Diez días después de la agresión a periodistas de la Cadena Capriles, es oportuno un primer balance. En primer término, debo ratificar todo cuanto escribí como Director de Últimas Noticias en la primera página del viernes 14, aunque debo hacer una salvedad. Entonces dije que presuntamente los responsables eran trabajadores de Ávila TV. Está demostrado que no fue así. Fue una precipitación mía. La confusión pudo originarse porque en el mismo edificio de donde salió el grupo que después atacara a los periodistas, es sede de esa televisora pero están domiciliando organizaciones de otro tipo y actividades. La policía sólo identificó a uno de ellos como productor de esa estación, y aunque lo aclaramos, no lo hicimos con la debida relevancia.
Rechazamos la versión que pretende presentar entre los agresores a un periodista de la Cadena. Creemos que la secuencia gráfica oportunamente publicada debió despejar las dudas, allí aparece ese periodista tratando de separar a quien suponía golpeaba a uno de sus compañeros caído.
Con igual fuerza rechazamos la especie de que pudo haber alguna manipulación en esas fotografías. Inconcebible en un periódico donde tenemos especial atención por respetar los principios éticos de la profesión; donde nos preocupamos por tratar siempre de presentar la verdad de los hechos, e igualmente por aclarar o rectificar cuando somos responsables de errores u omisiones significativas.
En Últimas Noticias no nos anima periodísticamente otro propósito que informar la verdad; lejos de manipular fotografías, cuando incluso nos cuidamos de distinguir las fotos de archivos para que no sean confundidas con las del día. Las experticias realizadas por Cicpc en nuestros equipos, que registran, de manera inmodificable, la hora y la fecha en que se toma cada foto, contribuirá a clarificar esos hechos.
Debemos reivindicar el derecho ciudadano de todos los venezolanos, y por supuesto, del grupo de periodistas de la Cadena, a expresar sus opiniones, en forma pacífica. Eso era cuanto hacían en la esquina de Veroes, intersección del bulevar Panteón con Avenida Urdaneta, cuando fueron agredidos. Ahí están las fotos y los exámenes médicos que lo demuestran. Y si existe, ojalá se difundiese algún video de toda la escena que permitiría corroborarlo.
Estamos conscientes de que fuerzas extrañas a las partes involucradas están aprovechando este lamentable episodio para utilizarlo en favor de sus intereses políticos, empresariales o individuales. Nosotros confiamos en que la verdad se impondrá, que los hechos quedarán esclarecidos y nos darán la razón y que seguramente quedará Ávila TV limpia de cualquier acusación.
Entre tanto esperamos que las investigaciones que adelanta el Ministerio Público permitirá establecer las responsabilidades del caso y las sanciones a que haya lugar.
Lo dijo el embajador
Podríamos ubicar en 1924-26, en Brasil, la primera insurgencia, antecedente de las guerrillas de izquierda en América Latina en el siglo XX; fue comandada por el capitán Luis Carlos Prestes, fundador del partido comunista de ese país.
En años posteriores hubo acciones revolucionarias armadas, en el campo y la ciudad, en Colombia (1950-), Cuba (195659), Nicaragua (1958-79) y se multiplicaron en El Salvador, Guatemala, Venezuela, Perú, Uruguay, México, Argentina, República Dominicana, todas las cuales fueron combatidas por fuerzas militares de sus respectivos países, y la mayoría de ellas, derrotadas.
Ni siquiera en épocas cuando tuvieron más fuerza, como en Cuba y Nicaragua donde alcanzaron el poder después de vencer al ejército batistiano y a la Guardia Nacional de Somoza, respectivamente; ni cuando amenazaron la estabilidad como Sendero Luminoso en Perú y el Fmln en El Salvador, ni en los años en que las Farc tuvieron hasta 20 mil hombres sobre las armas, en ningún momento, las tropas de cada país enfrentaron las guerrillas con apoyo activo, combinadas con fuerzas extranjeras. Es cierto que siempre contaron con el asesoramiento y ayuda militar de EEUU, hasta el extremo del Plan Colombia, pero nunca pelearon juntas.
Hasta ahora.
El embajador estadounidense William Brownfield acaba de anunciar en Bogotá (AFP, 19.08) que fuerzas militares de su país combatirán junto con las colombianas a las guerrillas de las Farc. Es uno de los tres objetivos de la presencia estadounidense en las siete bases militares, y en muchos otros puntos de secundaria importancia; los otros son el narcotráfico, y uno no declarado, como es el eventual peligro que representan ciertos países vecinos, aunque detrás de todo está el petróleo.
Podemos imaginarnos quienes comandarán esas fuerzas combinadas. No se conoce un solo ejemplo de militares de EEUU combatiendo en el exterior subordinados a oficiales extranjeros. Que haya sido el embajador de EEUU y no el ministro de Defensa colombiano quien haga estos anuncios, es bastante revelador. En cambio, ya los vecinos tienen la experiencia de la guerra en Corea (1950-53), donde el Batallón Colombia casi fue diezmado, siempre a las órdenes de los jefes estadounidenses.
Esa cesión de soberanía no se queda ahí. Esas tropas USAColombia se desplazarán por el territorio de ese país, y cuando se acerquen a algún vecino, como Venezuela o Ecuador, por ejemplo, explicó el embajador Brownfield, no lo harán "sin la autorización específica de todos los gobiernos involucrados", pese a que antes la cancillera Clinton habían asegurado que el acuerdo por firmarse ¡no involucra a terceros! No tendrá nada de raro que tal solicitud de autorización sea tramitada en inglés.
Y con todo eso, puesto al descubierto por ese autorizado vocero del Departamento de Estado y del Pentágono, el gobierno de Santa Fe de Bogotá jura y perjura que oficiales, tropas y mercenarios contratistas norteamericanos, estarán bajo las órdenes de oficiales colombianos.
¿Quién puede creerles? Como tampoco se les puede creer que este acuerdo de cesión de siete bases no es una amenaza.
El propio presidente Lula insiste en que Obama escuche a los presidentes de Unasur, quienes tienen reservas que expresarles, y que les dé garantías, pero, por escrito.
edrangel@cadena-capriles.com