El síndrome postraumático de guerra es un daño de la pandemia

La guerra es una situación imprevista, violenta, disrruptiva y dolorosa en la vida de los pueblos, impacta con una conmoción generalizada que lleva tiempo comprenderla. Cambia los hábitos de vida, transforma las relaciones familiares y sociales, genera dolores en la Comunidad y en los lazos afectivos, separa familias y afectos, impacta en las economías propias y nacionales, genera hambre, desocupación, desolación, pobreza e indigencia, altera los mecanismos institucionales, se hacen lentas la Justicia y las decisiones Parlamentarias también las reparaciones individuales y sociales, es en definitiva una catástrofe que hiere profundamente los cuerpos sociales e individuales, con su secuela dramática de muertes, dejando daños psicológicos llamados stress postraumáticos de guerra.

Eso es una guerra, provocada acá y en el mundo por la invasión de un virus, que por ser imperceptible para la visión cotidiana, sólo golpea cuando pasa cerca o lo afecta con su carga mortal. Pero es una invasión tan clara como cualquier otra, con ejército y banda, o misiles, drones, bombardeos y destrucción, procesos que van horadando la normalidad previa, desarticulando la vida, ya nada es igual, ni lo será a futuro, tanto por su carga psicológica, como por el temor generado por los miedos prolongados.

La política en ese terreno nunca es una Tabla de Moisés, ni las teorías políticas dogmáticas sirven, es el pragmatismo y la decisión día a día, ante el embate de una situación que siembra incertidumbres permanentes, más allá de resoluciones prácticas diarias que intentan dar respuestas puntuales a emergencias siempre dramáticas.

Es necesario entender que la planificación estratégica en plena guerra es dinámica, los caminos determinados ayer se cierran hoy, porque surgen nuevos escenarios y se abren nuevos frentes de batalla, en diferentes espacios de disputa política o sanitaria, mientras surgen nuevas técnicas e instrumentos de combate al enemigo solapado, imperceptible, pero profundo, hiriente y mortal. Esa condición de permanente cambios de tácticas, con el objetivo de detener la agresión del invasor, es la dinámica propia de un conflicto de éstas características, en donde los seres humanos juegan papeles diferentes y los actores principales de la política, se siguen comportando como si la guerra no existiese, con análisis asépticos y definiciones de quirófano, cuando existe una emergencia social y sanitaria.

En una situación de guerra van sucediendo acontecimientos que definen un camino, que puede ser luminoso en el caso de los mártires y héroes, que dieron y ofrecen sus vidas por todos nosotros, pero hunde en las penumbras y sombra de la historia a los desertores, a quienes no dudaron en colocar a millones de argentinos de rehenes de tácticas políticas electorales, con prácticas negacionistas y judicialización de instrumentos de políticas sanitarias, para cuidar la vida de los argentinos.

Esas situaciones se suceden de la mano de un Estado Colonial, que al servicio de intereses concentrados, crea una institucionalidad construida por sectores minoritarios, profundamente penetrados, colonizados, económica y culturalmente por intereses foráneos, cuyo único objetivo excluyente, es golpista y destituyente del Gobierno Nacional y Popular.

Los medios hegemónicos que dejaron ya de ser medios de comunicación, son factores de poder real, el verdadero partido colonial y son las verdaderas herramientas del enemigo para la preservación y consolidación del neoliberalismo e intentaron durante la guerra ocultarla como tal, esconderla como sentido de preservación colectivo. En ese sentido escondieron bajo las alfombras la información internacional, fueron portavoces de los monopolios farmacéuticos que pretendían bienes soberanos sobre los contratos de provisión, denostaron vacunas competidoras, llamaron a romper la Cuarentena con fines económicos, también a movilizaciones de quema de barbijos y planteando que el virus no existía, denigrando las decisiones políticas sanitarias debilitando la confianza pública en las medidas, provocando miles de contagios y muertos.

Si no se logra visualizar a esos instrumentos como el enemigo y se los sigue observando como medios de comunicación independientes, la Argentina tiene un problema grave a futuro, que es la imposibilidad de consolidar una Patria Matria Latinoamericana con Justicia Social y Soberanía Política.

La falta de consolidación de la idea de guerra Pandémica, provocó que en la conciencia colectiva del pueblo argentino, no se instalase la emergencia como tal, que eran la vida y la muerte. Ningún pueblo bajo ocupación y destrucción privilegia los aspectos económicos por sobre la supervivencia, siendo ese instinto superior a cualquier especulación. La muerte diaria informada en números aleja la humanidad del drama que se vive, todo se traduce en cifras y porcentajes de miles de vidas que se escapan de sus familias y afectos. Si se relata la vida y los sufrimientos de cada persona que sufre la guerra sanitaria, es cuando comienza a comprenderse la finitud de la vida, lo trascendente de defenderse del ataque, por si mismos y por los demás, de construir los mecanismos de resiliencia necesarios para soportar el dolor cotidiano, que invade y deprime, penetra y duele, angustia y paraliza.

Por esa razón una guerra se analiza desde lo sociológico a lo político, desde lo sanitario asistencial a sus consecuencias posteriores, en una cadena de interpretaciones, que nos deben dejar múltiples enseñanzas en cada plano del análisis. Es que los comportamientos humanos en situaciones límites van desde la salvación individual (neoliberalismo de manual) hasta la solidaridad social compartida en la Comunidad Organizada (peronismo de manual), desde la batalla política para construir la estrategia sanitaria defensiva y ofensiva (gobierno popular) hasta plantear el efecto manada que dice: mueran los que tienen que morir(oposición criminal).

En esta guerra como en cualquier otra afloran las asimetrías sociales, sufriendo más las consecuencias aquellos sectores de menos recursos, a los cuales se debe llegar de cualquier manera para afrontar la dura batalla por la supervivencia, desde subsidios económicos a alimentos entregados (peronismo en acción) frente a quienes desde situaciones de privilegio pretenden preservar el marco macro-económico en función de sus intereses afectados por la guerra (economistas ortodoxos). Así hubo empresarios que decidieron despidos masivos ante la primer contingencia (Techint), mientras las organizaciones gremiales y sociales ofrecían sus servicios solidarios para enfrentar la crisis (gremios y movimientos sociales). Son las caras sin dudas de una situación de guerra, en donde siempre algún día, se le deben rendir cuentas al pueblo.

Quienes crean que con la vacunación se acaba el problema se equivocan, puede ser acotado el tema sanitario, ya controlado por falta de espacio del ciclo molecular del virus para hacerse comunitario, quedando como enfermedad presente a ser controlada, en especial en los grupos de riesgo, pero las secuelas psicológicas y sociales del conflicto durarán años. Por esa razón los modelos a seguir serán sin dudas el eje de disputa de los espacios de poder a futuro, con pueblo o sin pueblo, con modelo solidario o modelo financiero, con más estado presente o con estado mínimo, con preservación de la naturaleza o estimulando el capitalismo depredador hacia el calentamiento global. Preguntas sin dudas sobre las cuales sería importante discutir, frente a tanto ataque mediático frívolo y superficial que pretende alterar, los temas de fondo de un pueblo que ansía reconstruir un camino de Liberación Nacional y Social.



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Jorge Rachid

Doctor, y dirigente peronista argentino. Asesor del gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Autor de El Peronismo pendiente, El genocidio neoliberal de fin de siglo y Sin Mordaza.

 @elkotur

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