Un accidente de avión complica enormemente las elecciones brasileñas del próximo 5 de octubre y pone en peligro el proceso emancipador latinoamericano. Del siniestro se sabe poco, excepto que en él falleció Eduardo Campos, gobernador de Pernambuco y candidato del Partido Socialista Brasileño (PSB) a la presidencia; la noticia quedó opacada por el impresionante despliegue noticioso de la nominación de Marina Silva como candidata presidencial de reemplazo. De la amplia revisión de la información publicada al respecto no encuentro que alguien ponga en duda la veracidad del accidente como tal o que suponga la posibilidad de un atentado, no obstante que se anunció una investigación a fondo para conocer sus causas. Tal vez sea mi condición de mexicano la que me lleva a dudar de lo que se informa de manera oficial, pero me cuesta trabajo aceptar que se trató de un simple accidente. Se dice que, en tratándose de política, ni las coincidencias ni los accidentes existen, menos aún cuando son avionazos; en México aún dudamos del de Carlos Madrazo o del atentado contra Colosio. En América Latina recordamos los avionazos de Omar Torrijos, el panameño, o del ecuatoriano Jaime Roldós, por no mencionar la larga lista de candidatos colombianos fallecidos de manera parecida.
El caso es que Brasil, el gigante sudamericano, con Lula y Vilma ha jugado un papel determinante en el esfuerzo emancipador de la región, entre cuyos éxitos se cuenta la derrota del proyecto de hegemonía comercial yanqui del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y la desvinculación respecto del Fondo Monetario Internacional (FMI), así como su adhesión al grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que pugna por la multipolaridad en el orden mundial. Todo lo anterior en detrimento del poder imperial de los Estados Unidos en el hemisferio y en soporte del vertiginoso despegue de la economía del Brasil hasta 2012. Para los gringos el Brasil del PT es un vecino demasiado incómodo.
Desde 2013 se registran serias turbulencias políticas en ese país, aunque desde el inicio del mandato de Lula la prensa realmente existente ha combatido y denostado al proyecto “socializante” del ex líder metalúrgico, enfatizando errores y desconociendo éxitos. Previo al mundial de futbol se registraron importantes movilizaciones de protesta por los excesivos gastos que implicó la realización del encuentro deportivo internacional, las que merecieron un impresionante despliegue informativo, con los reflectores y toda la parafernalia acostumbrada por los medios internacionales al estilo de la “primavera árabe”, de manera muy funcional al afán imperial. Sin desconocerles causas válidas, los movimientos fueron magnificados con la clara firma de la CIA y sus esbirros de la oligarquía doméstica.
En este entorno se inició la campaña electoral para renovar la presidencia, las cámaras y varios gobiernos estatales. La reelección de Dilma Rouseff se daba por hecha en tanto que ni el candidato Aecio Neves del Partido de la Socialdemocracia (PSDB) ni Eduardo Campos del Socialista (PSB) remontaban en la intención del voto; una verdadera contrariedad para los intereses de la Casa Blanca, que no acepta quedarse en calidad de convidado de piedra; el “accidente” de Campos le vino como anillo al dedo (¿Suerte o designio?). La candidata a la vicepresidencia ofrecía un perfil más competitivo y, además, se había manifestado por un cambio de rumbo favorable a restablecer la relación “amable” con Washington. Su postulación mereció una cobertura nunca vista por los medios tradicionales, al grado de hacer olvidar el “accidente” de Campos y las famosas encuestas dispararon súbitamente una arrolladora intención del voto a su favor hasta empatar con la popularidad de Vilma. Se formó una burbuja mediática que poco a poco se ha venido desinflando, gracias a las contradicciones y pifias de la candidata (casi un Fox en potencia).
Un triunfo de la “socialista” pro yanqui pondría en grave riesgo el proyecto latinoamericano y caribeño. Si bien a Hugo Chávez le debemos el impulso original y el liderazgo político del proyecto de integración del sur de América, a Lula y al Brasil se le debe su fortaleza económica y diplomática. Los intentos golpistas en Venezuela, Bolivia y Ecuador, bien hubieran tenido éxito, de no haberse dado el respaldo brasileño a sus presidentes.
El panorama es fácilmente previsible. No hace falta una bola de cristal, sino la simple lectura de lo que sucede en los países que optan por caminos distintos al dictado por Washington. Elecciones reñidas con triunfo en segunda vuelta de Vilma, pero con ruidosas protestas de fraude y violencia juvenil “feistuiteada” con riesgo de golpe o, por lo menos, de serio debilitamiento del gobierno del PT. La película se repite pero se anuncia de estreno.