorros y camaleones. En el Cielo debe ser parecido. De vez en cuando San Pedro decreta indultos que no pocas veces el Diablo se niega en hacerlos valer para no perjudicar al reino del Ser Supremo.
Ningún político o Presidente estadounidense levantó tantas expectativas como Obama. Su color de piel, sus críticas al republicanismo cuando fue candidato, su sonrisa que hoy sabemos es hipócrita por el ángulo en que se le mida, su sencillez que ha resultado ser una farsa, su mirada profunda que ha terminado por ser demasiado corta y no capta detalles que al águila le parecen demasiado sencillos. Obama, ha resultado ser un fraude. Si resultó reelegido fue, simplemente, porque el rostro del candidato republicano tenía más arrugas que reflejaban su ansia de guerras imperialistas más inmediatas, de manera directa y sin hipocresías.
Obama, como Presidente de Estados Unidos, no sólo ha seguido fielmente los pasos y las políticas guerreristas del expresidente Bush sino, especialmente, ha incentivado o estimulado casi al máximo el belicismo del Estado sionista contra Palestina y contra todo lo que huela a árabe o islamismo antiimperialista. La piel de Obama se ha teñido de rojo, pero ese rojo sangriento, ambicioso, guerrerista y no ese hermoso color de optimismo y de amor. Su piel oscura hizo creer en su vocación y lucha por la igualdad de derechos de las razas pero lleva todo un vitíligo por dentro que lo hace ver la política como blanco racista. Obama es el fraude para una raza que creía en ese día en que un negro llegando a la presidencia de Estados Unidos podría ser un nuevo amanecer. No, lo que ha sido es una continuidad de la oscuridad.
Sin duda alguna, siguiendo rigurosamente lo que dice la Biblia, al morir Obama su espíritu y su alma volarán al Infierno donde le harán el juicio final. Sentado en el banquillo de los acusados podrá responder a las interrogantes porque tendrá ojos, oídos, dedos, lengua y memoria aunque de ésta él trate de olvidarse o hacerse el loco para no reconocer la responsabilidad en sus crímenes de lesa humanidad. No será una parábola, ya que ésta en el Infierno no incluye nombres personales. Posiblemente, los ojos y la lengua se le podrán tan rojo como fue roja la sangre que injustamente hizo derramar en la Tierra para que su imperialismo explotara, saqueara y oprimiera naciones casi enteras. Será el juicio más importante de las primeras décadas del siglo XXI en el Gran Trono Blanco. Los jueces no comprenderán el por qué un negro con tanto poder político gobernó tan enamorada y apasionadamente al servicio de los blancos racistas. Cristo no le perdonará jamás sus pecados por haber engañado tanto a los explotados y oprimidos de la Tierra. Cristo no puede perdonar los crímenes cometidos por Obama en la Tierra. Cristo no le dictará sentencia a Obama de varias cadenas perpetuas sino que le aplicará el castigo “por los siglos de los siglos”.
Tal vez, muchos demócratas y muchos republicanos se preguntarán el por qué Dios permite que se castigue a almas y espíritus si él está hecho todo de amor. No hay más que esperar por la respuesta de millones y millones de personas regadas por todo el planeta testimoniando sobre los crímenes de Obama. ¿O es qué ya olvidaron que Bush (padre e hijos) tienen asegurados sus lugares en el Lago de Fuego? Obama nunca ha querido responder positivamente a la luz sino a la oscuridad. Se le sale la baba por atacar Siria, llevarse por delante a Irán y poner orden en el Medio Oriente. Así lo exigen los negocios económicos imperialistas. No desea entregar la Presidencia de Estados Unidos sin que en su haber aparezca el “mérito” de asesinar a miles de miles de hombres y mujeres más allá de las fronteras estadounidenses.
Qué hermoso sería, que sol tan brillante sería, que esplendor tan precioso sería, antes de Obama entregar la Presidencia de Estados Unidos, que el proletariado estadounidense, dueño de las calles y de la nación, anunciara al planeta: “¡Hemos triunfado, hemos tomado el poder político… ha comenzado la Revolución Socialista!”. Parezco pendejo creyendo en esa fantasía y perdiendo mi tiempo en elucubraciones de loco. Sólo cuando en muchos países subdesarrollados los proletarios se hagan del poder político –derrotando militarmente a sus enemigos- el proletariado estadounidense y de otras naciones imperialistas sentirán el costillar de rocinante y el grito de ataque de don Quijote les hará recordar que Marx está vivito y coleando.