Que frustrante y absolutamente decepcionante han resultado las actuaciones del nefasto secretario general de la OEA, Luis Almagro. Patéticos y anodinos son los países que le han dado cuerda al loco (porque no actúa solo), principalmente la extrema derecha continental, agrupados bajo la logia neofascista de la Alianza del Pacífico.
Al parecer, su único objetivo es el derrocamiento del Gobierno Bolivariano de Venezuela. No tienen otro tema en agenda. Y en su desespero y frustración, tras años de fracasos y meteduras de pata, ahora se han radicalizado, no disimulan ni guardan la compostura como antes. En el pasado respetaban la diplomacia y las normas jurídicas internacionales. Cualquier actuación en un país soberano en el marco de la OEA, siempre ha requerido el consentimiento del país afectado. Pues nada, la rancia oligarquía continental le ha dicho adiós a la diplomacia y actúan como matones de barrio, al margen de la ley.
En el caso de Venezuela, el fracasado Almagro ha construido falaciosos expedientes, donde los golpistas y guarimberos, los que ocasionaron la violencia, las muertes y los ataques terroristas, terminan presentándose (en una burda tragicomedia) como víctimas, como pobres querubines, que fueron obligados por las circunstancias a quemar gente viva y degollar motorizados. Estas hordas neofascistas, integrantes de la vanguardia de la derecha apátrida, es la que ni siquiera tiene la valentía de reconocer ante el país sus acciones criminales. Cobardes siempre serán, actuando rabaleramente a las sombras y en la oscuridad, pero cuando se enfrentan a la justicia, lloriquean clamando impunidad.
Con esta gente, protegida por Almagro, armaron fantasiosas piezas de expediente en contra de Venezuela, con informes de dudosas ONGs (pañuelo en la nariz), todas tarifadas y sesgadas, con la finalidad de construir mentiras, tergiversaciones y falsas acusaciones. Puras Fake News. Pero a estas alturas a Almagro ya no le importa la verdad. Su misión de vida, para lo que le pagan, es para destruir a Venezuela.
De nuestro último proceso electoral, también inventaron sus dosis de disparates y mentiras. Almagro fue el primero en desconocer a este pueblo que salió a votar y eligió a su presidente. Almagro repitió íntegramente todos los desvaríos provenientes del verbo de la derecha histérica. Lo único que le faltó fue sacar una resolución en nombre de la OEA, al estilo de las dictaduras sureñas de los años setenta:
"Comunicado Número 1 (para la restauración democrática de Venezuela). Yo, Luis Almagro, en nombre de mi Dios todopoderoso, con el poder otorgado por la Alianza del Pacífico, y con la finalidad de realizar elecciones inequívocamente justas en Venezuela, ordeno: 1) que no se inscriba ningún candidato presidencial de origen Chavista; 2) que el PSUV y los partidos del Gran Polo Patriótico se abstengan de participar y no inscriban ningún candidato; y 3) que el pueblo Chavista y revolucionario se abstenga de votar". Solo así, con estas condiciones, el nefasto Almagro y la oligarquía continental reconocerían unas elecciones hechas a la medida de los paupérrimos y fragmentados aspirantes presidenciales de la derecha criolla. Esto nunca ocurrirá.
Pero mientras esto pasa y Almagro sigue con todo su odio concentrado sobre Venezuela, en las propias narices frías de Almagro y de la OEA, están presentándose distintas afrentas en contra de la democracia y la libertad. Sin que se den por enterados, ni tengan ánimo de investigar a alguno de los socios de la Alianza del Pacífico.
Es el caso de México, que se encuentra en pleno proceso electoral. Allí las acciones de los grupos violentos están a la orden del día. Almagro, nunca ha tenido tiempo ni disposición para investigar los miles de casos de asesinatos, de desapariciones forzadas, de fosas comunes, de narcotráfico, de paramilitarismo y demás crímenes de Estado. Claro con su odio concentrado en Venezuela, cómo va a enterarse de que durante el reciente proceso electoral mexicano iniciado en septiembre 2017, ya han sido asesinados 112 candidatos y dirigentes políticos, en una sangrienta campaña electoral que finalizará el primero de julio.
Parece que la violencia política mexicana, expresada a través del crimen organizado, el paramilitarismo y el narcoestado no son parte de la agenda de Almagro, muy a pesar del nefasto clima electoral existente, donde no puede haber competitividad si los candidatos opositores son asesinados (exterminio físico del adversario), dejando vía libre a los candidatos que representan los intereses de los grupos de la delincuencia organizada. El paramilitarismo ha apuntado al corazón de la democracia y ha disparado a discreción. Entre las víctimas destacan candidatos, alcaldes, militantes y dirigentes políticos opositores. Esto sin contar los actos de amenazas, asaltos, agresiones e intimidaciones en contra de los candidatos. Los mayores crímenes han ocurrido en el estado de Guerrero, mismo lugar de la desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, caso donde Almagro tampoco se rasgó las vestiduras, ni pidió bloqueo, intervención militar, ni sanciones contra el narcoestado que protege a los forajidos y criminales.
Almagro no puede pronunciarse. Se queda ciego, sordo y mudo (hasta el Twitter se le apaga) cuando los crímenes, desmanes o injusticias ocurren en algún país de la Alianza del Pacífico. El perro faldero no puede morder la mano que lo alimenta, así que debe mover la cola y ver para otro lado haciéndose el musiú.