Latinoamérica, ha decidido salir a la calle con sus banderas y de una manera masiva. Sus pobladores ya no tienen una vida normal y, todos desean huir de un escenario cohabitado por la corrupción, ya muchos desechan un martirio político, buscan explorar nuevas experiencias en otro país extranjero o, simplemente huyen a Europa, poco responden ante el miedo a los cuerpos represivos, simplemente necesitan alimentos y cantar himnos en una Asamblea protestante, cuyos miembros se han prestado al juego ideológico. Los movimientos cesionistas están apareciendo y buscando nuevos adeptos.
De verdad, todos están decididos a participar, porque desean verle el rostro a una nueva economía, cuya estructura no siga oprimiendo a la sociedad. Todo, debe modernizarse para beneficiar a la población, no desean sentirse más oprimidos por los regímenes duros, estamos comprometidos con el Sur.
Quienes, hayan visitado La Argentina y Venezuela, esto no es una sorpresa. La sociedad adinerada se enfrenta con la pobre, pero, los dirigentes de los barrios han visto multiplicar sus riquezas con la corrupción y las ligerezas del Estado por regalar dinero desde los sistemas financieros y, en los cafés se hacen los arreglos económicos y las cantinas están abiertas en las noches para comprometer los segmentos de una economía en picota.
La causa política en el Sur es condicionada por el miedo y la traición. Sectores interesados de la izquierda desean fomentar una Suiza Ibérica con sede en Catalunya y única en Latinoamérica con acceso al Mar Caribe. Es una ironía, pero, debe prevalecer la cordura y la libertad a cualquier tiranía o tentación de dictadura. Todos, hablan de un anticolonialismo o antiimperialismo, pero, se manejan criterios financieros en pro del capitalismo, lo demás es populismo y falsedades.
Tomando una visión más amplia, lo que revela este evento es que, mientras que, en períodos de prosperidad económica y estabilidad, la historia mantiene su lugar legítimo como registro del pasado y hoja de ruta al presente en una sociedad dada, en tiempos de dislocación económica y dificultades, es abrazado como un medio de escape y santuario. Y cuando esto ocurre, cuando se plantea la historia como justificación para romper el statu quo, la cohesión social, incluso en supuestos bastiones de la democracia occidental como España, se prueba y se amenaza como nunca antes. Viene imponiéndose la dictadura de derecha e izquierda, mediante una simbiosis de intereses, por ejemplo, José María Aznar con José Luis Zapatero y los esposos Bill Jefferson e Hillary Clinton fundaron en República Dominicana- Haití sus oficinas de negocios diplomáticos, al lado del ex presidente Leonel Fernández.
Al declarar la independencia unilateral Carles Puigdemont y sus partidarios dentro del gobierno regional y el parlamento catalán se embarcaron en un curso político kamikaze, independientemente de la balanza de fuerzas dispuesta contra ellos. Con la UE, Washington y toda la comunidad internacional en apoyo total a la unidad española, ese curso fue notable en su carácter delirante.
Argentina, es destabilizada por Mauricio Macri, un empresario ácido de la derecha europea y un agente directo de los ingleses invisibilizado y Venezuela, sufre un ataque de la burbuja financiera en ascenso que quiere convertirla en un símil de La India – Pakistán, que es lo mismo, aunque dividida hace tiempo atrás por intereses personales, como La Gran Colombia , ( Colombia- Venezuela), cuyo asiento jurisdiccional sería Bogotá viendo hacia Panamá, un territorio colombiano, tomado por los norteamericanos, igual que Cuba, ellos, serán siempre un territorio colonial norteamericano.
Macri, guarda silencio. Maduro, muestra su musculo populista para guardar silencio. El Ara San Juan fue victima del submarino nuclear Trident Inglés, su tripulación sabia mucho sobre Las Malvinas, Venezuela y el oro, sus riquezas entregadas al extranjero por regalías a un pueblo que no desea trabajar, son interrogantes, pero, necesitamos aclarar aguas en nuestro Continente.
En política, como en la guerra, saber cuándo retirarse es tan importante como saber cuándo avanzar. Lo primero a menudo es más difícil y requiere más coraje, debido al desafío que supone gestionar las expectativas poco realistas y las demandas de algunos dentro de sus propias filas, aquellos para quienes cualquier paso atrás es equivalente a traición.
Está claro que Puigdemont, ante la opción de actuar sensiblemente ante el balance de fuerzas ya mencionado que milita en su contra o sucumbir a la presión ejercida contra su liderazgo desde dentro de su propio movimiento, optó por sucumbir. Fue una decisión que bien puede marcar su epitafio político.
Lo que tampoco se puede negar es que, en el curso de esta crisis, los opositores catalanes a la independencia y los latinoamericanos han visto sus derechos democráticos subvertidos por sus contrapartes separatistas. Habiendo boicoteado el referéndum del 1 de octubre en protesta por su legalidad, se encontraron con la perspectiva de ser arrancados de España en contra de su voluntad. Igualmente, los izquierdistas latinos vieron como se pierde el proyecto Simón Bolívar, idealizado por Ernesto Crichner, Cristina y Hugo Rafael Chávez Frías.
Ninguna de las partes en esta crisis es culpable cuando se trata de llevarlo al punto de no retorno. Además, vale la pena repetir que subyace lo mismo que ha impulsado el apoyo a la independencia escocesa en los últimos años; lo mismo que impulsó al Brexit y que está detrás del surgimiento y la tracción de los partidos anti UE en toda Europa. Esa es la causa de un modelo económico, el neoliberalismo, cuya sostenibilidad se vio afectada de manera irrevocable por el colapso financiero mundial y la consiguiente recesión, que comenzó en 2008. Cuyas nuevas raíces empiezan a fortalecerse en el Cono Sur por pseudodirigentes de la izquierda y ha ocasionado el alejamiento de Evo Morales y su acercamiento a las políticas de Trump.
Sin embargo, en lugar de enterrar el cadáver del neoliberalismo, como deberían haberlo hecho, las élites políticas se han dedicado, por razones puramente ideológicas, a intentar devolverle la vida con la imposición de programas de austeridad que han sembrado aún más miseria y dislocación en la vida de millones de sus propios ciudadanos.
Por lo tanto, son autores de su propia desaparición.