Miren qué pretensión titular esta nota de esa guisa… De cuándo acá alguien oscuro que no sea del posicionamiento, la brillantez y las relaciones de un Pérez Pirela o Díaz Rangel, que se dio el lujo de pasar 4 horas hablando con Fidel Castro, ("Cayendo y corriendo", VTV, 29 de noviembre de 2016) el primero; o tener, el segundo, la ocasión de entrevistarlo. Como el gran periodista que es (Últimas Noticias, 27 de noviembre de 2016). Como no sea forzando la realidad, pueda sugerir que Fidel Castro (Cuba, 1926-2016) haya sido su interlocutor.
Veamos cómo es que eso pudo suceder. Procedente de una familia campesina de la más humilde, casería El Hato de Baragua, municipio Urdaneta, del estado Lara, noroeste de Barquisimeto; tierra lindante con el sur del estado Falcón. Que fue zona guerrillera por los años de 1970 y se hablaba mucho de "Los barbudos de Cuba", según las agencias de noticias radiales.
Comunistas. Rojos. Cuyos pocos seguidores de esas serranías, además, no votaban. Eran abstencionistas y alzaos. Había, por esos lares, digamos, un cierto imaginario social en contra de los rebeldes, lo normal era ser adeco o copeyano. Al comunista se le condenaba al ostracismo. Réprobos e ignorantes (ateos) que ni siquiera bajaban del cerro a celebrar las fiestas del Niño Jesús, el santo Patrón, del 13 al 16 de enero de cada año. Fidel Castro y los barbudos eran poco menos que demonios. Que comían niños. Como la figuración de Saturno, vista en algún almanaque. Fidel, que hombre tan malo. ¡Un dictador!
Pero mi padre, Froilán Antonio Saavedra (1915-2002) y mi madre María Melquiades Mata (1932-1994), así como el resto de la familia tenían un amigo que con su mujer vivían solos en el Cerro El Cacho, Guillermo Pineda y la señora Mercedes Saavedra; con sus chivos y conuco muy poco bajaban al caserío, como no fuera para lo estrictamente necesario. Tuvieron un hijo quien después que se lo llevara la recluta nunca más regresó a casa de sus padres, según la conseja.
Como mi padre tenía una huerta cerca, en el peñasco de El Copey, que en realidad era de mi primo hermano Marcos Saavedra, con buen pasto para los burros de la casa (uno negro y otro blanco), entonces había ocasiones que subíamos a llevarlos comer y bajarlos a los dos o tres días para que tomaran agua; entonces podíamos encontrar al señor Guillermo Pineda por ese empinado camino, mascando chimó, muy atento y ágil. Muy agradable su conversación. Gran fabulador, tenía fama de embustero, por su buen humor.
Otras veces se nos extraviaban algunas cabras o chivos pequeñitos y uno pasaba a ver si las había visto él por ahí o subíamos un domingo jopeando por su casita, que era muy graciosa: de bahareque las paredes y el techo de torta, piso de tierra pisoneada. Muy limpia eso sí. Se bebía agua en totuma y la señora Mercedes hacía muy buena comida campesina, arepa de maíz pelado, granos, queso y café. ¡Qué alegría compartir con esa familia!
Parecían tan solidarios… y cristianos. Pero no. Resulta que mi padre me dijo, así como bajito, que en realidad el señor Guillermo era… ¡Comunista! Por eso nunca votaba. Ni bajaba a las misas del Niño Jesús, al igual que algunos de unos tíos míos, como Agapito Barráez (que nos enseñara a jugar y amar el beisbol, así como otros muy jubilosos precisamente de las parrandas navideñas. ¿Entonces Fidel no será tan malo? Las personas mejores que habíamos conocido en la década de 1970 resulta que eran comunistas. ¡Válgame Dios!
Pasaron los años. Nos hicimos cristianos católicos y no comunistas. Hasta que un buen día, por los años 80 topamos con un libro de un fraile dominico, Fray Beto: "Fidel y la religión" en el puesto de libros viejos de El Negro; y aquello era una maravilla de lectura. ("Mi alma", dije yo, ¿que no era que los cristianos no podían entrar en connivencia con el comunismo, según enseñara Mons. Domingo Roa Pérez, obispo de Maracaibo, cuya doctrina seguía uno por radio Fe y Alegría? El padre José del Carmen Manzanares, tan devoto de la santísima Virgen, también era de esa misma línea)
Ya en la universidad, (Universidad Pedagógica Experimental Libertador, sede Instituto Pedagógico de Barquisimeto), uno de nuestros mejores profesores entonces. Tan joven como el suscrito, ya en 1990 tenía yo 28 años (11 de octubre de 1961) el reconocido historiador Dr. Reinaldo Rojas (Caracas, 1954), militante entonces del Partido Comunista de Venezuela, PCV, en la cátedra Historia de América II, nos sugirió leer un libro de Fidel Castro: "La crisis económica y social del mundo"; entonces tuvimos la impresión de estar ante una figura de talla mundial. Luego leímos de un tirón el opúsculo "La historia me absorberá" y otros libros que compramos en La Casa del Maestro: "Ellos acompañaron al Ché", "El diario del Ché en Bolivia", que no terminemos de leer bien, estos últimos, la verdad sea dicha.
Ya una vez graduados y para distraernos en 5 o 6 horas del autobús hacia Siquisique, Baragua y El Hato, compramos un ensayo que hallamos en el Terminal de Pasajeros de Barquisimeto: "La hora final de Castro" realizado con observación "in situ" por el conocido periodista e investigador Andrés Oppenheimer. Aquello era un bodrio indigerible…
Imagínense ustedes, eso es un libro escrito en 1993 y que adquiriera el suscrito en 1996, ¿cuántos años pasaron? Más de 20 años pasaron para que acaeciera "La hora final de Castro"; hora final en el plano físico, a los 90 años de larga y fructífera existencia. Pero no que el sistema político cubano haya perecido, como era el diagnóstico y la predicción de Oppenheimer; luego, ya en estos años de la revolución bolivariana seguimos la columna de Fidel en la prensa local, además de que lo vimos jugando beisbol, no por televisión sino en tribuna central del Estadio Antonio Herrera Gutiérrez de Barquisimeto, junto o contra Chávez.
Además, tenemos la anécdota de verlo de cerquita (a mundo) en la Universidad Nacional Experimental Politécnica de Barquisimeto, UNEXPO. Allí, un buen amigo mío Rector Decano de la UPEL-IPB, que estaba ese día irreconocible, leyó un discurso muy nerviosamente ante Fidel; discurso que es fama lo habría redactado otro querido profesor, ante dicho; total que ese discurso fue un desastre porque al pobre Fidel (y Chávez) lo pusieron muy nervioso.
¿Se dan cuenta porque qué sí podía titular esta nota Fidel y yo. L ahora final de Castro? Además, en la familia hay ciertas cosas que tenemos que agradecer a Cuba, por ejemplo cunado enfermé de cólico nefrítico en 2000 fue una médico cubana que me atendiera, Loly González, se llama y Mabe, médicas y grandes amigas, también el primo antes nombrado Marcos Saavedra y una de sus hijas fueron operados en Cuba de sus ojos a través de la Misión Milagros. ¡Casi nada!