El atentado del sábado 4 de agosto iba a ser una obra maestra del terrorismo. El plan obvio era que mirásemos en cadena nacional cómo estallaban los dos drones dentro del palco presidencial y los cuerpos despedazados volando por los aires. Nos enteramos a diario de ataques terroristas con coches bombas, cinturones explosivos y últimamente drones, pero no los vemos en vivo y en directo, en cadena nacional y de las más altas autoridades de un Estado. Hemos visto vehículos machacando gente en avenidas concurridas. Es lo que más se parece a esto que no pasó en Caracas. Es que eso no pasa ni en Colombia, donde el horror se volvió cotidiano desde hace décadas, desde la Masacre de las Bananeras en 1928, descrita en Cien años de soledad.
Pero es que esto no paraba en la explosión y sus consecuencias inmediatas, sino que estaba destinada a generar una reacción popular que da hasta para una guerra civil, una invasión «humanitaria» marca OTAN que nos devaste como cualquier país del Medio Oriente. O quién sabe qué. Ya vimos el llamado Caracazo —que por cierto no fue solo en Caracas; de hecho no comenzó en Caracas. Pues bien, un caracazo sería una feria de flores y frutas en comparación. Porque aquello fue una agresión a cosas y lugares —la matanza comenzó al día siguiente cuando mancillaron el honor militar poniendo a la tropa a masacrar un número aún indeterminado de civiles. Esta vez sería una venganza colectiva y difusa a zonas de la ciudad, sobre personas, indiscriminadamente. Si durante la guarimba quemaron viva gente por el crimen difuso de «parecer chavista», esta vez podría tratarse de gente que indefinidamente «pareciera escuálida». Ambos son conjuntos borrosos, sin contornos claros y distintos. Imagina la multitud que marchó el lunes 13 de agosto pero en vez de hacerlo bailando y cantando con alegría recorriese fúrica las calles, arrasando y quemando como aquel 14 de abril de 2002, al terminar el golpe, cuando habían comenzado a incendiar a Caracas por Catia. Chávez narró que cuando regresó vio ese horror desde el helicóptero. ¿Y si Chávez no hubiese salido de inmediato llamando a la gente a volver a casa? Bueno, esta vez sería peor, queridas mentes de pollo que a esta hora todavía negáis el atentado.