El plagio es un escándalo. Es una práctica condenada en todo el mundo por sus implicaciones legales y morales. Aquellos que lo practican son sometidos, pertinentemente, al escrutinio público por engañar, estafar, robar ideas y mentir. Quienes lo hacen en el ámbito del entretenimiento y la cultura, generalmente son demandados y sujetos a cancelar enormes indemnizaciones, y quienes los cometen desde altos cargos públicos, son destituidos inmediatamente. El delito de plagio es un asunto muy serio.
Este martes, la esposa de Donald Trump fue acusada de plagiar un discurso de Michelle Obama, durante su intervención en el acto de investidura de su esposo como candidato republicano a la presidencia norteamericana. Inmediatamente, el equipo de campaña de Trump debió salir en su defensa negando las acusaciones. El gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, y otros altos cargos gubernamentales defendieron vehementemente a Trump, al tiempo que otros representantes del partido republicano pedían la renuncia de los responsables de tal escándalo, negando en todo momento que se tratara efectivamente de un plagio. El propio Donald Trump también rechazó estas acusaciones, sabiendo muy bien que la seriedad del asunto podría comprometer su carrera a la Casa Blanca. El caso ha sido primera plana en toda la prensa norteamericana y copado los principales espacios de televisión. En todas las grandes cadenas de noticias, expertos y analistas comparan el discurso de Melanie Trump y Michelle Obama palabra por palabra, dibujando gráficos y editando imágenes que demuestren o desestimen el delito de plagio que, evidentemente, podría acabar con la carrera de Trump, aun si fue su esposa la que lo cometió.
A finales de junio, Robert Plant y Jimmy Page de la legendaria banda británica Led Zeppelin, debieron someterse a juicio en una corte estadounidense para responder a la acusación de plagio por su canción "Escaleras Al Cielo", con la que tantas generaciones han vivido momentos románticos memorables. La canción incluso había sobrevivido las denuncias de satanismo que le hicieron en su momento, pero cuando fue involucrada en un delito de plagio por apenas una semejanza melódica, la justicia actuó de inmediato, y Plant y Page debieron ir a juicio.
Irónicamente, el mismo día en que se desarrollaba el juicio por plagio contra Led Zeppelin, el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, cantaba a capella su informe contra Venezuela, por medio del cual pretendía invocar la Carta Democrática Interamericana. Pero Almagro no es Robert Plant, y su informe en nada se asemeja a la maravillosa "Escaleras Al Cielo", sobretodo, porque a diferencia de la decisión del jurado estadounidense que desestimó las acusaciones contra Led Zeppelin, el Secretario General de la OEA sí cometió plagio.
Almagro cometió plagio al copiar y pegar en su informe texto proveniente de otros trabajos.
El 23 de mayo del presente año, un grupo de médicos opositores, ex ministros de salud durante la era puntofijista previa a la Revolución Bolivariana, elaboraron una carta dirigida a la Dra. Margaret Chan, Directora de la Organización Mundial de la Salud en Ginebra, en la cual aseguran que en Venezuela hay una "crisis humanitaria en desarrollo". El Secretario General de la OEA tomó el texto de esta carta y vació su contenido en el informe sin hacer la referencia obligada, con lo cual se apropió de un texto que no le pertenece. Un análisis exhaustivo seguramente revelaría otras pruebas de plagio, pero este robo hubiera sido suficiente para exigir la inmediata anulación del informe y la destitución inmediata de Almagro en base a la carta y estatutos de la OEA.
Almagro cometió plagio pero nadie denunció el delito, ni la OEA ni Venezuela, su principal afectado. Las instituciones nunca actuaron y la oposición respiró aliviada. Los medios plegados a la derecha hicieron mutis y los del Estado ni se enteraron.
El plagio es un verdadero escándalo, pero no en todo el mundo.
