Al analizar la asignación del Premio Nobel de la Paz al presidente Obama, entendí que no corresponde a capricho alguno, de lo absurdo que nos debe haber parecido a todos los que andamos hablando del Socialismo del Siglo XXI tan desacertada decisión, tuve que ponerme en los zapatos de ellos para entender su visión y sus consideraciones para esta decisión, que aunque me pereciera tan incoherente, debían fundamentar con alguna lectura de la historia.
Ya comencé a recibir la invasión de correos con artículos aparecidos en distintos blogs alternativos de izquierda que, por supuesto, sólo expresan la indignación y la nausea que produjo dicha asignación. Quiero decirles que mi primera reacción al comprobar que no se trataba de ninguna joda, de lo indignado que me sentí, fue no darle el gusto, además, de salir corriendo a escribir sarta alguna de reclamos y descalificaciones.
No podía tampoco dejar de pensar en el ¿por qué? Y tuve que ponerme a trabajar un poco, pues de todas todas, esta “curva” lanzada por el pitcher de Estocolmo (la Fundación Nobel) en el juego de los cambios que suceden en nuestro siglo tiene su veneno bien puesto y se hace obligatorio su estudio a profundidad.
Las fuerzas de cambio que emergen en nuestra América todas en su mayoría guarecidas de la actual crisis bajo el paraguas del Socialismo del Siglo XXI, se expresan y difunden como expresión de la fuerza renovadora, revolucionaria que nace de la acumulación de injusticias, de la necesidad de transformación y de la fuerza incontenible inherente al mismo ser humano por su transformación social y su preservación como especie, es un grito que aturde, un nuevo fantasma que recorre el mundo.
Desde quienes participan en estas fuerzas se esperaba que se asignara el premio Nobel a Piedad Córdova, quien bien merecido lo tendría por sus esfuerzos en pacificar a Colombia y su innegable labor en la liberación de los secuestrados en manos de las FARC. Más ilusos quienes pedimos que se le asignara al pueblo de Honduras, quien ha dado un ejemplo magistral de resistencia pacífica ante el fascista golpe de estado que cortara el hilo constitucional en Honduras el 28 de Junio del 2.009.
Pero resulta que en los escenarios actuales y la gran algarabía mundial de gritos y marchas de nuestras fuerzas de transformación, conviven con nosotros las fuerzas de resistencia al cambio, ellas no vociferan, no tienen la carga de cambio que nos caracteriza, pero no por eso dejan de estar allí. La asignación del premio Nobel a Obama no hace más que visibilizarlas, no hace otra cosa que fortalecerlas, al fin y al cabo son las fuerzas de resistencia al cambio operadas por los viejos clientes de Alfred Nobel, quien se enriqueciera del comercio en los mercados de la guerra con la dinamita, no se que producirán hoy día las empresas Nobel, quizá tengan relación con la explotación de Coltan, quizá
Sean las empresas que le vendan al pentágono materiales blindados para sus tanques y aviones, o quizá las que produzcan los explosivos de las bombas racimo, no lo se ni ellos dejarán que se sepa, pero sigue siendo seguramente la evolución de la misma empresa diabólica que mantiene su fundación Nobel para expiar culpas y maquillarse un poco la cara y el alma ante los complejos de culpa.
Las fuerzas de resistencia al cambio no son otras que las que preparan los escenarios para oponerse a nosotros, las fuerzas del cambio, por eso bien podemos decirlas como las fuerzas del Capitalismo del Siglo XXI, para ellas, esto es importante tratar de entenderlo bien, Obama significa un cambio, Obama es su pasaporte para nuestro siglo, el gobierno que a nosotros muchas veces se nos invisibiliza, por no ser tan vociferante y descarado como lo fue el de W. Bush, ha cambiado las reglas del juego y de una manera más inteligente dibuja estrategias más coherentes de preservación del sistema capitalista imperial. Sus viajes a medio Oriente, sus conversaciones con Corea del Norte, con Irán, con Israel, con Rusia y con China, han detenido la proliferación de la amenaza nuclear en el mundo, que obviamente nos ponía en riesgo a ellos y a nosotros; y sus políticas desabridas y casi imperceptibles no han dejado de ser las que están creando mecanismo de preservación y de nuevos métodos de dominio, su cautelosa estrategia en América Central y América del Sur son mucho más inteligentes que las rabiosas jugadas de W. Bush que dejara al mundo no sólo en una gran crisis financiera sino con un sentimiento anticapitalista generalizado.
La Fundación Nobel tiene toda la razón en asignarle a Obama el Nobel de la Paz del 2.009, los pendejos fuimos nosotros, que ilusoriamente pensamos que dicha fundación tenía que ser imparcial o apoyar nuestras luchas, que manifestamos la necesidad de ser reconocidos hasta por nuestros enemigos, los equivocados no son ellos, somos nosotros; y lo seguiremos siendo si no logramos avisar las jugadas del enemigo, de las fuerzas de resistencia al cambio.
El presidente Obama nos tiene en doble jaque: el de Honduras y el otro, las bases militares en Colombia. Nosotros no hemos podido hacer el enroque necesario, apenas la Unasur y el ASA empiezan éste enroque necesario. Pero con la asignación del Nobel a Obama queda más que claro lo que está pasando, las visiones capitalistas que se expresan desde Europa y Norteamérica, para enfrentar su recesión y enfrentar a la vez nuestra amenaza como fuerza lógicas del cambio, son los soportes del Capitalismo y toda la gesta y la carga de nuestros pueblos las del Socialismo, las dos fuerzas que se enfrentan y de cuya victoria dependerá el destino de nuestro siglo XXI.
Obviamente hay dos conceptos de Paz, la socialista y la capitalista, las de la Paz para el mundo nuevo y las de la paz para la permanencia del viejo.
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