El mundo capitalista no aprenderá de esta pandemia. Por muy duro que sea el golpe económico y moral a esos pueblos, no aprenderán sino a aventajarse más unos a otros, mejorando las técnicas de rapiña a la que están acostumbrados. Es una situación exactamente igual a cuando los opositores hacen y cercan a otros ciudadanos con las guarimbas: no les gusta cuando a ellos les afecta, y cuando la situación les amenaza, sacan a relucir soluciones ficticias, paseando vírgenes y cristos virtuales por todos los grupos de whatsapp, rogando al mismo tiempo, por su propia paz y por la muerte de los chavistas.
El mundo capitalista sólo aprende de cuanto ocurra a otras potencias. Ahora que sale a relucir la necesidad de la solidaridad internacional, EEUU aprovecha para hacer rapiña y piratería, tal como en sus tiempos aprovechó de atrincherarse en el Caribe la poderosa flota inglesa para asaltar galeones y quedarse con el botín que previamente había saqueado de estas tierras americanas el Imperio Español. La República Checa roba mascarillas a Italia; EEUU decomisa los insumos que llegarían desde China a Francia, así como los que recibiría Paraguay... Unos a otros de este cercano mundo se agreden y enarbolan el darwinismo social, mientras torpemente aplican parches discursivos para justificar sus acciones; los socios de la mañana son los enemigos de turno para la noche.
El manejo de esta crisis pandémica ha generado torpezas difíciles de esconder, acostumbrados como están a saber todo de absolutamente todo: Trump resultó ser médico emergenciólogo; Bolsonaro derivó en entrenador de natación en alcantarillas; Pérez Obrador, en líder religioso fanático; en Chile han calculado que el virus tiene personalidad y puede mutar a "buena gente". La torpeza de los ingleses se esconde tras los cuentos de reinas y príncipes; las equivocaciones españolas se disfrazan con su ingenua competencia televisiva con Italia en cuanto a número de contagios y fallecidos. La incomprensible decisión de Duque de no aceptar la cooperación venezolana, sólo se explica en su alegría por la servilidad a EEUU. Los hemos visto en incomprensibles acciones, actitudes y palabras, que sólo pueden provocar la lástima. Son dignos de estudio.
Quienes cantan la belleza de haber descubierto el respiro del planeta y la maravillosa oportunidad de permanecer en familia todo este tiempo, ¿creen que las costumbres predadoras del mundo cambiarán? EEUU no piensa cambiar su sistema de la salud privada. Trump tomó como previsión enviar tanquetas a Nueva York, en primer lugar, porque calcularon las posibles protestas que ocurrirían durante la mortandad; en segundo lugar, enviaron camiones cava para atender el número creciente de cadáveres. Jamás sacrificarán su salud privatizada. Para estos gobiernos lo único que importa es el escándalo que puede perjudicar la posibilidad de reelección, no el sacrificio de los abuelos, ni de los ciudadanos autistas; nunca sacrificarán las facturaciones de casi cien mil dólares por un tratamiento de este tipo en el sistema de salud que tienen. En Ecuador las personas fallecidas por el coronavirus desaparecen tras los números ocultos. En Brasil el Presidente Bolsonaro apuesta por la supervivencia de los pobres, a quienes considera habitantes de las alcantarillas de la ciudad. Es decir, para todos estos gobiernos, el único sacrificio que manejarán con lamentaciones será la de los empresarios y grupos altamente productivos de su sociedad.
El darwinismo social que guía a estos países procurará que sus gobiernos logren readaptaciones de sistemas y costumbres para hacerlos más eficientes, sin un cambio hacia la humanidad que sea visible. Lo que importa no es precisamente la humanidad; para ellos será simple supervivencia del más apto. Por eso la estrategia de Trump de invadir Venezuela con el Comando Sur, es simple juego de números para reservar un botín milmillonario, en medio de una guerra que no desea perder. No cambiarán. Lo importante será siempre adelantarse a sus estrategias.
¡¡N O V O L V E R Á N !!