Hoy saltan charcos en un sector popular y mañana lucen orgásmicos ante una asamblea de empresarios, o en una inefable visita al narco paramilitar de Uribe Vélez. O, simplemente, menean la colita con entusiasmo ante los intereses de las transnacionales financieras.
Pero la gente no es la misma y entiende otras visiones. Se regala el tiempo de la suspicacia. Ya no depende exclusivamente de la neblina mediática creada por la voluntad política y económica de los grandes conglomerados de medios. La sabiduría popular hace rato dejó de ser un mero receptor y se activa libremente generando un protagonismo inédito.
En virtud de ello, en la Venezuela que somos ya no pueden manejarnos a su antojo. La población se inclina a desenvolverse con mayor autonomía y en lo cotidiano puede constatar quienes son los verdaderos mentirosos y tiranos. Por eso les resulta tan complicado a la derecha persuadir a la mayoría popular que el presidente Chávez es un autócrata opresor.
Los medios privados, en especial las poderosas televisoras, se agotan desesperadas en el intento de imponer la visión sesgada de una presunta dictadura. Negando a la par, los éxitos del gobierno bolivariano y sugiriendo que nada sirve. Y afirmando aturdidos que las políticas sociales del gobierno fracasaron. Como si la gente que de ellas se beneficia viviera en el planeta martes.
Apuestan a limitar la conciencia y exacerban el individualismo enfermizo. Tanto como los miedos absurdos que son directamente proporcionales a la disociación estimulada por sus poderosos carteles propagandísticos, los mismos que quieren hacernos ver la realidad a su modo y deseo.
Pero la conciencia política popular es enorme. Y el pueblo puede mirar claramente lo que esta escondido debajo de la superficie. Lo que rebota en las cuatro paredes de la apariencia, Sabemos que, con su doble discurso, Capriles Radonski mienten con descaro, y que lo hace sonriente, como si nada.
Por eso no les funciona la estrategia casa por casa, diseñada para confundir al elector de la sólida mayoría chavista. Y sigue prevaleciendo en el pueblo la comprometida lucidez de relegir al presidente. Somos un pueblo que no tiene tiempo para extraviarse.
Sin duda, el carismático liderazgo de Chávez desbarata a fuego lento y sostenido las aspiraciones oligarcas. Pero ellos no cejan en su empeño de confundir con el cuento del militar autócrata y el fracaso de la revolución bolivariana. Solo resta decirles, dictadura un carajo, pendejos es lo que no somos.