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Los fogonazos de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki clausuran oficialmente la Segunda Guerra Mundial en agosto de 1945. Con ellos se quiso también borrar durante 70 años la verdad sobre el conflicto.
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La Segunda Guerra Mundial fue desatada por plutocracias imperialistas, según la definición de Lenin: "El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del mismo entre los países capitalistas más importantes" (Lenin: El imperialismo, fase superior del capitalismo; Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekin, 1975, 52).
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La Segunda Guerra Mundial fue detonada por fascismos, a los cuales Franz Von Neumann define como la colusión total entre el Estado y el gran capital (Behemoth: The Structure & Practice of National Socialism, 1933-1944). Los fascistas invocan falaces motivaciones nacionalistas o racistas. Nazis, fascistas e imperialistas nipones conducen a sus pueblos a la inmolación para servir a los intereses rapaces del capital monopólico y de un Estado militarista.
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La Segunda Guerra Mundial, como todos los grandes conflictos contemporáneos, resulta de las inevitables crisis capitalistas. Según el keynesianismo militar, la Guerra es la única forma de estimular el gasto (armamentista), activar la demanda (de armas), reactivar la producción (de armamentos) y emplear a los desempleados (como carne de cañón).
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La Segunda Guerra Mundial, al igual que la Primera, fue una operación de reparto del mundo entre potencias capitalistas desarrolladas, iniciada por tres de ellas que habían llegado tardíamente a la unidad nacional y por tanto a la rebatiña por mercados, recursos naturales y mano de obra barata. Codiciaba Alemania el lebensraum, el espacio vital ocupado por Europa Central y la Unión Soviética; sus inmensos recursos naturales y la mano de obra esclava de centenares de millones de eslavos. Aspiraba Italia a ocupar Grecia y parte del África. Japón, constreñido por su modesto territorio y escasos recursos, aspiraba a desplazar a europeos y estadounidenses del Pacífico, y a confiscar las vastas extensiones, las inmensas riquezas y la inagotable mano de obra de China.
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La Segunda Guerra Mundial no culminó con el triunfo del fascismo porque lo impidieron las fuerzas socialistas surgidas durante el anterior conflicto planetario: la Revolución Soviética y la china. El fascismo alemán es derrotado por la colosal resistencia del pueblo soviético, que le cuesta más de 20 millones de víctimas a lo largo de cuatro años de lucha. Los Aliados estadounidenses y británicos sólo intervienen en Europa continental en mayo de 1944, mucho después de que los soviéticos han desarticulado al ejército alemán en Stalingrado en febrero de 1943. El imperialismo nipón arroja contra China casi tres millones de hombres en armas, los cuales son desbaratados por la resistencia de la guerrilla comunista y la tardía ayuda soviética en Manchuria; cuando los estadounidenses rematan al Japón con sus bombas atómicas, éste ha perdido de hecho su capacidad ofensiva. Sin la guerra popular, el mundo de hoy estaría dividido entre una tiranía fascista eurocéntrica y otra en el Pacífico.
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Difícil es contabilizar el desastre: la Guerra cuesta 45 millones de vidas, según el cálculo aproximativo menos trágico, y 70 millones, según el más sombrío. Inútil contabilizar el de heridos: las estrategias de los Aliados se concentraban en bombardeos de saturación sobre ciudades indefensas, bajo la doctrina de que un herido requería al menos cinco ilesos para cuidarlo. Encabeza la lista de las bajas la Unión Soviética, con una estimación entre 17 y 37 millones de bajas, en su inmensa mayoría civiles. Sigue en el rango del horror China, con pérdidas imprecisamente calculadas entre 8 y 30 millones de vidas ante los horrores combinados de la Guerra Mundial y de la Civil. Alemania parece haber perdido entre 4,5 y 10 millones, Japón, unos 3.600.000. (Micheal Clodfelter: Warfare and armed conflicts: a statistical reference to casualties and other figures, 1500-2000, McFarland, Jefferson, N.C., 2002 (2nd ed.) No son cifras: son seres vivientes y pensantes, que en lugar de ver venir la muerte han podido producir sumatorias inconcebibles de conocimiento, de creación, de producción, de felicidad.
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El costo financiero de la Segunda Guerra Mundial se calcula aproximativamente en $1.075 trillon para 1945. Calculando la devaluación ocurrida desde entonces, para 2005, esa magnitud equivaldría a $11.292.682.078.166, 46. (http://caseagainstbush.blogspot.com/2005/04/financial-cost-of-world-war-ii1u.html). Por costo financiero entendemos las sumas pagadas para armamentos, pertrechos y en general gasto bélico. Los resultados finales de este gasto en destrucción se prestan a las más diversas conjeturas. Estados Unidos "ayudó" a la reconstrucción de los países destruidos mediante el Plan Marshall, que no fue otra cosa que imponerles un oneroso endeudamiento para comprar los excedentes productivos de ese país. Para Estados Unidos e Inglaterra durante la hecatombe hubo una leve reactivación de la economía, que pronto se desplomó en la Crisis de Postguerra, que a su vez derivó hacia otros conflictos, el de Corea y luego el de Vietnam, y así sucesivamente. ¿Qué hubiera sido de la humanidad si hubiera tenido a su disposición esos vastísimos recursos para combatir el hambre, la enfermedad, la incultura, en lugar de abismarlos en el pozo sin fondo de la guerra?
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La Segunda Guerra Mundial, gracias a la participación decisiva que en su curso tienen las fuerzas progresistas, abre paso a una oleada de procesos de liberación nacional y descolonización. Tras la derrota del fascismo triunfa la Revolución China, India se independiza de Inglaterra; Corea y Vietnam logran independencias parciales. Debilitadas por el esfuerzo bélico y por las sublevaciones populares, las potencias coloniales entre 1945 y 1952 se ven forzadas a reconocer la libertad política de 36 naciones. Buena parte de éstas, entre ellas Indonesia, Vietnam, Irán y Egipto, la conquistan gracias a movimientos radicales, con orientaciones socialistas. Contra esta tendencia los imperialistas forjan una nueva conjura militar, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, e inician una Tercera Conflagración Mundial, la Guerra Fría, punteada de sangrientos conflictos que todavía no terminan.
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La Tercera Guerra Mundial terminó por arruinar a la Unión Soviética, sofocada por el gasto armamentista colosal que debió sostener desde su primer día de existencia para defenderse de dos Guerras Mundiales y del cerco de todo el mundo capitalista. Con ella no cayeron ni el Socialismo ni la Historia. A partir de una lucha armada que se inicia en 1927, la República Popular China se establece el 1 de octubre de 1949, y en 66 años salta del atraso semifeudal a la condición de primera potencia económica del planeta. Es la evidencia de que el Tercer Mundo puede superar la condición a la cual lo han condenado las hegemonías del saqueo. Por su parte, el imperialismo financiero se viene abajo a partir de 2009, con una crisis que en 2015 desemboca en otra todavía más grave. Si la fase superior del Capitalismo es el Imperialismo, la etapa superior de éste es la Guerra. La Historia es una pesadilla de la cual trato de despertarme, escribió James Joyce. La Humanidad merece despertar por siempre de las simultáneas pesadillas del Capitalismo, el Imperialismo y la Guerra.