La vergüenza y la traición por fin abandonarán el Palacio de Carondelet en el centro de Quito. En mayo próximo Lenín Moreno dejará el poder ejecutivo siendo un triste y gris personaje que no recordarán ni los libros de historia.
Su aciaga traición a la Revolución Ciudadana y al pueblo ecuatoriano que lo eligió, marcó toda su desdichada presidencia. Su desprecio a las fuerzas que lo acompañaron durante el gobierno del presidente Rafael Correa (en su propia gestión como vicepresidente) fue inaudito, lanzándose en una implacable e injustificada persecución judicial en contra de sus antiguos aliados y dirigiendo el despliegue de una cacería de brujas en todos los poderes del Estado con la finalidad de copar cada una de las decisiones en las ramas legislativas, electorales y judiciales.
Con la traición a sus antiguos aliados consumada, no era de extrañarse que Moreno empezara a sentirse más cómodo rodeado de las elites conservadoras del país que del pueblo llano al cual le dio la espalda. Para que nadie dude de esto, el mismísimo presidente de la cúpula empresarial ecuatoriana, Richard Martínez, pasó de sopetón a controlar el ministerio de Economía y todas las esferas del sistema macroeconómico, tributario y productivo quedaron en manos exclusivas del representante de los patrones.
De allí que la implementación sumarial de un programa neoliberal, con todas las de la ley, no se hiciera esperar. Incluso con la santa bendición del Departamento de Estado, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y demás instancias depredadoras de las riquezas de los pueblos.
La Ley de Fomento Productivo y otras píldoras del paquetazo de Moreno, significaron para el pueblo ecuatoriano la "restauración del poder de los mercados" mediante la "amnistía tributaria, el recorte de impuestos", la liberación total de precios, principalmente de la gasolina y el diésel, y la nefasta promulgación de leyes que impusieron la flexibilización y pauperización laboral afectando los derechos de la masa trabajadora.
Durante el gobierno de Moreno se le vio suplicante por los pasillos del Fondo Monetario Internacional, regateando un empréstito de 10.000 millones de dólares, por los que tuvo que liberar toda la economía y reducir el gasto público a cambio de hipotecar al país. El préstamo lo deberá devolver el pueblo ecuatoriano, pero está claro que el mismo solo sirvió para beneficiar a la burguesía empresarial anidada cómodamente alrededor del saliente presidente Moreno.
El repudio en las encuestas a este personaje llegó a tal nivel que durante años se mantuvo (hay que felicitar su constancia) sobre un "93% de rechazo y es considerado el peor Gobierno que ha tenido su país". Por esos bajísimos niveles de popularidad, ni se le ocurrió el garrafal error de lanzarse a la reelección. El título del más malo entre los malos se lo ganó a pulso superando con creces a Abdalá Bucaram y a Jamil Mahuad. Un reconocimiento casi imposible de superar. Moreno tendrá el mismo destino de olvido y ostracismo que ya disfruta Mauricio Macri y que el próximo año disfrutará el irresponsable de Jair Bolsonaro.
Hablando de Bolsonaro, Moreno equipara al presidente de Brasil en el desastre y el repudio popular por su incapacidad para enfrentar la pandemia del Covid-19. Ecuador ha visto de cerca el colapso de todo su sistema de salud, el desfile por las calles de Guayaquil y Quito de miles de muertos y la negligencia en la procura de las vacunas en el mercado internacional. Por eso están agobiados con cerca de 345.000 personas contagiadas, con una tasa de 19.756 casos por millón de habitantes y ya suman más de 17.000 muertes. Un desastre de apocalípticas proporciones.
Tampoco debemos olvidar que bajo la dirección personalísima de Lenín Moreno se ejecutó el máximo acto de traición e ignominia que la humanidad haya visto en el presente siglo, violatoria de los derechos fundamentales reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas a la libertad de expresión y de información.
El 11 de abril de 2019 Moreno entregó a la Policía Metropolitana del imperio británico (como un cordero servil, totalmente arrastrado a los designios de Estados Unidos) al activista Julián Assange, quien tenía 7 años en calidad de refugiado en el interior de la embajada ecuatoriana ubicada en Londres. Un ser tan ruin y despreciable como Moreno autorizó la violación de la soberanía del territorio ecuatoriano, anuló el asilo otorgado a Assange y además de manera miserable revocó su nacionalidad ecuatoriana legalmente entregada por el presidente Rafael Correa. Moreno mandó el cordero a los lobos y vendió como Judas a Jesús su alma al diablo por 30 miserables monedas. La historia juzgará y condenará los crímenes de odio y traición cometidos por el infame personaje llamado Lenín Moreno. El repudio del pueblo será su mayor condena.