Hace más años de los que desearía tuve la oportunidad de leer una selección de los mejores cuentistas norteamericanos. En uno de los tomos de esa colección se encontraba un cuento cuyo autor, lamentablemente, no recuerdo y la traducción de cuyo título es la que lleva este artículo. Dicho cuento se desarrollaba “en tiempos de las bárbaras naciones” cuando “colgaban de la cruz a los ladrones” y no “hoy en este siglo de las luces” cuando “del pecho del ladrón cuelgan las cruces” (con el perdón de Ugo Foscolo por el fusilamiento). La trama de la historia consistía en que la hija de uno de esos reyes bárbaros que cundieron en Europa a la caída del Imperio Romano de Occidente, se enamora de un plebeyo y el padre de la princesa al enterarse decide deshacerse de él, pero para mostrar su generosidad decide darle una oportunidad y es que, al enviarlo al circo, desarmado, le permite escoger entre dos puertas que hay en el mismo. Tras una de las puertas está una hermosa doncella a la cual tendrá que desposar si elige la puerta adecuada; pero tras de la otra puerta se encuentra un feroz león que terminará con su vida. En cualquier caso, el soberano habrá logrado su meta de evitar el matrimonio no deseado para su hija. Llegado el momento de tomar la decisión de abrir una u otra puerta, el amante supone que la princesa conoce qué es lo que se encuentra tras de cada puerta, como efectivamente la hábil princesa se había encargado de averiguar, y dirigiendo su vista a la princesa la interroga con los ojos, ante lo cual la princesa hace un movimiento con su mano que es comprendido por el amante, quien se dirige a la puerta señalada por la princesa.
En este punto el autor suspende la narración y se dedica a analizar cual podría haber sido la puerta señalada por la princesa, ya que cualquiera de las dos significaba para ella la pérdida de su amante: en un caso por su muerte y, en el otro, porque iría a los brazos de otra mujer que disfrutaría lo que a ella le estaba vedado, así que nos quedamos sin conocer el desenlace de la historia.
Un trance similar, guardando la distancia, debe estar pasando “la princesa” del canal RCTV en relación a la programación que ofrecerán a los disociados que marcharon en su defensa, sobre todo ahora cuando, supuestamente, tiene cobertura INTERNACIONAL: ¿Será el terrible león que aparece brincando fuera del logo de la empresa? Es decir: ¿Mantendrá el canal su misma línea editorial de oposición a ultranza, la utilización de la mentira y el ocultamiento de la verdad en beneficio de sus torvos objetivos y que es lo que mantiene a sus seguidores en su condición de disociados? O, por el contrario, ¿adoptará una tónica moderada, ateniéndose de manera objetiva a informar verazmente sobre los hechos acontecidos, sin deformarlos en función de los fines que persigue?
Si adopta la primera línea de acción, es decir, el ataque feroz tal como antes de que se le venciera la concesión, entonces se le caerá la máscara ante el auditorio INTERNACIONAL en el que ahora se desenvolverá, ya que todos podrán ver la falsedad de su afirmación de que “en Venezuela no hay libertad de expresión”; pero si optan por irse por la línea suave (información veraz, oportuna y objetiva), entonces los disociados que tanto marcharon para solicitar la extensión de la concesión, se sentirán defraudados por ese inexplicable cambio de actitud y, existen muchas probabilidades de que le retirarán el apoyo que hasta ahora le han brindado y, con ello, el retiro de sus anunciantes ya de por sí disminuidos.