Las empresas (partidos políticos) que integran la fracturada alianza opositora plantean que como sus candidatos a las entidades regionales provienen de "elecciones primarias", ellos merecen ser reconocidos como grandes demócratas por toda Venezuela, sin embargo esconden algunos métodos discriminatorios que para nada despiertan admiración.
En el oposicionismo, la clase alta monopoliza la dirigencia partidista y las candidaturas electorales. Ningún personaje de clase popular tuvo posibilidad de ser electo (salvo con ayuda de ricos patrocinantes) en las fulanas elecciones primarias pues la competencia interna se basó en costosas campañas publicitarias, como por ejemplo la guerra televisiva entre los principales precandidatos derechistas a la alcaldías de Baruta y Chacao.
Es una descarada burla propagandística, sólo creíble entre incautos, que una campaña hecha únicamente para ricos sea verdaderamente democrática. Ello se ratificó cuando un ex revolucionario, hoy ultraderechista, casi fue descartado de las primarias presidenciales de la MUD al no pagar la elevada cantidad de dinero exigida para inscribirse en aquel pomposo certamen.
La democracia (sistema donde la mayoría ejerce el poder) no se materializa a través de mecanismos engañosos de la burguesía, sino mediante programas que promuevan la inclusión social como las misiones bolivarianas y los consejos comunales.
Si este año la revolución ha designado a sus candidatos, ello no contradice que en el futuro se ensayen nuevas variantes de la democracia interna, pero en ningún caso los candidatos del capitalismo son éticamente comparables a los hombres y mujeres que actualmente responden al liderazgo de Hugo Chávez y sus orientaciones estratégicas dirigidas a profundizar el proceso de igualdad social.
Constitucionalista. Profesor de estudios políticos e internacionales (UCV).