Lo que se esperaba. El pueblo boliviano se expresó contundentemente en las urnas, de una manera cívica, democrática y en total paz. Poniendo al frente del poder político de ese país a la dupla postulada por el Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de Evo Morales.
Luis Arce y David Choquehuanca han sacado sobre el 52% de los votos y van a tener mayoría en las cámaras del poder legislativo. Todo esto pese a las innumerables acciones ejecutadas por la extrema derecha golpista, inhabilitando candidatos o persiguiendo y judicializando a los principales líderes políticos afines a Evo. Además de una enorme campaña mediática que incluyó la contratación millonaria de empresas de marketing para limpiar la imagen de la dictadora Jeanine Áñez y su espurio gobierno en los medios de comunicación y en las principales redes sociales como Facebook y Twitter.
El candidato segundón, el triste Carlos Meza, ahora sí reconoció la aplastante derrota. Evitando repetir su nefasto rol en la conjura de las elecciones del año 2019, donde su postura traicionera (el "fraude escandaloso" que nunca pudo probar) propició el golpe de Estado contra el candidato victorioso Evo Morales.
En la acera del golpismo todo es devastación. La líder criminal, Jeanine Áñez, tuvo que reconocer su amarga derrota, pidiéndole a los ganadores "gobernar pensando en Bolivia y en la democracia". Verdugo pidiendo clemencia. Ahora se enfrentará al juicio de la historia y de los tribunales por su aciaga participación en el golpe de Estado; por el uso de las fuerzas armadas para reprimir y asesinar a docenas de personas; por perseguir y judicializar falsamente a los adversarios políticos; y por los casos de desfalco y corrupción que ya van saliendo a la luz pública. Por ejemplo, dos días antes de las elecciones renunció en pleno el directorio del Banco Central de Bolivia (BCB), aquejados por la "continua injerencia política ejercida sobre la institución". Áñez se va íngrima y sola por la puerta trasera del Palacio Quemado, directo al ostracismo político.
El candidato favorito de los grupos neofascistas y de la Casa Blanca, Fernando Camacho, luego de protagonizar el golpe de Estado contra Evo Morales y liderar todas las acciones de violencia y persecución política, racial y religiosa (incluso apoyando el separatismo de Santa Cruz) llegó detrás de la ambulancia acumulando menos del 15% de los votos. Confirmando así la ínfima minoría que representa la elite blanca neoconservadora boliviana. De nada le sirvió a Camacho arrastrarse a los pies de los halcones de Washington. El repudio del pueblo es ensordecedor y debe ser objeto de estudio, pues es el mismo guion con que el sifrinaje mantuano venezolano (léase Leopoldo López, María Corina Machado y Henrique Capriles Radonski) han intentado fallidamente asaltar por la fuerza el poder político durante los últimos 10 años, sin contar con el respaldo del voto popular.
Otro nefasto operador político que salió trasquilado con la victoria del Movimiento Al Socialismo (MAS) es el miserable lacayo Luis Almagro, al igual que los rastreros presidentes peones del imperio norteamericano asociados en la banda criminal denominada el Cartel de Lima. Tragándose el odio y todas sus miserias, Almagro se vio obligado a reconocer la derrota de la extrema derecha (y en nombre del imperio norteamericano, suponemos), felicitó a los candidatos de Evo Morales, "deseando éxito en sus labores futuras. Estoy seguro que desde la democracia sabrán forjar un futuro brillante para su país". Hipócrita y charlatán.
Almagro y sus secuaces en la Organización de Estados Americanos (principalmente los nada "imparciales" técnicos del Departamento para la Cooperación y Observación Electoral) quedaron en el ojo del huracán. Son los grandes perdedores en esta contienda, pues no tienen forma de ocultar que el nuevo resultado electoral del 18 de octubre del 2.020 es, en esencia, similar al del año 2.019. El resultado es una ratificación de la voluntad del pueblo boliviano. Se echan por tierra todas sus burdas acusaciones de fraude electoral. Los técnicos de la OEA, con Almagro a la cabeza, sesgaron, violentaron y secuestraron la decisión mayoritaria de todo un pueblo. Con un pañuelo en la nariz habrá que preguntarse por la fiabilidad e independencia de estos "observadores" de la OEA cuando se desplieguen en el futuro próximo en otros países. Entre cielo y tierra no hay nada oculto, algún día se conocerán (WikiLeaks mediante) todos los intríngulis y negociados de estos nefastos mercaderes de la política.
En medio del hermoso ejemplo de dignidad y valentía dado por el pueblo boliviano, Evo Morales señaló con alegría, desde su exilio forzado en Argentina, que "El gran triunfo del pueblo es histórico, inédito y único en el mundo: a un año del golpe, recuperamos el poder político democráticamente con la conciencia y la paciencia del pueblo. Somos la Revolución Democrática y Cultural para la transformación nacional. Hemos vuelto millones".
El triunfo electoral en Bolivia es solo el comienzo. Se viene un glorioso reimpulso para las fuerzas revolucionarias del Continente que luchan encarnizadamente contra las logias neoconservadoras subordinadas al imperio norteamericano. En ese camino democrático, pacífico y electoral están otros países. Venezuela, con sus elecciones parlamentarias de diciembre 2.020 y sigue en ruta Ecuador, con sus elecciones presidenciales de febrero del 2.021.